Caminando y haciendo ciudad

VIDA URBANA: ESPACIO PÚBLICO
Darío Ruiz Gómez

“Cuando los centros comerciales remplazan el espacio público es síntoma de que una ciudad está enferma”, ha dicho Enrique Peñalosa. Hace ya algunos años estuvo en Medellín, Alain Touraine uno de las más grandes pensadores en la actualidad. Sentados, conversando yo mismo le hice esta observación sobre los centros comerciales a lo cual él me replicó que no era cierto porque en medio del desamparo urbano los ciudadanos los habían convertido en los espacios más importantes para el intercambio social. Primero, digo yo, porque la desaparición del espacio público ha sido causado por los poderes que manejan la ciudad y que de manera irracional han deprimido barrios tradicionales para dejarlos en manos de la delincuencia. El caso del Centro de Medellín continúa siendo muy representativo a este respecto: es cierto que la avenida Oriental era una vía necesaria para configurar un nuevo sector de vivienda y oficinas pero lo que se hizo fue un tajo que destruyó sin miramiento alguno lo que constituía un invaluable patrimonio.

Un pensador como Gilo Dorfles me lo señalaba cuando aún no se había comenzado a destruir un tejido urbano donde la calidad de sus arquitecturas, de sus espacios era algo único. ¿Bajo qué razones se expulsó a los ciudadanos del parque de Bolívar y perdió la ciudad un espacio de tanto valor estético? ¿Bajo qué razones los burócratas de Planeación destruyeron la idea de centralidad necesaria como lo fue Junín y dejaron la ciudad sin espacios cívicos? ¿Cómo se condenó a la depresión al mayor patrimonio de arquitectura moderna de los años 40-50-60, verdadero motivo de orgullo? El mural de Pedro Pablo Lalinde completando la valiosa casa que fue cortada en su costado, nos da idea de lo que supuso esta irracional destrucción cuyo objetivo con el derrame de valorización sobre el sector de la Estación Villa era, supuestamente, el de “renovación de un área en deterioro” cuando el verdadero deterioro comenzó con esta acción depredadora que expulsó a los antiguos habitantes y llenó sus calles de mendigos, recicladores. Lo que fue un barrio maravilloso se convirtió hasta hoy en una excrecencia urbana. El bello edificio de la Estación Villa que hoy sería un centro cultural fue arrasado una noche.

Era, tal como lo describí en ese entonces, el llamado urbanismo de tábula rasa, para el cual había que arrasar manzanas enteras para dar paso a su idea de “progreso”. Pero mientras en muchas ciudades los sectores deprimidos han sido rehabilitados, renovados, bajo la perspectiva de un urbanismo integrador que impide que se arrase con un necesario patrimonio arquitectónico – el proyecto de renovación de las Torres de Fenicia en Bogotá es hoy, un buen ejemplo de esto- aquí se abre una vía, una obra pública sin haber previamente estudiado el impacto que tendrá sobre los sectores afectados, rediseño de espacios, de andenes, de las nuevas visuales  que, por un lado,  impidan el deterioro de lo que ya existe y por el otro renueve los lugares, los dignifique en el caso de los barrios apartados. Ya El Foro mostró la desaparición de parques, de andenes o sea del espacio público por excelencia, durante la administración anterior, algo que pudieron comprobar los visitantes. ¿Cuáles calles tienen hoy un recorrido sin obstáculos y sin peligros para el caminador de ciudad? Y si una ciudad no es peatonal ¿cómo puede hablarse de una ciudad democrática? La ciudad como la democracia, como el amor, es un gerundio, “caminando y haciendo ciudad”.