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François Dagognet, in memoriam

La gran industria, la ciudad, las ciencias, el arte... son objetos filosóficos, atractores que organizan la realidad de los objetos del mundo y de la cultura.  Son espíritu objetivado que se ha exteriorizado y realiza una creación.  La redención del sistema industrial implica una ampliación de la cuádruple tarea de concentración y de focalización, de conservación y recuperación (contra las erosiones del tiempo).  Las ciencias... con sus taxonomías, tipologías, morfologías, apresan en sus redes lo real mismo.  La fábrica ha aprendido a reciclar, así como el arte se ha empeñado en recuperar los residuos, las basuras, los detritos.  Dagognet apunta a una filosofía de los materiales (materiología), busca salidas a una propuesta monista que este acorde con el estado de las ciencias.  El mundo ha dado a luz la vida que lo absorbe y lo sostiene; y la vida ha logrado la proeza de empujar la aventura de la cultura, que como espíritu cerebralizado la asume y nos impone la responsabilidad ética, estética y política de una fantástica celebración.

Todas las sesiones se realizarán los martes de mayo del 2016 a las 6:00 p.m. en la sede de la Alianza Francesa de san Antonio, centro de Medellín.

Fechas de las sesiones:

1ª sesión (martes 3): Anatomía de un epistemólogo: François Dagognet
2ª sesión (martes 10): François Dagognet, médico, epistemólogo, filósofo
3ª sesión (martes 17): François Dagognet y las políticas del cuerpo
4ª sesión (martes 24): François Dagognet, ¿la moral de un nuevo enciclopedista?
5ª Sesión, (martes 31): Tema sorpresa. 
Para conocer en detalle del programa del seminario, ir al link https://goo.gl/JzEIya

Presentación de F. Dagognet
François Dagognet en 2013 © Manuel Braun
Nacido en Langres en 1924, este erudito tuvo como mentor y amigo a Bachelard, y se formó como médico en la Estrasburgo de Canguilhem.  Allí aprendió que la medicina debe captar la "enfermedad" bajo el embrollo de los síntomas, obligando a la patología a no separarse de la nosología que le enseña a descartar las particularidades de los enfermos, hasta el punto que el pronóstico pueda llegar a ser epistemológicamente más importante que el diagnóstico.Materiólogo, exólogo, enciclopedista.

En muchas de sus obras está presente la interrogación metodológica que le interesa: ¿cómo manejar una cantidad de elementos, de unidades, de obras, de seres como los minerales, los vegetales o los animales, las enfermedades, los productos?  Las ciencias experimentales confrontan así el problema mayor de la lógica propiamente dicha: el de la verdadera clasificación.  Se apoya en un procedimiento que cree positivo: el de la economía de medios y de la abreviación.  Este consiste en registrar y en condensar los datos más significativos, empobrecerlos en apariencia mientras los enriquece.  Ante cantidades respetables, esta operación supone una codificación, instrumentos de memoria y de archivo, una administración que se encargue de todo, de ordenar y gestionar.

Espíritu acerado en el estudio de la química y de la historia de las técnicas, ha sabido predicar la riqueza creativa de la materia.  Preocupado por las superficies y por las materias blandas más que por los sólidos y las sustancias, sus análisis culminan en un elogio del artificio y de los procedimientos de síntesis que crean imágenes y plásticas en vez de reproducir un pretendido real estable, dado de una vez por todas.  Dagognet es un poeta de la demiúrgia.

A partir de la generalización de los problemas de la sistemática y de la ciencia morfológica, y luego de interesarse por el destino y evolución de instituciones como el museo, la ciudad, la fábrica..., Dagognet se ha dejado sorprender por el arte actual y sus signos: la neo-materialidad de los soportes, la fuerza de una plasturgia.

Su filosofía es pues de segundo grado, dado que los problemas que le competen suponen un desmonte previo de los campos empíricos que denotan.  Se trata de problemáticas intensivas, que lo llevan a preocuparse de las cosas mismas, de las pobres cosas tan abandonadas por los filósofos ególogos dedicados al narcisismo lengüeril.  Los objetos materializan los esfuerzos de las técnicas, así como el trabajo de quienes los fabrican; sin embargo los filósofos idealizadores se dan el lujo de considerarlos como inertes e insignificantes, despreciando la sociedad laboriosa y toda nuestra historia.

Filósofo amable movido por una curiosidad gozosa, alegre, "materiólogo" de lo nuevo, de lo múltiple.  Publicó en 1997 uno de sus más bellos textos en el que propone una nueva ontología de lo desgarrado, de lo sucio, de lo grasiento, de lo miserable... para quitarles la infamia con la que se los ha cargado; camino filosófico por el que acompaña a los artistas plásticos que muestran hoy en sus obras lo que se corrompe, lo precario: papeles usados, envolturas arruinadas, harapos, etc. que inducen a la compasión por lo frágil y lo perecedero.

Sus libros para una Nueva Moral de nuestro tiempo, que Dagognet propone plantear a partir del análisis de las tres instituciones a las que pertenecemos siempre, y que nos definen: la familia, el trabajo, la nación, y que muestran que no existe progreso de la moralidad a pesar de que los problemas que se plantean sean siempre diferentes; y una recopilación de artículos sobre el saber y el poder de la medicina en los que se la piensa en tanto que historia (conceptualizada), en tanto que potencia curativa (remedios, antibióticos, etc.) y en tanto que moral (respeto de las normas comunitarias y defensa del individuo enfermo).  Sobre el mismo tema se había manifestado ya nuestro amigo en una larga entrevista que sostuviera en 1996 con Philippe Petit (Por una filosofía de la enfermedad) y que publicamos en el número de la revista Sociología 24 de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín, junio del 2001.

Propone una exología ilimitada que nos ancle en el afuera que a la mayoría le parece que solamente oculta el adentro.  Por este camino defiende “el tener” que acompaña al ser (humano), lo marca y ayuda en su constitución.  “Ser” y “tener”, lejos de excluirse, se compenetran y se llaman el uno al otro.  Un sujeto no se concibe sin algunas pertenencias a las cuales permanece apegado; por lo demás, una parte de la vida social está dedicada por los unos a arrebatar a los otros lo que los singulariza (la tesaurización inseparable de un empobrecimiento de los que son privados de su riqueza como de sus bienes)... Afirma que sólo los que compran pueden llamar a esta sociedad “de consumo”; los otros padecen sus dificultades.  La rabia de poseedor (y por tanto de desposeer) define una pulsión objetal que rivaliza, por su violencia, con la sexualidad a la que termina por parasitar.  No se puede seguir creyendo ni en la realidad de una existencia enteramente amurallada y cortada de sus semejantes, ni en la de conductas de verdadero aislamiento.

Se nos ha impuesto la idea de que el afuera de una cosa no puede equivaler a la cosa ni informarnos sobre ella, puesto que él no se sitúa en ella sino solamente en su contorno.  Siempre parece que el fondo se impone a lo que lo rodea y también lo vela.  La razón de tal valorización de lo uno en detrimento de lo otro se desprende también de que no hemos sido entrenados en la lectura de superficies, que sin embargo se vacían lo más frecuentemente sobre lo de abajo y dependen de él.  El aparecer es suficiente para decir el ser que no deja nunca de exhibirse por algún lado; por lo demás, “ocultar es mostrar”.

Hombre generoso que llegó hasta proponer la nacionalización de los cadáveres, para evitar las tragedias debidas a la baja donación de órganos, con el convencimiento de que hacemos parte del cuerpo “místico” de la humanidad.  Falleció en Avallon en octubre del 2015 sin nunca haber montado en avión ni haber utilizado la internet.

Luis Alfonso Paláu C. Profesor Titular jubilado de la FCHE - Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Profesor de Historia de las ciencias de la Escuela de estudios filosóficos y culturales de la misma Facultad. Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana. Magíster en Historia de las ciencias del Instituto de Historia de las ciencias y de las técnicas de París. Doctor en Historia y filosofía de las ciencias de la Universidad de París I (Sorbona-Panteón)- Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne Fundador en 1980, y coordinador hasta 2004, del primer Seminario permanente en Colombia de Historia de la biología.
Micro-Seminario François Dagognet, in memoriam
De igual forma, para leer, les  recomendamos
Muerte del filósofo François Dagognet LE MONDE | 04.10.2015 à 19h27 • Mis à jour le 04.10.2015 à 22h21 | Por Roger-­‐ Pol Droit. tr. L. Alfonso Paláu, octubre 5 de 2015.
Bio-bibliografía de este importante pensador del siglo XX y XXI. Elaborada por L. Alfonso Paláu Castaño. 
Traducciones del francés al español de textos de y sobre François Dagognet de Luis Alfonso Palau Castaño. A propósito de François Dagognet (Langres, 1924, Avallon, 2015). Revista Ciencias Sociales y Educación. UNIVERSIDAD DE MEDELLÍN. Vol. 4, No. 7, Pág 199, enero-junio de 2015.

Para conocer las lecturas de cada una se las sesiones del seminario y otros escritos facilitados, puede consultar en link  https://goo.gl/1ySv3U

In Memoriam de René Girard

LE MONDE | 05.11.2015 à 04h35 • Mis à jour le 05.11.2015 à 14h39 | Par Jean Birnbaum


El antropólogo René Girard murió el miércoles 4 de noviembre en Stanford, en los EE. UU.  Tenía 91 años.  Fundador de la “teoría mimética”, ese francotirador de la escena intelectual había construido una obra original que conjuga reflexión científica y predicación cristiana.  Sus libros, comentados en los cuatro rincones del mundo, forman las etapas de una vasta averiguación sobre el deseo humano y sobre la violencia sacrificial donde toda sociedad, según Girard, encuentra su origen inconfesable.

El renombrado profesor francés de Stanford, uno de los cuarenta inmortales de la prestigiosa Academia francesa, ha fallecido este miércoles en su domicilio de Stanford luego de una larga enfermedad” indicó la universidad californiana donde enseñó durante mucho tiempo.

Nacido el 25 de diciembre de 1923, en Aviñon, René Noël Théophile creció en una familia de la pequeña burguesía intelectual.  Su padre, un radical socialista y anticlerical, fue curador de la biblioteca y del museo de Aviñón, luego del Palacio de los papas.  Su madre, una católica de tendencia Maurras, apasionada de la música y de la literatura.  Por la tarde, ella les lee a Mauriac o novelas italianas a sus cinco hijos.  La familia no nada en plata, está preocupada por la crisis, por el aumento de los peligros.  Más bien feliz, la infancia de René Girard sin embargo no ha dejado de estar marcada por la angustia.

Cuando se le preguntaba cuál era su primer recuerdo político, respondía sin dudar: las manifestaciones de la liga en 1934.  “Crecí en una familia de burgueses fritos, que se empobreció por los famosos préstamos rusos al día siguiente de la primera guerra mundial –nos había contado él en una entrevista que tuvimos en 2007-  Hacíamos parte de las gentes que comprendían que todo estaba a punto de irse al carajo.  Teníamos una conciencia profunda del peligro nazi y de la guerra que se venía.  Siendo niño siempre fui un poco apoltronado, camorrista pero no combatiente.  En el patio del recreo me hacía con los pequeños; le tenía miedo a los brutales grandes.  Y envidiaba a los alumnos del colegio jesuita que podían ir a esquiar en el monte Ventoux… 

Larga aventura norteamericana

Luego de los agitados estudios (incluso lo echaron del liceo por mala conducta), el joven Girard termina por sacar su bachillerato.  En 1940, se va a Lyon con la idea de preparar la Normal-Sup.  Pero las condiciones materiales son demasiado estrechas, y decidió regresar a Aviñón.  Su padre le sugiere entonces entrar a la Escuela de archivística paleográfica.  Es admitido y conoce París en momentos difíciles, entre soledad y tedio.  Poco entusiasta con la perspectiva de hundirse mucho tiempo en los archivos medievales, acepta una oferta para volverse asistente de francés en los EE. UU.  Es el comienzo de una aventura estadounidense que solo terminará con su muerte, lo que hace que la trayectoria académica de Girard se haya desenvuelto esenciales del otro lado del Atlántico.

Llega entonces el primer chispazo: encargado de enseñar literatura francesa a sus estudiantes, comenta ante ellos los libros que han marcado su juventud: Cervantes, Dostoievski o Proust.  Luego, comparando los textos, se pone a observar resonancias, que acercan por ejemplo la vanidad en Stendhal y el esnobismo de Flaubert o Proust.  Emerge así el que será el gran proyecto de su vida: trazar el destino del deseo humano a través de las grandes obras literarias.

De la literatura a la antropología religiosa

En 1957, Girard entra a la universidad Johns-Hopkins, en Baltimore.  Será allí donde acontezca el segundo deslizamiento decisivo: de la historia a la literatura, y de la literatura a la antropología religiosa.  “Todo lo que digo me fue dado de repente.  Era 1959, trabajaba en la relación de la experiencia religiosa y de la escritura novelesca.  Me dije a mí mismo: esta es tu vía, debes volverte una especie de defensor del cristianismo”, le confesó Girard a Le Monde en 1999.

En aquella época, amasa las notas para nutrir el libro que se convertirá en uno de sus ensayos más conocidos, y que es aún de referencia: Mentira romántica y verdad novelesca (1961).  En él expone por primera vez el marco de su teoría mimética.  Aunque ella compromete envites profundos y extremadamente complejos, sin embargo está bien permitido exponer esta teoríaa en algunas palabras dado que el propio Girard la presentaba no como un sistema conceptual sino como la descripción de simples relaciones humanas.  Resumámosla pues.  Para comprender el funcionamiento de nuestras sociedades, es necesario partir del deseo humano y de su naturaleza profundamente patológica.  El deseo es una enfermedad; cada uno desea siempre lo que desea el otro; este es el resorte principal de todo conflicto.  De esta competencia “rivalitaria” nace el ciclo del furor y la venganza.  Este ciclo sólo se resuelve por el sacrificio de un “chivo expiatorio”, como lo testimonian a través de la historia episodios tan diversos como la violación de Lucrecia, el escándalo Dreyfus o el proceso de Moscú.

Predicador cristiano

Es aquí donde interviene una distinción fundamental a los ojos de Girard: “la divergencia insuperable entre las religiones arcaicas y la judeo-cristiana”.  Para captar bien lo que las diferencia, es necesario comenzar por señalar su elemento común; a primera vista, en un caso como en el otro, se tiene que ver con el relato de una crisis que se resuelve en el linchamiento transfigurado en epifanía.  Pero allí donde las religiones arcaicas (de la misma manera como en las modernas cacerías de brujas) aplastan al chivo expiatorio cuyo sacrificio le permite a la muchedumbre reconciliarse, el cristianismo proclama alto y fuerte la inocencia de la víctima.  Contra los que reducen la Pasión de Cristo a un mito como cualquier otro, Girard afirma la singularidad irreductible, y la escandalosa verdad, de la revelación cristiana.  No solamente esta rompe la lógica infernal de la violencia mimética sino que devela el sangriento sustrato de toda cultura humana: el linchamiento que apacigua a la multitud y vuelve a soldar a la comunidad.

Girard, que durante mucho tiempo fue escéptico, poco a poco ha llegado pues a vestir los hábitos del predicador cristiano, con el entusiasmo y la pugnacidad de un exégeta convertido por los textos.  De libro en libro, y de la Violencia y lo sagrado (1972) hasta Veo a Satán caer como el rayo (1999), exalta la fuerza subversiva de los Evangelios.

Un compromiso religioso criticado

Este compromiso religioso con frecuencia ha sido señalado por sus detractores, para los que su prosa tiene que ver más con la apologética cristiana que con las ciencias humanas.  A ellos, el antropólogo les responde que los Evangelios son la verdadera ciencia del hombre…  “Sí, es una especie de apologética cristiana la que escribo, pero ella está extremadamente bien amarrada”, ironizaba, con una risa revoltosa, aquel al que nunca le faltan ni pantalones ni humor.

Adoptando una escritura cada vez más panfletaria, por no decir: profética, estaba convencido de poseer una verdad que nadie quería ver, y que sin embargo laceraba los ojos.  Para él, la teoría mimética permitía aclarar no solamente la construcción del deseo humano y la genealogía de los mitos, sino también la violencia presente, la infinita espiral del resentimiento y de la cólera, en suma el Apocalipsis que viene.  “Actualmente no hay necesidad de ser religioso para sentir que el mundo está en una incertidumbre total”, prevenía (con el índice dirigido hacia el cielo) aquel que había interpretado los atentados del 11 de septiembre como la manifestación de un mimetismo de acá en adelante globalizado.

Hay aquí otro aspecto a menudo subrayado por los críticos de Girard: su pretensión de tener respuesta para todo, para explicarlo todo, desde los sacrificios aztecas hasta los atentados islamistas, pasando por el esnobismo proustiano.  Don’t you think you are spreading yourself a bit thin? ¿No crees que te estás difundiendo a ti mismo en demasía?»], le preguntaban ya sus colegas norteamericanos, cortésmente, en los años 1960…  “No logro evitar dar esa impresión de arrogancia”, admitía él, socarrón, medio siglo después.

Relativo aislamiento

Si se añade a esto el que Girard se reclama del “buen sentido” popular, contra las abstracciones universitarias, se entenderá por qué sus textos frecuentemente son recibidos con una acogida glacial en el mundo académico.  En particular los antropólogos no han querido para nada dedicarle un rato a sus hipótesis, exceptuando un encuentro internacional que tuvo lugar en 1983, en California, no lejos de Stanford, la universidad en la que Girard enseñó desde 1980 hasta el final de sus días.

Confrontando su modelo conceptual con sus trabajos de campo, algunos investigadores franceses aceptaron discutir las tesis de Girard.  Y cada vez la apuesta de esta confrontación se ha concentrado en una pregunta: ¿los sacrificios rituales propios de las sociedades tradicionales si tienen que ver realmente con el linchamiento victimario?  Incluso si este es el caso ¿se puede construir una teoría de la religión –para no mencionar un discurso universal sobre el origen de la cultura humana– fundamentándose en prácticas arcaicas?

Cordial o frontal, esta discusión siempre ha conducido a subrayar el relativo aislamiento, pero también el sitio singular, de René Girard en el campo intelectual.  Habiendo hecho de los EE. UU.  su patria de adopción, este autodidacta lanza una mirada perpleja sobre el pensamiento francés, y particularmente sobre el estructuralismo y la deconstrucción.  Mezclando sin cesar literatura, psicoanálisis y teología, este espíritu libre no respetaba para nada los marcos de la especialización universitaria.  Animado de una potente convicción cristiana, este hombre de fe no temía afirmar que su proceder evangélico equivalía a un método científico.  Reclamándose de la antropología, este provocador nato cepillaba la disciplina a contrapelo optando por una reafirmación tranquila de la superioridad cultural occidental.  En efecto, para Girard, quien pretenda descubrir el universal origen de la civilización, debe ante todo admitir la preeminencia moral y cultural del cristianismo.  Ritmando sus frases con fórmulas del tipo “si tengo razón…”, confiando sus incertidumbres con respecto al plan que había escogido para tal o cual libro, seducía a los más reticentes por medio del virtuosismo aclarador de su relación con los textos.  Exégeta de curiosidad sin límites, oponía a la ferocidad del mundo moderno, a la aceleración de lo peor, el virtuosismo tranquilo de un lector que nunca habría dejado de servir a las Escrituras.

tr. Luis Alfonso Paláu C., Medellín, noviembre 5 de 2015.

Para descargar los escritos y traducciones realizados por el maestro Luis Alfonso Paláu sobre René Girard, dar clic aquí

Obras traducidas al español
     Girard, René (1984). Literatura, mímesis y antropología. Editorial Gedisa. ISBN 978-84-7432-198-2.
     Girard, René (1985). Mentira romántica y verdad novelesca. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0078-4.
     Girard, René (1986). El chivo expiatorio. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0081-4.
     Girard, René (1989). La ruta antigua de los hombres perversos. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-1325-8.
     Girard, René (1995). Shakespeare: los fuegos de la envidia. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-1396-8.
     Girard, René (1996). Cuando empiecen a suceder estas cosas. Encuentro Ediciones. ISBN 978-84-7490-392-8.
     Girard, René (2002). Veo a Satán caer como el relámpago. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-6169-3.
     Girard, René (2005). La violencia y lo sagrado. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0070-8.
     Girard, René (2006). Los orígenes de la cultura: conversaciones con Pierpaolo Antonello y João Cezar de Castro Rocha. Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-854-6.
     Girard, René (2008). Emociones de segunda mano (conversación con Ger Groot), "Adelante, ¡contradígame!". Madrid: Ediciones Sequitur. ISBN 978-84-95363-45-9.
     Girard, René (2006). Aquel por el que llega el escándalo. Caparrós Editores. ISBN 978-84-96282-09-4.
     Girard, René (2009). La anorexia y el deseo mimético. Barcelona: Marbot Ediciones. ISBN 978-84-92728-01-5.
     Girard, René (2010). Clausewitz en los extremos. Política, guerra y apocalipsis. Katz Editores. ISBN 9788492946044.
     Girard, René (2011). Geometrías del deseo. trad. María Tabuyo y Agustín López. Sexto Piso, México D.F. ISBN 9788496867857

In Memoriam de François Dagognet



El filósofo francés François Dagognet, de doble formación científica y filosófica, ha fallecido el sábado a los 91 años, en Avallon, en el departamento de Yonne (centro), según lo ha comunicado su familia.

Nacido el 24 de abril de 1924 en Langres (Haute-Marne) en un medio modesto, François Dagognet era a la vez agregado en filosofía y médico, especializado en neuropsiquiatría. Joven profesor de filosofía, en efecto había hecho estudios de medicina, explica su hijo el periodista Germain Dagognet, no para ejercerla sino porque esa disciplina le interesaba desde un punto de vista filosófico.


Dagognet se interesó muchísimo en las ciencias y puso atención filosófica a campos bastante poco estudiados por esa disciplina, escribiendo por ejemplo sobre la piel, los desechos, el cerebro…  Se inscribía tras los pasos de Gaston Bachelard, su “maestro de pensamiento” como nos lo recuerda su hijo.  Autor prolífico, el filósofo publicó unas sesenta obras entre las cuales "La raison et les remèdes", "Rematérialiser", "Des détritus, des déchets, de l'abject", "Comment se sauver de la servitude? ", "La maîtrise du vivant".

Agencia Belga, publicado el 04 octubre de 2015 a las 21h54. 
r. L. Alfonso Paláu, octubre 5 de 2015.

De igual forma les invitamos a leer

LE MONDE | 04.10.2015 à 19h27 • Mis à jour le 04.10.2015 à 22h21 | Por Roger-­‐ Pol Droit
tr. L. Alfonso Paláu, octubre 5 de 2015.

Bio-bibliografía de este importante pensador del siglo XX y XXI. Elaborada por L. Alfonso Paláu Castaño