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Nos robaron los pulmones verdes

Darío Ruiz Gómez

Creo que en medio del infierno vehicular que diariamente debemos padecer los habitantes de esta ciudad seguimos constatando entre estupefactos y conmovidos que nos han expulsado de la ciudad donde nacimos, donde llegamos a crear afectos que creímos imperecederos y donde llegamos a caminar por calles que recordadas desde este vértigo actual nos parecen sacadas de un sueño sobre otras ciudades que el cine nos dio o sea no algo que se relaciona directamente con nuestra experiencia sino imágenes que logramos forjar en un intento de no perecer arrastrados por las ruinas del futuro. 

Lo primero que hizo el tranvía que mi adolescencia disfrutó  fue crear a su paso un paisaje acorde con sus recorridos para que el pasajero pudiera entregarse al arte de la ensoñación y para que desde los antejardines o las ventanas de las casas la mirada de una desconocida lograra secretamente consolarlo mientras regresaba a casa. Lo primero que hicieron los “diseñadores” del actual tranvía fue destruir el paisaje histórico que aquel tranvía había dejado como herencia, pusieron a funcionar el ángel de las ruinas, destruyendo lo que el tiempo había logrado consolidar. Observo la fachada agredida de una manzana y lo que veo es más que elocuente: entre la puerta y las ventanas, el nombre de un colegio, y flanqueándolo,  tres moteles baratos. ¿Cuántos de ellos se diseminan agresivamente al lado de bares sucios en un área calificada como sector de vida universitaria? Me detengo a mirar el trazado de la línea del tranvía y creo  estar viendo la desolada carretera que atraviesa un desierto norteamericano. Todo el tráfico fue desviado por Bomboná convirtiendo esta calle en un infierno imposible de atravesar y donde la vida del vecindario ha desaparecido en aras de un objeto abstracto  cuya única función será turística. Agredida la vida barrial y universitaria, la presencia de la delincuencia se pone de manifiesto en un pestilente olor a ordinariez,  la tranquila belleza de los lugares por donde caminaba el transeúnte han sido desalojados por este barullo. Si el sector había logrado desarrollarse conservando una escala humana inesperados y feos edificios han roto groseramente esta escala. ¿Cuántos años lucharon las Juntas de Vecinos para que se impidieran estos desafueros propiciados por funcionarios y negociantes inescrupulosos? ¿Para que La Playa y sus cercanías no fueran invadidas por esta basura agresiva? “Darío, me dice Elkin Restrepo ¿Tú has visto una ciudad más fea que Medellín?” Y le recuerdo la conclusión de Francois Choay después de recorrerla alucinada: “Esta no puede ser una ciudad”

¿Cómo pedirle belleza a quien detesta la belleza o la considera como algo superfluo? La destrucción de Medellín se inició hace treinta años con la permisibilidad sobre los usos mixtos gracias a la cual se concedieron licencias de funcionamiento a toda clase de chazas, burdeles, casas de juego tal como se produjo a lo largo de la Avenida Juan del Corral, de las calles Argentina y Bolivia, Perú, Boyacá, expresión del poder  del hampa organizada y posteriormente de un populismo que fue arrasando con el Centro y los distintos barrios. Si hubo dos o tres generaciones de grandes arquitectos que desde los años treinta crearon una noción de ciudad, la presencia de una gran arquitectura, una idea de planeación y de paisajismo urbano, una estructura vial adecuada a los derechos del peatón ¿Cómo nos robaron los pulmones verdes, las aceras y nos fueron confinando  en edificios en altura sin una vida cívica tal como se hizo con El Poblado? ¿Cómo nos robaron los espacios comunales mientras ha crecido la miseria y el intercambio social ya no existe? Geografías del miedo, segregación, una generación de arquitectos funcionarios que destruyeron toda idea de ciudad. Un Centro Comercial no es una ciudad.

¿Cómo nos robaron los pulmones verdes, las aceras y nos fueron confinando en edificios en altura sin una vida cívica tal como se hizo en El Poblado?

Una ciudad diversa y armónica.

Darío Ruiz Gómez

¿Dónde están los economistas, los geógrafos urbanos, los especialistas en catastro urbano? A renglón seguido debo  preguntarme por la ausencia de los Planificadores y de los Diseñadores urbanos pues de lo que se trata es de ponerse de acuerdo sobre los ajustes al concepto de territorialidad que desde el último POT perdió vigencia ante la irrupción de nuevos capitales que han impactado abiertamente el mercado inmobiliario y le han planteado a la industria de la construcción retos tecnológicos que ésta no fue capaz de resolver ya que la calidad de la misma vivienda de precios altos es de una mediocridad tan evidente que en más de una década ha desaparecido la arquitectura. Por no hablar de esa nefasta concepción del negocio inmobiliario que llevó a la tragedia de “Space, y, a una atomización espacial que condujo a la desaparición de los espacios públicos, de las áreas verdes y de las aceras como elemento articulante para el peatón, bajo una concepción meramente comercial de los Planes Parciales.

Lo propio de la propuesta del proyecto postmodernista nos recuerda Fernández Alba fue confundir el diseño con un histerismo seudotecnológico, abandonar el territorio, los lugares, por abstracciones dibujadas, en el trasvase que va de la empresa constructora a la promotora inmobiliaria encargada de “hacer la ciudad que marcan sus objetivos inmediatos” mientras Planeación abandona toda responsabilidad en manos de las Curadurías con las escandalosas consecuencias que estamos viendo en la actualidad. ¿Cómo se planteará en el POT  el fenómeno determinante de los desplazamientos de población mediante la violencia, con fines especulativos? ¿Se ha tenido en cuenta a los desplazados?  Sospechosamente hoy se vuelve a hablar de las quebradas y su importancia como factor de equilibrio ambiental cuando se continúa impávidamente construyendo edificios sin respetar los retiros debidos en El Poblado., cuando un inmenso patrimonio paisajístico como el de la quebrada de Santa Elena se dejó destruir por invasiones, fritangas a nombre de un descarado populismo.

“Los nuevos barrios que se han construido en Madrid no hacen ciudad” ha dicho el arquitecto Linasazoro al  hacer la defensa de la ciudad construida o sea de valores urbanísticos afianzados en el tiempo  y cuya expresión cultural es el barrio y que no pueden ser agredidos por formas inconsultas de Unidades Residenciales que densifican sin previamente urbanizar, sin construir las vías necesarias causando un colapso social por anticipado. ¿Plantear un POT sin delimitar primero la ciudad que debe ser defendida y cuya identidad no puede ser agredida por los falsos valores comerciales? Evidentemente la tarea de equilibrar los intereses privados de las grandes y pequeñas inmobiliarias tiene que ser la tarea del POT para no caer en el error que llevó al Bogotá de Petro al desastre total desde el punto de vista urbanístico y desde el punto de vista social. En definitiva ¿Cuál es la idea de ciudad que debe plantearnos el POT después de hacer balance de los desastres que han conmocionado nuestro espacio urbano, han acelerado el conflicto social y llevado a que el caos de movilidad esté a punto de que reviente lo que nos resta de la cultura cívica?

Porque sin una idea definida de cuál es la ciudad que debe surgir después de errores como la desaparición de un sistema de parques – y no su remedo como los parquecitos lineales-  que permita una efectiva inter-relación urbana,  la incorporación de las comunas aisladas hoy del intercambio social, de un planteamiento vial a fondo que vuelva humano el transporte y defienda al peatón,  lo que viene es un disfrazado y encubierto montón de tecnicismos para seguir favoreciendo la especulación inmobiliaria, para impedir una ciudad diversa y armónica.  

Caminando y haciendo ciudad

VIDA URBANA: ESPACIO PÚBLICO
Darío Ruiz Gómez

“Cuando los centros comerciales remplazan el espacio público es síntoma de que una ciudad está enferma”, ha dicho Enrique Peñalosa. Hace ya algunos años estuvo en Medellín, Alain Touraine uno de las más grandes pensadores en la actualidad. Sentados, conversando yo mismo le hice esta observación sobre los centros comerciales a lo cual él me replicó que no era cierto porque en medio del desamparo urbano los ciudadanos los habían convertido en los espacios más importantes para el intercambio social. Primero, digo yo, porque la desaparición del espacio público ha sido causado por los poderes que manejan la ciudad y que de manera irracional han deprimido barrios tradicionales para dejarlos en manos de la delincuencia. El caso del Centro de Medellín continúa siendo muy representativo a este respecto: es cierto que la avenida Oriental era una vía necesaria para configurar un nuevo sector de vivienda y oficinas pero lo que se hizo fue un tajo que destruyó sin miramiento alguno lo que constituía un invaluable patrimonio.

Un pensador como Gilo Dorfles me lo señalaba cuando aún no se había comenzado a destruir un tejido urbano donde la calidad de sus arquitecturas, de sus espacios era algo único. ¿Bajo qué razones se expulsó a los ciudadanos del parque de Bolívar y perdió la ciudad un espacio de tanto valor estético? ¿Bajo qué razones los burócratas de Planeación destruyeron la idea de centralidad necesaria como lo fue Junín y dejaron la ciudad sin espacios cívicos? ¿Cómo se condenó a la depresión al mayor patrimonio de arquitectura moderna de los años 40-50-60, verdadero motivo de orgullo? El mural de Pedro Pablo Lalinde completando la valiosa casa que fue cortada en su costado, nos da idea de lo que supuso esta irracional destrucción cuyo objetivo con el derrame de valorización sobre el sector de la Estación Villa era, supuestamente, el de “renovación de un área en deterioro” cuando el verdadero deterioro comenzó con esta acción depredadora que expulsó a los antiguos habitantes y llenó sus calles de mendigos, recicladores. Lo que fue un barrio maravilloso se convirtió hasta hoy en una excrecencia urbana. El bello edificio de la Estación Villa que hoy sería un centro cultural fue arrasado una noche.

Era, tal como lo describí en ese entonces, el llamado urbanismo de tábula rasa, para el cual había que arrasar manzanas enteras para dar paso a su idea de “progreso”. Pero mientras en muchas ciudades los sectores deprimidos han sido rehabilitados, renovados, bajo la perspectiva de un urbanismo integrador que impide que se arrase con un necesario patrimonio arquitectónico – el proyecto de renovación de las Torres de Fenicia en Bogotá es hoy, un buen ejemplo de esto- aquí se abre una vía, una obra pública sin haber previamente estudiado el impacto que tendrá sobre los sectores afectados, rediseño de espacios, de andenes, de las nuevas visuales  que, por un lado,  impidan el deterioro de lo que ya existe y por el otro renueve los lugares, los dignifique en el caso de los barrios apartados. Ya El Foro mostró la desaparición de parques, de andenes o sea del espacio público por excelencia, durante la administración anterior, algo que pudieron comprobar los visitantes. ¿Cuáles calles tienen hoy un recorrido sin obstáculos y sin peligros para el caminador de ciudad? Y si una ciudad no es peatonal ¿cómo puede hablarse de una ciudad democrática? La ciudad como la democracia, como el amor, es un gerundio, “caminando y haciendo ciudad”.  

Un leguaje eufemístico en el Foro Urbano Mundial

Darío Ruiz Gómez

En El Foro Mundial de Río el artículo primero de la Declaración final reza así: “El derecho a la ciudad debe constituirse como un derecho colectivo de las generaciones presentes y futuras a una ciudad sustentable sin discriminación de género, edad, raza, condiciones de salud, ingresos, nacionalidad, etnia, condición migratoria, orientación política, religiosa, sexual, así como de preservar su memoria e identidad cultural” O sea la concreción de los problemas que hoy en las ciudades continúan viviendo aquellos que son ciudadanos y aquellos que deben luchar para ser reconocidos como tales. En El Foro de Nápoles Amnistía Internacional convocó a reuniones para condenar la infamia de los desalojos. Recordemos al respecto que este tipo de atropellos por parte de algunos bancos debió ser condenado por el gobierno español ante las dramáticas escenas públicas a que este tipo de injusticia se prestó. Recordemos hoy en Medellín los cientos de familias desplazadas de sus viviendas bajo los imperativos económicos de los llamados Combos y su particular ordenamiento territorial, de los desalojados por no poder pagar hipotecas aberrantes.

El Foro de Medellín se convocó con la promesa de “compartir la fórmula que la convirtió en un ejemplo inspirador de renovación y equidad”. El Ministro de Vivienda ha dicho que uno de los factores decisivos para que Medellín sea hoy una ciudad más equitativa se debe a la construcción de las cien mil viviendas por parte de su Ministerio, lo cual obviamente no es cierto. Él mismo ha reconocido que no se puede seguir construyendo torres de vivienda sin previamente haberlos urbanizado, y haberlos dotado de los servicios y del amoblamiento que permitan que la vida se convierta en posibilidad de renovación, de cultura y no en verdaderos infiernos donde desaparece el intercambio social, se degradan las costumbres y surgen nuevas y más despiadadas formas de opresión.

O en un Foro prima el objetivo del análisis riguroso de las distintas problemáticas que vive la ciudad, enumeradas una por una, en la Declaración de Río o se cae en el facilismo de una rutina burocrática donde un leguaje eufemístico –“La mejor ciudad del mundo”, “La ciudad que innovó la equidad”- disfraza la dimensión dramática, insoslayable de una problemática que ya no da respiro y después de una tregua artificial, puede estallar de manera catastrófica. Una ciudad es siempre una problemática que se agranda permanentemente y por lo tanto debe ser enfrentada con los argumentos de la razón y no con los eufemismos de la patriotería provinciana. Unas escaleras eléctricas tiradas en un sector social deprimido no son un logro social sino un costoso capricho. ¿Por qué a ningún funcionario se le ocurrió mostrar las calles y los barrios tradicionales donde la vida de vecinos se ha afirmado contra la violencia y dónde el tiempo ha inscrito su memoria y su identidad y las arquitecturas no son modernas ni postmodernas sino solo arquitectura? Referirse a un desarrollo urbano con equidad es tener en cuenta que el patrimonio que los ciudadanos han construido a lo largo del tiempo no puede ser considerado como objeto de especulación ya que permitirlo es abrir las puertas a una violencia disfrazada de progreso.

Es necesario establecer, entonces, la diferencia que hay entre una crítica negativa, opuesta a toda renovación, a aceptar la incorporación de la pluralidad social, y, la crítica atenta a denunciar los eufemismos con que los mercaderes disfrazan sus negocios destruyendo la idea de ciudad, con que el capital mercenario se apodera de la fiesta y la manipula para sus intereses, con que se niega el derecho al reposo y se impone cínicamente el ruido, con que sigue mercadeando un tipo de vivienda degradante y anti urbana. ¿Cumplimos, entonces siquiera con algunos de los postulados de la Carta de Río o nos quedamos en la superficialidad? Es lo que nos queda por verificar.

Lo que fue confianza se tornó en ilusiones rotas.

Darío Ruiz Gómez

La marcha de la Dignidad reunió en Madrid a más de un millón de personas que protestaron por la falta de empleo, la privatización de la salud, el hambre. De la noche a la mañana lo que estuvo regido en España por el optimismo en la prosperidad, se tornó en desesperación ante la falta de empleo. Lo que fue confianza se tornó en ilusiones rotas. Esta desilusión se convirtió en el siglo XX en el Nihilismo o sea en el caer en la nada existencial. En el interregno que va de la terminación de la primera guerra mundial al inicio de la segunda, los comunistas fundamentan la esperanza en el advenimiento de una sociedad sin clases sociales pero preparan mientras tanto  patíbulos y Gulags. Ernst Bloch escribe “El principio esperanza”, Sartre siguiendo a Heidegger se limita a decir que “el ser humano es un ser para la muerte”. Teorías, especulaciones abstractas donde prevalece una triste resignación ante ese vacío.

Lo que demuestra la lucidez de Zygmunt  Bauman es señalar cómo en las tres últimas décadas las sociedades que confundieron el optimismo con el despilfarro, la esperanza con la adquisición de lujos, el futuro con el despilfarro económico fueron destruyendo sin misericordia alguna los fundamentos de la confianza mutua, de la fraternidad que une en las crisis, de la piedad que nos lleva a mirar en el rostro de los otros, nuestra propio destino. El consumismo no deja en su caída la imagen de un desempleado sino de un exconsumidor o sea de alguien que busca empleo en una economía en la cual el trabajo ya no cuenta. Lo contrario de lo que sucedió durante el llamado Crac del 29 cuando la ruina del sector financiero arrastró hacia la miseria a los trabajadores, empobreció los campos. La novela norteamericana nos dio la imagen de estos desempleados que hacen cola para recibir una sopa, que se vuelven vagabundos, o como en el caso de las mujeres se dedican a los oficios más humildes para sacar adelante a sus hijos.

Cuentos y novelas de William Saroyan pasaron a ser desde entonces la imagen de nuestra propia familia, el valor humano de la candidez, de la fuerza de lo solidario frente a la crueldad del sistema económico. Pensadores católicos como Gabriel Marcel  acompañaron al pobre recuperando la fe. Esta necesaria sentimentalidad bajo la cual se creó una estética de la solidaridad humana cambia radicalmente en la crisis del modelo industrial en los años 90 y su arrasamiento de toda esperanza tal como lo podemos ver hoy cuando la criminalidad se encarga de realizar el control social, el relato ya no es el de estos perdedores sino el de la estructura criminal: el thriller ocupa el lugar de la novela como análisis de sentimientos y costumbres. Los films de Todd Solondz desnudan la patética situación de las nuevas clases medias, el vacío que tratan de llenar recurriendo al psicoanálisis, la droga y la pornografía, la violencia convertida en espectáculo y la política en prolongación de un terrible simulacro.

La marcha de la Dignidad fue aprovechada, finalmente, por un grupo de agitadores en una feroz asonada para destruir lo que, para ellos, representa el escenario de lo que odian, cajeros, bancos, farmacias. Pero ¿qué piensan los verdaderos actores de la marcha o sea los desempleados, los muertos de hambre, los sin porvenir? ¿Qué pasó con los anteriores indignados? Amarga situación la de los parados: no contar con voceros propios. Ya sabemos lo que pasó con el falso líder agrario en Colombia, y nos damos cuenta de que los simuladores están tratando de ocupar el lugar de quienes deben ser los líderes espirituales de la comunidad en esta sin salida.

 P.D. Loable propósito el del Foro Urbano Mundial: ciudades para la vida.

El urbanismo como mentira.

Darío Ruiz Gómez


Las noticias sobre San Francisco son alarmantes: una burbuja inmobiliaria está poniendo en peligro la escala de la ciudad, esa equilibrada manera de hacer convivir el viejo casco urbano inmortalizado por tantos films, con la ciudad de los rascacielos. En Barcelona, Madrid los centros históricos llenos de vida, están siendo amenazados por un inesperado cambio de usos en lo que respecta a tipologías como farmacias, panaderías, librerías, para ser remodeladas para nuevos usos. Ya en los años 60 los bancos se levantaron destruyendo los viejos cafés tradicionales. Italia había marcado la pauta en cuanto a destrucción de estos patrimonios y su sustitución por arquitecturas comerciales que al entrar en desuso –a veces rápidamente- muestran su incapacidad para morir con dignidad estética. Este fenómeno, tal como lo evidencian tres novelas recientemente aparecidas, ya había sido analizado como una amenaza de la codicia irracional de los capitales emergentes.

En “Especulación” escrita por el genio de Thomas Wolfe en 1929, se denuncia los desastres que la especulación urbana causa en su ciudad natal como resultado de la codicia desmedida de grupos de empresarios, el paisaje, lo construido no cuentan en su afán desmedido de venta de terrenos para la especulación, de créditos de hipotecas, de construcciones sin las especificaciones necesarias y este huracán a cuyo paso se arrasa la conciencia moral, la justicia y que terminará en la desolación de la catástrofe financiera del llamado Crac del 29 recuerda lo que el capitalismo del siglo XIX supuso en Chicago imponiendo la fealdad. Aquello que Mumford llamó las “décadas oscuras”. La lucha de los grandes pensadores oponiéndose a estos atropellos es la historia de la incomprensión, de la intolerancia de los servidores de esta especulación “a nombre del progreso”.

La novela de Jhon Mortimer “El regreso de Titmuss” describe con ironía las preocupaciones de un personaje, heredero de un pequeño valle inglés y sobre cuya belleza va a caer un irracional plan de viviendas de altos costos, clubes sociales, piscinas o sea el escenario de los nuevos ricos manipulados en sus gustos por estos capitales y configurado por planificadores de ocasión como un verdadero Plan Parcial. El urbanismo como mentira. En este sentido y con tonos más vitriólicos la novela “Crematorio” de Rafael Chirbes – convertida en una buena serie televisiva- se adentra en el mundo corrupto surgido desde los trasfondos de esta economía, personajes podridos espiritualmente como Rubén el inescrupuloso constructor de estos grandes edificios edificados sobre la codicia desmedida, sobre el más despiadado arribismo y simulación cultural. Para Chirbes la destrucción del paisaje se convierte en el marco de referencia de este despeñadero moral porque el paisaje que desaparece fue el hábitat construido a través de generaciones de ciudadanos capaces de llenarlo de significados.

Liberen la mirada y fíjense en la manera acelerada con que una especulación sin escrúpulos respecto a los valores ambientales, defensa de las aguas, de los bosques nativos, del paisaje construido a lo largo de años por manos amorosas, está acabando de destruir un patrimonio como el del Oriente antioqueño. Conceptos manipulados como el de uso mixto han permitido que la vía de Llano Grande se llene de ventas improvisadas de materiales de construcción a la vista, al lado de malls que ya parecen abandonados a su suerte y por supuesto a un prematuro fracaso comercial. Urbanizaciones dislocadas unas de otras, la creciente contaminación de los ríos, han llevado por falta de planificación, de un  verdadero Plan Urbanístico, a un desorden que con el paso de los días convertirá este sector en una conurbación  desafortunada. Sin diseñadores gráficos, sin paisajistas, sin verdaderos defensores del medio ambiente, lo que debió ser un suburbio lleno de belleza y calidad de vida comienza a verse ya como el desorden y la fealdad.


Estudios y Encuentros Urbanos

FORO MUNDIAL: CIUDADES PARA LA VIDA
Darío Ruiz Gómez

Ya estamos prácticamente ad puertas del Foro Mundial sobre equidad urbana en el desarrollo de ciudades para la vida. El título parece muy rimbombante en momentos en que como lo acaba de señalar Zigmund Bauman en su último estudio, la inequidad crece de manera alarmante en el mundo y el abismo que separa una minoría de ricos de una mayoría que se empobrece radicalmente ante un cambio súbito en el juego de capitales libres que actúan sin ninguna restricción  y sin dejar beneficio alguno para las ciudades, para los ciudadanos; las ciudades obedecen hoy en su desarrollo a estos determinantes donde los capitales están por encima de los gobiernos y por lo tanto conceptos como planificación, ordenamiento territorial son enunciados vacíos pues los territorios dependen del especulador y no del planificador. De ahí la intensidad de la llamada conurbación en ciudades como los Ángeles, San Luis, ciudad del Cabo, Buenos Aires,  analizadas brillantemente por críticos como Soja, Mark Davis, aparentemente anillos de miseria pero en  realidad, entidades urbanas  independientes en su gobernabilidad, dominadas muchas veces por el crimen organizado como en Nápoles.


Una crisis económica que empobrece a las clases medias y las lleva como en el caso de Nueva York a abandonar masivamente la ciudad para irse a vivir al campo, mientras la especulación acoge a los nuevos ricos de Rusia, Croacia, Serbia, China. En Madrid según el más reciente informe ante la ausencia de un plan de ordenamiento urbanístico al número escandaloso de viviendas deshabitadas hay que agregar cerca de 128.000. Barrios fantasmas, poblaciones fantasmas, parias urbanos muriéndose de frío y hambre. ¿Es ésta la globalización del espacio urbano? Hace poco en la visita a la ciudad del Presidente de Alemania, éste, fue invitado a recorrer dos calles antes de llegar al Museo de Antioquia. Lo que vio le debe aún quitar el sueño, niñas prostituidas, alcohólicos tirados en las calles, suciedades, vómitos, el infierno de Dante. ¿Cuántas calles y qué recorridos a pié pueden aún hacer los diez mil visitantes  que nos visitarán en una ciudad donde el peatón no existe para los funcionarios urbanos?

El clásico recorrido de los Parques-biblioteca ya no se puede hacer pues se están cayendo por falta de mantenimiento. ¿Dónde están las nuevas avenidas integradoras de los barrios marginados? Medellín ha sufrido el impacto demoledor de todas estas afectaciones, aumento del número de desplazados pero también de habitantes de recursos provenientes del Bajo Cauca, Montería, y estos cambios demográficos exigen la visibilización de esta problemática donde la vida urbana se va modificando a través de nuevos actores que enriquecen la dinámica cultural, que reclaman nuevos espacios públicos y plantean una nueva ciudad que el viejo urbanismo reducido a densificaciones, sin una idea de ciudad, está siendo incapaz de enfrentar, de dar soluciones pues su lectura de ciudad es muy esquemática en manos de una burocracia de ocasión y no de equipos de trabajo a largo plazo. ¿Cuáles han sido los planes de renovación urbana? ¿Cuáles los de defensa y afirmación del tejido social en una ciudad donde los valores de cambio no han respetado el más importante patrimonio ambiental como lo es la calidad de vida de los barrios hoy amenazados por intervenciones irracionales?

Los  ministros invitados, los diez mil asistentes de 130 países asistirán a reuniones, comidas regionales y los académicos discutirán, supuestamente, con los ciudadanos. Es lo que corresponde protocolariamente ante tantos huéspedes ilustres,  pero lo importante es que ante los ojos de cada uno de ellos aparecerá una realidad que ningún funcionario por hábil que sea podrá ocultar.  Disimular la realidad con video beam, sería una demostración de infantil provincianismo. Lo importante son los aportes que sobre estas problemáticas se puedan dar a una ciudad que vive la explosión de una problemática demasiado compleja y que no da compás de espera.

El Rol de un arquitecto

LA BIBLIOTECA ESPAÑA Y LA ARQUITECTURA DIBUJADA
Darío Ruiz Gómez

Equivocaciones fatales en algunos de sus proyectos cometieron grandes arquitectos. El caso más reciente y más publicitado ha sido el del arquitecto Calatrava denunciado por la municipalidad de Venecia por fallos constructivos en un puente, en Valencia por deterioro en la cúpula de la Ciudad de las Artes y en una ciudad gallega por los mismos motivos. El lema de Louis Sullivan de que “la forma sigue a la función” fue como postulado de la modernidad, una directriz estética pero, fundamentalmente, ético frente al desafío que para el arquitecto y el ingeniero suponían los nuevos materiales de construcción. ¿Se puede diseñar un avión sin alas y en un material como el hierro colado? El rascacielos aporta un nuevo concepto de belleza y es el triunfo de la racionalidad  sobre unos materiales industrializados. Viollet- le- Duc el maestro que rescata las lecciones del gótico incorporando las posibilidades constructivas del concreto dice algo inolvidable. “Hay que hacer que los puntos de apoyo canten”

Había nacido una nueva poética, los puentes de Robert Maillart son objetos que recuerdan aquella definición de que el arte es la necesidad embellecida. ¿No miramos arrobados ese objeto que hizo José María Villa, el puente de Occidente, una forma autónoma que renueva un paisaje? La tecné, nos recuerdan los griegos, debe ir acompañada de la poiesis.  ¿Cómo logró Martín Rodríguez concederle una poética al  ladrillo y al granito en el antiguo Palacio Municipal?  Salmona fue un maestro eterno en esta voluntad de rescatar la nobleza del material como estructura y como imagen. Materializar un proyecto consiste en la capacidad de conceder una poética al material.  Los render de oficina hacen el simulacro de espacios, volúmenes que se entregan a un constructor que impersonalmente se limitará a darles apariencia física olvidando las posibilidades del material, sus alcances estructurales. Giancarlo Mazzanti dibujó madera para la fachada de un edificio anodino como Plaza Mayor, que a los pocos meses sufrió un prematuro deterioro y debió cambiarse a un alto costo. Fue su primer Premio en Medellín donde un grupo de aúlicos se ha encargado de hacer de él lo que se llama un arquitecto del Star System. Y lo que pone en claro las anomalías que se disfrazan detrás  de los llamados Concursos.


La Biblioteca España fue premiada en el Encuentro Iberoamericano de Arquitectura de Lisboa por unas fotos impecables. Los arquitectos presentes posteriormente en un encuentro de arquitectura en Medellín pudieron comprobar que esta forma retórica, sombría no correspondía a una estructura espacial determinada por las funciones de una biblioteca. Recuerdo la observación de un importante arquitecto extranjero: “Esto no es un auditorio, es un anfiteatro”. Hoy la cubierta ha mostrado su irremediable deterioro por un garrafal error de diseño . Los constructores han mostrado los documentos donde señalaban estos errores.  Y a renglón seguido se ha destapado, por fin, el deterioro terrible de su Biblioteca de La Ladera, suelos podridos, goteras, un espacio ya inutilizable. Y en Bogotá Germán Téllez el crítico más importante de Colombia acaba de señalar en otras obras de Mazzanti estos mismos y graves problemas producidos por una arquitectura de rénders  de un arquitecto incapaz de materializar sus proyectos, de darles espacialidad  poética. La Alcaldesa de Cultura acaba de decir que ya están listos los cinco mil millones para reparar ese daño en la cubierta y las fachadas de la Biblioteca España, olvidando que de los dineros públicos ningún funcionario puede disponer alegre y dulcemente mientras la justicia no señale al culpable de este deterioro. ¿Cuánto costaría volver a hacer la Biblioteca de La Ladera? A Calatrava le toca con su dinero pagar los daños que hizo en Valencia, y, está demandado en Venecia. 

Tecnotropolis

CIUDAD Y ESCALA HUMANA
Darío Ruiz Gómez
Los llamados grandes proyectos no sólo terminan por tragarse el presupuesto municipal sino que dejan en el olvido el resto de los territorios, ya que la desenfocada magnitud de los proyectos tomados como visionarios, dejan en el olvido las impostergables tareas diarias de mantenimiento y renovación de las aceras y calzadas, la señalización de las nuevas vías, los derechos del peatón. Lo que ampulosa y retóricamente se suele llamar por parte de la tecnocracia, “gran escala” no es otra cosa que la caída en la desproporción o sea en el desfase, por ausencia del seguimiento necesario mediante el cual se aterriza, racionalmente, cualquier proyecto para que no se salga de escala. Este desfase entre nosotros suele darse como aumento elevado de los costos mediante el incumplimiento aceptado de la fecha de entrega. El arquitecto Calatraba es autor de algunos de estos engendros colosalistas como la Ciudad de los Artistas de Valencia donde el ampuloso diseño futurista – en su resquebrajado escenario se está filmando una película de ciencia ficción- no contó, paradójicamente, en su construcción con la debida racionalidad tecnológica.

El reclamo de Mies Van Der Rohe de que “Dios está en el detalle”, es un llamado de atención sobre la necesidad de conservar la escala humana recabando siempre en el detalle del acabado, de conceder una poética a los materiales, de rescatar la manualidad, lo que olvidan los proyectos dibujados y abstractos. El detalle de un pasamanos en una calle de barrio, los acabados de una jardinera, el valor estratégico de los pequeños parques como remansos en medio de una ciudad crispada por un falso delirio tecnológico. Unas escaleras eléctricas en medio de un paisaje precario de ciudadanos que no pueden pagar los servicios, es un despropósito mayúsculo que ilustra a dónde puede llegar la ausencia de lógica en la aplicación de la tecnología. ¿No era más importante un programa de mejora de viviendas, de renovación urbana?

Cuando Jane Jacobs hace la crítica demoledora de las grandes freeway que, fragmentan los sectores urbanos en lugar de acercarlos para el intercambio social, llama la atención sobre la importancia que tiene en la afirmación del tejido social, la conservación y defensa de las pequeñas calles de vecinos, las panaderías y bares de barrio. “El fracaso de la utopía progresista, reflejado en la destrucción de la ciudad –decía Fulvio Irace en 1986- y en la crisis de la ideología urbana, ha terminado por trastornar, en su ruinoso derrumbe, la idea misma de arquitectura”. Dentro de las urbanizaciones privadas y no como parte de la ciudad se erigió una arquitectura desafiante sin espacialidad urbana, se construyeron obras públicas sin ninguna calidad, legitimadas, aparentemente por la nueva tecnología. Pero esto no fue sino aquello que ilustra el genial dibujo de Goya: “Los sueños de la razón producen monstruos”. Los grandes proyectos son los grandes contratos en manos de una tecnología sin ética y para la cual lo primordial son las ganancias inmediatas. La otra ciudad y sus calles, sus parques, fueron olvidadas y agredidas y hoy cuando ya no hay tierras para la especulación, sus pobladores son desalojados por grupos violentos con fines especulativos.

Entre el desbocado espectáculo de una movilidad enloquecida, el territorio de la ciudad se ha convertido en una serie de islas desconectadas unas de las otras, lo que impide que se cumpla una cita, que se llegue cumplidamente al trabajo, que el transporte justifique su tarea, que estén conectadas las distintas programaciones cívicas y culturales, que las familias se visiten. ¿Cuáles sino éstas, son las premisas para proyectar una ciudad a escala humana? Si desaparece el vecino ya no hay ciudad lo dijo Lipovesky. ¿Puede imaginarse mayor innovación que recuperar la escala de una ciudad humana?

La Calle, el Barrio y la Revolución Urbana del ciudadano a pié

REGRESANDO A LA CIUDAD
Darío Ruiz Gómez

En Medellín el peatón no debe de ser un actor de reparto
Hace muchos años Luis Racionero al analizar la problemática de la ciudad recordaba que la revolución urbana contra el centralismo, comenzaba por la calle y luego por el barrio, o sea, sacando de las generalizaciones de los planificadores, la realidad de una calle que a través de la vida de sus vecinos se había llenado de significados intangibles. Y, el barrio como el núcleo urbano donde la historia de cada calle fundamentaba una  trama  que se visibilizaba en el uso común de los espacios, generando así la identificación en una experiencia compartida. Músicas, ritos, la presencia de los muertos, de los ausentes pero a la vez la fresca presencia de niños y jóvenes reconociéndose en un territorio sentimental. La revolución urbana que el pensamiento de Henry Lefevbre adelantó con su implacable análisis sobre la deshumanización de la ciudad, sobre el alcance dañino que nacía de la visión de planificadores que desconocían la verdadera realidad de la calle y el barrio, comenzó por la visión in situ de los espacios urbanos, de los lenguajes de las esquinas y de una morfología opuesta a la racionalización abstracta de la ciudad.

El Concejo de la ciudad debía ser por lo tanto ya no la hegemonía de los grupos de poder económicos y políticos sino la expresión y representación necesaria de la pluralidad de voces provenientes de cada grupo social, de cada calle y barrio, la representación decisiva de las mujeres, de los trabajadores, de las clases medias. O sea la presencia viva de la ciudadanía y no de grupos de oportunistas llevados allí por la inercia de una perversión de la idea de política. A estas consideraciones debemos agregar la discusión sobre el concepto de centro-periferia, decisivo en  la incorporación  de los barrios para hacerlos parte de la dinámica de la ciudad, y,  la visibilización de lo que era considerado como borde, afuera. O sea espacios condenados a la segregación. Por esto se habló de la transparencia como la necesidad democrática de derrumbar barreras, obstáculos que impedían el derecho a la libre circulación, a la integración de los diversos territorios de la ciudad, conservando su diversidad y desde éste el derecho a la equidad.

Plantear el problema de las identidades y las diferencias suponía no un enfrentamiento entre lo público y lo privado sino el darse cuenta del enriquecimiento espiritual que supone el reconocimiento de los Otros, la aceptación de las diferencias, contra la visión unidimensional de la sociedad, el desconocimiento del aporte de los nuevos grupos sociales  y el reconocimiento de los desplazados, de los llegados de otras regiones. Lo que lleva a una reconsideración de las territorialidades, al reconocimiento necesario de los nuevos actores urbanos. La densificación absurda de los Planes Parciales, que volvió a desmembrar la ciudad, no tuvo como premisa nuevas vías, calzadas peatonales para hacer frente a la desbocada movilidad, ni tuvo presente esta diversidad social.

Lo que desnudó el hecho de carecer de una verdadera infraestructura física puesta de manifiesto en la incapacidad de adaptación al terreno, desaparecidas disciplinas necesarias como la ingeniería hidráulica, los verdaderos estudios geológicos, a través de los cuales se hubieran evitado  agresiones contra el medio ambiente que han llevado a desastres tan terribles como el de Space. La ciudad capitalista señaló Marx hace más de un siglo se caracteriza por cambiar el valor de uso de los espacio cívicos por el valor de cambio que lo convierte todo en mercancía. Volver a ver la ciudad supone des-ideologizar la mirada y descubrir que el pálpito de la vida urbana siempre estuvo ahí, en la ciudad real que diariamente consagra y legitima el ciudadano de a pié. 

“Construir en lo construido” o Planificar a 15 años


Darío Ruiz Gómez

El proceso de una ciudad supone siempre procesos de racionalización de los diversos problemas que con el paso de los días van surgiendo: la planeación urbana reconoce los problemas que crea un aumento acelerado de población, los cambios de costumbres y de usos que surgen con la presencia de emigrantes venidos de otras regiones, de desplazados urbanos, modificaciones silenciosas del mismo lenguaje, de las gestualidades, de las músicas o sea del uso y apropiación de los espacios públicos. Planificar una ciudad como Medellín a quince años es suponer que la sociedad, los grupos sociales son homogéneos y las costumbres inalterables. Medellín cada cinco años cambia radicalmente en todo sentido pero principalmente bajo lo que aún hoy podemos considerar como una desenfrenada especulación urbana. Si de verdad los planteamientos urbanísticos de Fajardo y de Alonso Salazar hubieran estado encaminados a derrumbar barreras o sea a integrar con igualdad desde la diferencia, los distintos sectores y barriadas, no hubiéramos caído en el error de abandonar las periferias dejándolas caer en manos de la delincuencia, no hubiéramos perdido el Centro como eje estructurante y como espacio simbólico de la ciudad cívica.

El ejemplo de Bilbao consistió en defender una morfología urbana, una fisonomía reconocida proyectando la nueva ciudad, los sectores de renovación a partir de lo que Francisco de Gracia llama lo construido. “Construir en lo construido” gracias a planes de renovación urbana, de rehabilitación de áreas en deterioro ya que al igual que Medellín, Bilbao sufrió una terrible crisis a partir de la desaparición del modelo industrial que contaminó las aguas de la ría, la atmósfera y dejó en la ruina a las barriadas obreras. Vino la crispación urbana ante un derrumbe que parecía definitivo  y fue salvada gracias a un verdadero proyecto urbano de lo que debería ser una nueva ciudad. La idea de ciudad pensada desde la necesidad de racionalizar la problemática planteada por el crecimiento desmesurado del parque automotor, por la demografía y las nuevas formas de economía, desaparece en Medellín bajo los imperativos de una especulación camuflada en una pobre ideología del progreso así como entra en desuso la racionalidad tecnológica pues el ingeniero, el especialista son sustituidos por improvisados funcionarios nombrados como cuotas políticas. Mayor Mora ve la crisis de estas disciplinas en la crisis del modelo pedagógico de la Escuela de Minas.

El infame puente de la calle cuatro constituye  la desaparición de los valores éticos de una disciplina como la ingeniería, amén, de un relajamiento moral de la burocracia que nunca es condenada por sus desaciertos. Hoy, Denise Scott Brown, la gran urbanista acaba de cumplir ochenta y tres años, sus lecciones sobre la renovación de la imagen urbana, de los sistemas visuales de señalización puestos de presente en Filadelfia nos muestran la irresponsabilidad con que la burocracia supuestamente planificadora fue incapaz de crear en Medellín una nueva imagen bajo un nuevo orden que rescatara del caos y la fragmentación lo que se quedó como desorden y muestra de incapacidad de nuestros profesionales.

Lo que acaba de suceder con el metro viene a demostrar que la burocracia de la llamada Área Metropolitana vive distraída en qué sabe qué elucubraciones futurólogas, mientras la tarea de mitigación y mantenimiento del cauce del río, de la previsión de posibles desastres geológicos, para las cuales cada año se destina un presupuesto, quedó olvidada bajo minucias burocráticas que desconocen la complejidad que supone la metropolitanización de unos territorios, la racionalización  de la estructuración de los distintos sistemas de transporte. Ya lo dije en su momento, la ingenuidad del Alcalde Gaviria consistió en no darse cuenta del legado de improvisación, de irresponsable desatención a las estructuras de la ciudad, que, las dos alcaldías anteriores le dejaron. 

Cuando un símbolo se desgasta, cae en la caricatura...

Darío Ruiz Gómez

En el “Dieciocho Brumario” Marx describe lo que sucedía a ras del reinado de Luis III el personaje que lo lleva a decir que la Historia se da primero como tragedia –Napoleón Bonaparte- y después como farsa caricaturesca, o sea ese lánguido gobierno de nuevos ricos, comerciantes de baja estofa, remedando a Roma con el foro, el coliseo, vestidos en medio de su ordinariez de patricios. La misma figura de Marianne avanzando entre las barricadas con la bandera de la libertad, es una estampa cursi pues perdió su significado. Crear un símbolo característico fue siempre el anhelo de cada grupo político, Speer diseñó la emblemática nazi, la hoz y el martillo fueron el símbolo del comunismo, los neonazis se rapan la cabeza, el puño en alto característico de los comunistas es utilizado por derechistas, profesores, estudiantes que se identifican con la causa indígena se disfrazan de indígenas que no conocen, ya de la imagen del Ché se han apropiado clubes de niños exploradores.

Porque cuando un símbolo se desgasta, cae en la caricatura, inevitablemente. En “El gran dictador” Chaplin comienza por caricaturizar la simbología nazi convirtiéndolo a la vez en burla de todo totalitarismo político o religioso. El dictador Stalin se vestía de dictador, actuaba como el fonomímico de sí mismo tal como lo hacían Castro o Caesaescu, el Mono Jojoy. Siempre hay que inventar un enemigo para justificar el atropello y el preferido de estos dictadores han sido siempre “los ricos” a pesar de que ellos se hayan enriquecido descaradamente. Daniel García Peña compañero de Petro en su carta de renuncia a ese movimiento político, lo describe como un personaje a quien el poder deformó de inmediato, a quien las ansias de absolutismo le inflaron el ego y lo transformaron en un ser intratable. Rápidamente en su confusión ideológica se colocó la máscara de supuesto líder carismático y recurrió al demagógico y peligroso argumento de dividir la ciudad entre el Sur pobre y el Norte de los ricos malos.

No hablemos de si la sanción del Procurador fue desproporcionada, hablemos de lo que el petrismo tenía preparado y sacó a la plaza pública: ahí no estaban los indignados ni los pobres del Sur, ni los desplazados, ahí estaba presentada como la “irrupción histórica de las masas” una burocracia robotizada y aleccionada de antemano, o sea el despliegue de un simulacro revolucionario con “guardia indígena”, escuadrones juveniles y coros, recogidos por una red de buses. El Canal Capital se encargó de recordarnos el papel que juega la t.v. en un régimen totalitario: consignas, montajes, repetición de imágenes, propaganda. En una foto al lado de Petro vemos a un indígena de Tacueyó, a un papero vestido de campesino, a un etnólogo disfrazado de pielroja, sólo que éste, cambió el rojo por el color verde para afirmar el identatarismo petrista. Pero ¿cuándo fue de izquierda el M19 o sea la Anapo? ¿Puede su socialismo demagógico identificarse con el programa de una izquierda democrática nacida de la autocrítica? ¿Frente a un incapaz como Petro, ser de izquierda consiste en apoyar su incapacidad a costa de los derechos ciudadanos, a costa de la verdad? ¿Dónde planteó realmente una Bogotá más humana? ¿Dónde planteó la humanización de la Bogotá más excluida?

Sustituyendo a las verdaderas minorías explotadas y dejadas en el abandono por parodias folclóricas, acrecentando un odio telúrico contra los ricos, este chavismo trasnochado, en contra de la madurez política con que se debió enfrentar la difícil problemática capitalina, lo que hizo vivir, realmente, es el surgimiento del fascismo con su autoritarismo, con su negación al debate de ideas, o sea, lo que Petro terminó por mostrarnos, para que ya, nadie se lleve a engaño.

Los ojos de los ofendidos son implacables

Darío Ruiz Gómez

Nuestra  crónica ausencia de autocrítica, es la demostración de nuestra incapacidad para la reflexión sobre lo que nos acontece, sobre aquellos factores traumáticos de nuestra vida política que han dejado cicatrices, heridas imborrables. De este modo se ha eludido enfrentar graves acontecimientos, tragedias sociales que el poder ha convertido en anécdotas para no asumir lo que esos interrogantes comportan. Finalmente nadie es culpable, nadie es responsable. Cuando se creó el llamado Frente Nacional, supuestamente se inició la paz olvidando que este pacto entre dirigencias liberales y conservadoras que milimétricamente se dividieron la burocracia, dejó por fuera las terribles secuelas sociales de este enfrentamiento, las heridas de los masacrados, el destino de las familias sacadas de sus heredades, la desaparición en la miseria urbana de millones de desplazados. Lo que se ocultó fue la concentración de la tierra en pocas manos y  a quienes se lucraron de esta tragedia.

Pero las heridas no se borran cuando no se han reparado las ofensas, cuando el rencor pervive en el corazón de los huérfanos. Pablo Escobar no sólo fue un asesino compulsivo, el motivo hoy, para horrendas telenovelas, sino ante todo el detonante de un proceso de acelerada  degradación de toda una sociedad, no solamente de los estratos populares sino de un sector de la clase dirigente, de la clase política. Esto incluye, recordemos la manera cómo degradó a las Farc, al régimen de los hermanos Castro. Recordemos el fusilamiento sin juicio previo del  Coronel Ochoa por sus vínculos con el Cártel de Medellín y, desde ahí, la creación de una gran superestructura criminal que ha extendido sus tentáculos al mundo. En el caso de México esta superestructura prácticamente se ha convertido con sus dominios territoriales en un Estado paralelo con la vigencia de sus propios códigos.

El Narco Estado Mexicano
Como lo ha señalado Moisés Naím se puede hablar hoy de la existencia de narcoestados. Y Venezuela es un ejemplo de esto. Pero si bien es cierto que este vértigo terminó por arrasar muchos de los valores inalienables de nuestra sociedad es importante recordar a un sector del empresariado y de la clase dirigente que fue capaz de enfrentar este reto desigual y defender los valores de la vida civil, oponerse a ese nuevo Becerro de oro, mientras ese vértigo terminó por arrasar a muchos de quienes creyeron que una vez beneficiados podían olvidarse de esos códigos criminales implacables. El proceso 8.000 es un ejemplo de la manera en que estos capitales fueron capaces de tentar conciencias débiles, proclives al espejismo de hacerse ricos rápidamente.  Por que  bajo esta idolatría de la riqueza fue donde al justo se lo identificó con el bobo, con el incapaz de caer en la engañifa y la sordidez, de manera que se ofendió a la mujer, al honesto, al niño, a la juventud, a los ideales puros de una nación.


Medellín preocupa por "narcoturismo y la explotación sexual.
¿Qué nos dejó entonces este vendaval que arrasó con nuestras tradiciones civilistas?  ¿En qué medida nuestra clase dirigente ha  sido capaz de recuperar la vida democrática, medida del justo, frente a los códigos de la criminalidad institucionalizada? ¿Sí valió la pena la sangre de tanto juez sacrificado? ¿Cuántos dirigentes en medio de los días de espanto que vivió Medellín huyeron de la ciudad? ¿Combatimos el egoísmo con la solidaridad, afirmando las bases de una nueva sociedad civil? Aquello que una sociedad oculta por incapacidad para enfrentar las consecuencias de la cobardía o negligencia moral de su clase dirigente en asumir la verdad y fundamentar una nueva vida social basada en la reconciliación a partir del reconocimiento de los errores, pues no hay olvido sin reconciliación, terminará por hacerse evidente un día. Los ojos de los ofendidos son más implacables que las normas de lo que se ha llamado justicia.

La ciudad verdadera


 Medellín sede del Foro Urbano Mundial. Foto Henry Agudelo. Septiembre 2012.

Darío Ruiz Gómez

El propósito de Albert Speer el arquitecto de Hitler fue muy preciso: arrasar las arquitecturas que conforman a través del tiempo el palimpsesto urbano para construir la nueva arquitectura, los nuevos escenarios de la sociedad aria. El maligno talento de Speer determinó los espacios propicios para los desfiles de las multitudes sometidas bajo la presencia de los símbolos nazis. Arrasar fue, también, curiosamente, aquello que alentó los bombardeos sobre trece ciudades alemanas por parte de la aviación Aliada, tal como lo recuerda en un texto magistral, “Sobre la historia natural de la destrucción”, G. W Sebald uno de los grandes escritores contemporáneos. El caso de Dresde arrasada por los bombardeos británicos supuso la muerte de 40. 000 habitantes. Fue en este punto, iniciada la Paz, donde, en el comienzo de una nueva vida no han dejado de plantearse dilemas morales como el del olvido y el perdón, el del silenciamiento de la tragedia para eludir responsables directos. Y, como corolario de esto, el problema de las víctimas.

Recordemos la insania con que las FARC durante las conversaciones de Paz del Caguán, se dedicó a destruir poblaciones enteras en un alarde diabólico de capacidad destructora, fusilamientos de población civil, cilindros de gas repletos de metralla, irrespeto al espacio sagrado de las iglesias. Nadie llegó a imaginar que la economía sometida a las leyes propias de los nuevos capitales se iría a convertir en las últimas décadas en una fuerza arrasadora tan insana como la que esos ejemplos ilustran. En este caso el consumismo ha supuesto el arrasamiento urbano, no para construir una nueva ciudad, para propiciar nuevas espacialidades sino para sustituir los espacios cívicos con simulacros escenificados, para destruir el barrio y convertirlo en lugares de aislamiento e insolidaridad, para destruir la belleza de las arquitecturas de las antiguas aristocracias y sustituirlas por el mal gusto de los nuevos ricos.

La demostración del poder de este tipo de capital que aquí se llamó “subterráneo”, se puso de presente con la presencia de los grandes capitales del narcotráfico en el comienzo de la especulación inmobiliaria hacia los años 80 y el arrasamiento de la malla urbana, de las arquitecturas vigentes para colocar a cambio una arquitectura anodina, curiosamente firmada por prestigiosas empresas de la construcción, por Alberts Speer de ínfima categoría estética. Este proceso de arrasamiento se detuvo, momentáneamente, con el asesinato de Lara Bonilla. Ya para estas fechas la Oficina de Planeación había desaparecido en sus funciones regularizadoras de estos cambios inesperados y dañinos y el suelo urbano comenzó a ser manipulado a su antojo por la nueva especulación.

Pero si observamos hoy la geografía colombiana, el arrasamiento del paisaje histórico, del perfil de las arquitecturas tradicionales, se produce, con la impostación de las manidas torres de vivienda, de lujosas unidades residenciales de fin de semana de estilos nórdicos, mexicanos. Creo que quedarse en el simple análisis de lo que significa, el concepto deformado de densificación, es quedarse en la superficie del problema olvidando que el verdadero fondo de estos desmanes lo constituye la presencia de capitales cuyos propietarios son tan efímeros como lo indica su origen inestable, la precariedad social de cada hornada de nuevos ricos que produce.

Rescatar de los politiqueros el concepto necesario y urgente de Planeación, con profesionales idóneos, conocedores de los nuevos usos, de las nuevas problemáticas urbanas, del significado real de las territorialidades a reconocer, la creación de un pensamiento crítico de estos desmanes y defensor de un crecimiento bajo parámetros para los cual es más importante la rehabilitación de sectores deprimidos, la resemantización de los barrios tradicionales, que, estas construcciones inhumanas que destruyen la ciudad verdadera, se constituye en la única respuesta posible para que sea propicia una nueva cultura ciudadana dentro de la pluralidad y el respeto a los demás.

La ausencia total de planificación


Darío Ruiz Gómez 

En una entrevista del canal de “Teleantioquia” a un grupo de constructores, uno de estos, anuncia que en Sabaneta tiene cincuenta proyectos de vivienda. Lo que más sorprende al visitante de este municipio es la manera como cambió la imagen de la población con la inmisericorde proliferación de torres de vivienda y una irracional densificación  que no tuvo en cuenta las normas urbanísticas que exigen, universalmente, un debido retiro de la acera, áreas de recreación, escala, trazado de vías, amoblamiento,  lo justo ante la presencia de una nueva población. Porque ante la ausencia total de planificación se ha comenzado a destruir la malla existente, caotizando la vida cotidiana de los antiguos habitantes. ¿Estaban preparadas para esta densificación las redes de acueducto, de electricidad, de alcantarillado? ¿Fueron construidos los nuevos recolectores de aguas negras? ¿Previó la Secretaría del medio ambiente la protección del paisaje como uno de sus valores más característicos, caso de la cuenca de la quebrada “La doctora”? ¿Previó la necesidad de defender los valores ambientales de los viejos barrios como un necesario valor de referencia?

Sabaneta Campeón
Es en este punto donde la reglamentación debió ser más intransigente ante los llamados constructores y su desmedida densificación que ignoró la necesidad de equilibrar, sin trauma alguno, las nuevas construcciones con el casco tradicional. La tarea previa de urbanizar los terrenos no se ha cumplido y el desorden comienza a mostrar sus efectos letales.¿Dónde estaba la oficina de Planeación? ¿No se habló de Sabaneta como el nodo de un plan ejemplar de integración con los municipios vecinos y de construir el rascacielos más alto de Latinoamérica? ¿Qué clase de urbanistas fueron capaces de engañar a los ciudadanos y autoridades con semejantes despropósitos? Cuando otro de los constructores entrevistados dice orondamente que aún quedan para densificar barrios como Belén, La Floresta, La América, se está refiriendo nada menos que a los barrios que se salvaron de esta locura inmobiliaria que acabó con El Poblado, Boston, Buenos Aires, barrios  donde todavía hay calles y arbolado,  esquinas, vida de vecinos, escala arquitectónica, una forma de urbanización que debe ser defendida como el derecho de sus  habitantes  a vivir en los espacios que legitimaron.

Es aquí donde me pregunto por la ausencia de una entidad como el Área Metropolitana supuestamente encargada de la planificación ambiental del desarrollo urbano de los distintos municipios que la componen, encargada de velar por la calidad urbana de todo el Valle de Aburrá, por la debida reglamentación de la construcción, evitando que los bordes urbanos se conviertan en tierra de nadie, que los constructores olviden las reglamentaciones vigentes y necesarias para la convivencia ciudadana, evitando mediante los debidos y periódicos informes, tragedias anunciadas como las de La Gabriela. El urbanismo es siempre la responsabilidad de contar con una lectura precisa de los distintos procesos urbanos  evitando  que estos caigan en la anarquía, impidiendo  los  abusos contra los ciudadanos.  Esto es evitar las consecuencias de deterioro, lumpenización,  propios de las malas  soluciones de vivienda y de la pérdida del tejido social a través de la especulación.

¿Solamente responsabilidad de los Curadores? La politiquería, el amiguismo han ido permitiendo que  algunas de estas entidades caigan en manos de personas no idóneas que desconocen la complejidad de una problemática, cuya solución es fundamental para resolver los problemas de absurda inequidad que vivimos, el desplazamiento, como abierto despojamiento de la propiedad, la presencia creciente de gentes de la Costa y del Chocó, de los pueblos, que buscan ser integrados a la vida de la ciudad, bajo un replanteamiento territorial,  el aumento del desempleo, complejidades económicas, políticas, que no están siendo enfrentadas debidamente, tal como lo exige una ciudad cuya estructura social se ha modificado radicalmente debido a los conflictos internos, a la presencia de capitales sin origen conocido. 

¿De qué manera puede el arte acercarse al sufrimiento humano?


Darío Ruiz Gómez


Digamos que, lleno de entusiasmo, camino hacia el antiguo Museo de Antioquia para, luego visitar el edificio de la Naviera de 1934 que se ha reciclado para alojar algunas de las obras del último Salón Nacional de Arte. Mientras camino, voy descubriendo a mi alrededor, las gentes que en gran número se mueven por la avenida y las calles que rodean al Museo de Antioquia, la plaza de las esculturas, gentes de origen popular, vendedores ambulantes, prostitutas, tipos de dudosa pinta. En cualquier ciudad del mundo la presencia de este tipo de público enriquece los lugares, muestra la presencia de la cultura popular, convive, pero, en los últimos años en Medellín detrás del ciudadano común se ha ido disimulando el atracador, el asesino, el proxeneta, y lo que fue el espacio de unas expresiones populares  ha sido dividido en fronteras de terribles dueños. Guayaquil fue históricamente un sector de encuentro de negociantes, de músicos, de poetas de la noche, o sea de esa contracultura que renovó la lánguida cultura oficial.


El cambio de propietarios de esos espacios, el cambio de usos del suelo, desalojó a esos actores, a esos escenarios y Guayaquil quedó como una tierra de nadie en manos de lo peor en las calles, sin música, sin protagonistas urbanos. Lo que fue bullicio, dinámica, humor callejero se tornó en miedo y suspicacia. La abigarrada estética de la calle, del comercio, esas inesperadas tipologías de baratillos y cafés ha dado paso a la exhibición impersonal de  objetos de un contrabando que destruyó el comercio de la manualidad, la pequeña industria manufacturera, cuya desaparición ha supuesto una gran catástrofe cultural. Cuando se transformó el antiguo Palacio Municipal en el actual Museo de Antioquia se planteó una propuesta urbana necesaria: la creación de un nuevo espacio cívico que cumpliera la labor simbólica que tuvo el parque de Berrío, rescatar mediante un corredor carreras como Cundinamarca, Cúcuta, Carabobo, salvando los barrios amenazados por el deterioro y rescatando del aislamiento a la Universidad de  Antioquia, replanteando la abusiva demolición que impuso la avenida Oriental.

Pero yo iba a visitar el Salón Nacional y es lo que he hecho caminando por entre un escenario descompuesto donde un vendedor de aguacates ha colocado orondamente su carretilla en el cruce del semáforo y donde cada quien corre para cruzar la avenida pues nadie respeta las señales de tránsito. Grupos de mendigos campean a sus anchas, vendedores de droga y alcohol, de tinto. ¿Qué es el arte? El magnífico video de Clemencia Echeverri muestra una manada de reses que se mueven frenéticamente hacia el sacrificio, la imagen se repite entre el ruido sordo de una máquina, el crepitar de las llamas de helecho. ¿De qué manera puede el arte acercarse al sufrimiento humano? Al llegar al edificio de la Naviera me encuentro a un grupo de deshechos humanos tirados sobre la acera, no son mendigos sino homúnculos destruidos por el hambre y la enfermedad, por la recóndita tristeza de sus cuerpos vencidos.

¿No acabo de ver en cuclillas, metida entre el hueco de una escultura de Botero, los ojos desasosegados, la piel verdosa, el cuerpo en los huesos, de una niña abandonada que, asocio, inevitablemente, con esas nobles bestias que esperan el cuchillo del verdugo? ¿Dónde han quedado la misericordia y la piedad?  A nombre del progreso se dispersó la comunidad de vecinos de mi adolescencia, se cometió un crimen urbanístico que merecería la condena de un Tribunal de Justicia y esta destrucción se hace más doliente en la medida en que nunca se renovó el sector dando una opción de vida necesaria a la ciudad. ¿Qué nos sucede cuando salimos del museo y nos topamos con estos cuadros de dolor? “La literatura, dice Camus, no vale la vida de un niño que muere de hambre”.

La Fealdad de una urbe abstracta


Como “blasée” definió Simmel al  ciudadano  indiferente  ante lo que sucede a su alrededor, ese ciudadano para el cual le son indiferentes, la corrupción, el caos, la fealdad urbana, ciudadanos de una formación académica, empresarios, quienes consideran que referirse a problemas como el caos vial, la pérdida de las áreas verdes, o sea los problemas de la ciudad en que viven, le deben ser ajenos porque son propios de gentes vulgares. Este tipo de conducta, insensibilizada, desgraciadamente, ha  afectado a gran parte de aquella población que  padece cada día el deterioro de su calidad de vida, porque, además, la relación entre ciudadanía y gobierno de la ciudad, ha venido siendo sustituida por organizaciones politizadas, por instituciones de falsa representatividad, que disfrazan la realidad con una retórica claramente populista.

Que se engañe a los ciudadanos pavimentando chapuceramente unas vías, que se utilicen pésimos materiales en la construcción de puentes y sardineles, que se pierda el dinero de unos estoperoles luminosos que salvarían vidas en un cruce de vías, que se arruinen los jardines por falta de mantenimiento, es la indicación de la desidia burocrática pero también la prueba que se coloca a nuestra capacidad de reacción ética ante lo que constituye una corrupción. Cuando se protesta una y otra vez ante los funcionarios, sin encontrar respuesta, puede ser el comienzo de nuestra entrada en la apatía cívica, pero ante todo la certificación de que los funcionarios han abandonado el funcionamiento de la ciudad.

La tarea fundamental de una sociedad consiste en la construcción de una vida cotidiana hecha de confianza en los espacios para el diario transcurrir, para ese silencioso intercambio social que se produce en las calles, entre el bullicio de las distintas actividades, entre la infinidad de voces, la bulla de las conversaciones en cafeterías, restaurantes, los ecos vivos y cambiantes que se constituirán con el paso del tiempo en nuestro gran patrimonio intangible porque lo que certifica que la ciudad  vive no son los altos y mudos edificios que son la negación de lo urbano sino, como recuerda Castells, la vida de las calles, el tejido social. O sea los lugares donde aún persiste la virtud de la solidaridad, la capacidad de bautizar los lugares con nombres surgidos del afecto y no de nomenclaturas abstractas. Porque estoy hablando de virtudes humanas que no han desaparecido pero que son agredidas permanentemente por los planificadores de una ciudad abstracta, que, es la conclusión a la que podemos llegar hoy en Medellín.

¿De qué modelo de ciudad pueden hablar los antropólogos foucolianos, los semánticos, los supuestos imitadores de ese fracaso urbanístico que es Barcelona?  La otra ciudad que ha sido ignorada, estigmatizada, reducida a una estampa de sicarios de telenovela, la ciudad construida con tipologías surgidas de usos y costumbres propias y no de patrones abstractos, esa ciudad de calles y vecinos merece un close-up que nos permita reconocer que sigue viva y es un modelo de ciudad que hay que defender. ¿De qué modelo de ciudad hablamos, disfrazando los efectos nocivos de un POT planteado solamente bajo un concepto especulativo o sea desconocedor de estas realidades sociales, de estas virtudes urbanas, desconocidas por Planes Parciales manipulados por  “especialistas” que sólo justificaban la densificación para destruir el tejido urbano? Si no hay un pensamiento que parta de considerar que la ciudad no es una empresa comercial que debe ser manejada por ejecutivos, sino, un proyecto para la vida ciudadana  plural, incluyente, metropolitana, y, que la tarea del funcionario público consiste en defender  los derechos del ciudadano de la voracidad de la especulación, recordando que las obras públicas no son cuantiosos contratos a veinte años sino soluciones racionalmente planteadas para el futuro inmediato, si no contamos con un modelo de ciudad para los ciudadanos, entonces creo que debemos rezar para que Batman regrese a Ciudad Gótica y nos saque de esta oscuridad.

Las manos sobre la ciudad, "la huella de la locura codiciosa”

Darío Ruiz Gómez


Habrá que recordar de nuevo el film de Francesco Rossi, “Las manos sobre la ciudad” que comienza con la caída de un edificio de vivienda, lo cual conduce de inmediato a una investigación sobre las causas y los causantes de esta catástrofe. El edificio hacía parte de un proyecto de vivienda de la Democracia Cristiana, Partido de Gobierno. Primera evidencia: al privatizar estos programas se olvida la calidad del diseño arquitectónico, un urbanismo regularizador, por parte de los grandes capitales manejados a su antojo, por estos Patriarcas, imágenes mismas de acendrada decencia y religiosidad. Igualmente, se deja a un lado, por considerarlo un gasto innecesario, la calidad de los materiales, de los acabados. Rossi analiza la corrupción de la clase política en manos de estos poderosos empresarios que convierten la ciudad en su botín a través de una especulación desmedida. Infinidad de lúcidos análisis se han encargado de darnos una visión aproximada de lo que ha supuesto la degradación de la ciudad moderna a través de estos oscuros capitales frente a los cuales, cualquier consideración sobre los valores cívicos, y, la necesidad de respetar la ciudad construida, patrimonio de sus habitantes, llega a ser considerada como una demostración de mera sensiblería.

El texto de la arquitecta alemana, Julia Schulz-Dormburg, “Ruinas Modernas. Una topografía del lucro” como recuerda Rafael Argullol, disecciona magistralmente lo que en dos décadas supuso el arrasamiento de la ciudad recurriendo, por ejemplo, al arribismo social de quienes buscan hacer parte de aquello que la propaganda les muestra como la entrada en una era de prosperidad indefinida, como la posibilidad de vivir en los barrios exclusivos de los personajes exclusivos. Un sueño triste que la crisis económica, en el caso de España, dejó en las ruinas y que, a través del rostro estupefacto de los engañados recuerda hoy lo que supuso este simulacro donde la abrupta sustitución de uso de los espacios por la rentabilidad del cambio, disfrazó sus objetivos destructores, como la destrucción del tejido urbano mediante la atomización del espacio público a través de las urbanizaciones cerradas, de las torres exclusivas, la desaparición de los Centros cívicos, el crecimiento acelerado de la inequidad.

Problemática que a través de los años he enfrentado desde esta columna para tratar de abrir los ojos a las autoridades respectivas sobre esos terribles errores que no podían cometerse en nuestra ciudad, olvidando, ingenuamente, algo muy importante: que una vez comenzado el frenesí de la especulación inmobiliaria con la presencia de grandes capitales buscando legitimarse legalmente, para nada importan disciplinas como la Planeación urbana, un urbanismo regulador de los procesos de urbanización y defensa de los derechos del ciudadano ante la irracionalidad de los comerciantes del espacio urbano. ¿No existían ya cuando Fajardo y su Alcaldía los estudios geológicos necesarios sobre la realidad de esas laderas? ¿Se tuvo en cuenta estos estudios durante una Alcaldía en la cual se transformó sin medida alguna esa topografía construyendo más de 100 torres sobre quebradas, destruyendo bosques necesarios para el equilibrio del terreno? ¿Dónde están las vías necesarias a esa inusitada densificación? Una torre sobre un barranco y ¿y los parqueaderos y las vías necesarias para una densificación desmesurada? ¿Cómo se concedieron miles de licencias de construcción sin tener en cuenta estos requerimientos necesarios durante la Alcaldía de Salazar que llegó a proclamar las VIS como su Programa de Vivienda Social bajo el demagógico lema de que “también los pobres pueden vivir en El Poblado”? Un edificio que colapsa es un interrogante que descorre dolorosamente los velos sobre una realidad que no queríamos ver, “la huella de la locura codiciosa” como la llama Argullol, las complicidades de unos y otros, el colapso de unas economías que necesitamos definir y reflexionar como parte de nuestra responsabilidad de seres pensantes urgidos de salvar nuestro hábitat: la ciudad.
(Para Juan Esteban Cantor. In memoriam) 

Una parodia de la ciudad compacta


Darío Ruiz Gómez
Urbanismo Social - 2008 - 2015
El urbanismo moderno fue la respuesta al desorden y a la fealdad,  surgidos con la aparición de la industria, fábricas contaminantes, la aparición del proletariado, hacinamiento, insalubridad. El llamado Proyecto urbano buscaba reordenar un territorio desmembrado abruptamente. Esto fue lo que Olano planteó  para hacer de Medellín una ciudad moderna basada en la dinámica de la industria y el comercio, en el surgimiento de nuevos grupos sociales. Junín respondió al concepto norteamericano de una main street como espacio para el intercambio social y el reconocimiento de las nuevas tipologías arquitectónicas.

Se plantea una debida escala en los edificios, un concepto de sky line que defienda los cerros tutelares. El llamado Plan Regulador del año 53 tuvo la tarea de incorporar nuevos territorios como Laureles, San Joaquín, El Estadio con la regulación necesaria a posteriores desarrollos. ¿Cuándo y porqué desaparecieron el urbanismo y la planeación y fueron sustituidos por Planes de Desarrollo en abstracto? Cuando hoy se plantea el porqué del abandono del Centro es necesario referirse al Plano de Base  como la ciudad sólidamente construida  y desde la cual se han planteado y previsto los delineamientos de un desarrollo posterior. Porque en un momento determinado respuestas como la rehabilitación, la recuperación de áreas en deterioro, el reciclaje de vivienda son ignorados para privilegiar el auge de unidades cerradas de vivienda, la transformación irracional de un territorio, tal como sucedió en El Poblado con la invasión de centenares de torres construidas sin un previo diseño urbano, sin un articulado diseño de un sistema de parques, de vías adecuadas.

Densificar responde siempre a una razón justificada y no pues a un irracional cambio de uso del territorio urbano. ¿Qué han buscado los Planes de Ordenamiento Territorial y su herramienta densificatoria de los Planes Parciales? En principio sería regular el crecimiento descontrolado, las conurbaciones, la guetización creciente de las Comunas. En Bogotá se descubre que algunos Planes encubren la legalización de burdeles en Centros Comerciales según la fórmula de la ciudad espectáculo, hotel, casino, burdel que tanto éxito ha tenido desde la Medellín coqueta. Porque la presencia de nuevos capitales es tan avasallante que los POT no se planifican desde la perspectiva  de un ordenamiento definiendo áreas cualificadas por distintos tipos de asentamiento como los barrios de desplazados, las nuevas centralidades,  sino bajo los imperativos que imponen estos capitales, olvidándose así a la ciudad del ciudadano. ¿Cuándo y por qué se justifica densificar construyendo torres sin espacios cívicos? ¿Se han previsto las nuevas vías en este aumento desconsiderado de habitantes? ¿No es esto una parodia de la ciudad compacta?

Harvard premio a Medellín por su urbanismo
Es cuando aparecen improvisados especialistas en Planes Parciales cuya tarea consiste, en realidad,  en obtener una licencia de construcción para Inmobiliarias  cuya única finalidad es la del lucro y no la construcción de ciudad,  tal como hemos visto de manera alucinante en esta última década en que se ha densificado sin el debido retiro de los lechos de las quebradas, sin la necesaria calidad en diseños y materiales. Frente a la anterior malla urbana sólida, capaz de dar significado a la calle, al parque, a los lugares cívicos el desorden que estos Planes han causado han llevado a la dramática desaparición de idea de ciudad pues ha desaparecido el peatón, escala y medida de una ciudad humana, ha desaparecido el barrio sustituido por colmenas que destruyen el tejido social. La remantisación necesaria de los viejos y nuevos territorios, de los intangibles que crean hábitos y costumbres de los nuevos habitantes,  se inmoviliza bajo la infamia de los llamados subsidios. ¿Se está previendo el desastre que se anuncia ya con el estallido de una burbuja inmobiliaria que no puede seguir construyendo indefinidamente para compradores fantasmas? Planeación debe decidir ahora a quién complace.