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Del hábitat o de la espacialidad de la vida humana.


“SEÑAL”: Reflejos MDE07. Adolfo Bernal
Lo que se pretende abordar en este artículo es, como ya advertía José Luis Pardo en su libro Las formas de la exterioridad (1992), el carácter fundamental del espacio en la construcción de la vida social y humana estuvo altamente subestimado por la filosofía moderna durante largo tiempo. Esta, la filosofía moderna, elevó el estatuto del tiempo a su máxima expresión: como el único horizonte de manifestación y comprensión del ser; por tanto, el espacio era reducido a las explicaciones contenidas en “lo dado”. Así, la modernidad estará asociada de forma explícita a estos dos rasgos, una dialéctica de lo “real” que dividía el funcionamiento de lo temporal y de lo espacial en procesos disociados. La diferencia entre res cogitans, el tiempo o el fundamento del espíritu humano, y res extensa, el espacio en tanto “abstracción geométrico-mecánica desprovista de todas las cualidades de la percepción sensible, desnuda de toda facticidad y alejada de la riqueza de las significaciones” (Pardo, 1992, pp. 22), es constitutiva en la comprensión de la vida humana, por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX.


Para conocer el Texto completo de Sandra Cardona, publicado en La Revista FORUM del Departamento de Ciencia Política, sede Medellín Vol. 1, núm. 4 (2013), dar clic aquí

El urbanismo y la planeación moderna

Las Ciudades más bonitas del mundo
Este artículo pretende mostrar rutas de entendimiento de la tensión entre urbanismo, planeación y fragmentación urbana, con el fin de abrir líneas de interpretación y análisis sobre la ciudad moderna a través de un repaso histórico-crítico de los procesos urbanos en los que ha intervenido –en distintos periodos y distintas formas– el afán por ordenar y gestionar el espacio de la ciudad. 

Las Ciudades más peligrosas 
Dicho repaso contempla, en primer lugar, una aproximación conceptual a la historia del urbanismo moderno y a la planeación, lo que permitirá, en segundo lugar, un análisis aproximativo de las formas de planeamiento local de la ciudad de Medellín, a través de la vanguardia con los debates y acontecimientos mundiales, durante el siglo XX y comienzos del presente.

Para conocer el artículo publicado en la Revista Historia y Sociedad, Nro. 26, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2014, PP. 17-51 de clic aquí

Seminario sobre cultura y modernidad política

Libertad y liberación
Tres transformaciones: una técnica, otra en los sistemas de producción y finalmente una en la organización de la vida social y política, son condiciones de posibilidad para el nacimiento de una nueva mentalidad de gobierno y de una nueva práctica política basada en una gestión positiva de la vida. La valoración de la vida como factor primordial de gobierno coincide entonces con la Revolución Industrial, la Revolución Francesa y con la reorganización del funcionamiento técnico del mundo productivo. 

Caricatura
Esta nueva mentalidad de gobierno se caracterizó por la introducción de un principio de limitación interno a la razón gubernamental, denominado por Foucault “Regulación interna de la racionalidad gubernamental”, el cual puede ser resumido en la formula ¿Cómo no gobernar demasiado? El instrumento que suscitó esta transformación en la mentalidad de gobierno fue la economía política, debido a que a partir de sus reflexiones sobre los objetivos del Estado y las prácticas de gobierno, puso de manifiesto que había una naturaleza propia en todos los tipos de relaciones en la sociedad, incluyendo la propia práctica gubernamental, la cual debía ser respetada por los gobiernos con el fin de poder lograr lo que deben hacer, razón por la que se contempla como necesario el permitir que dicha naturaleza actúe con la menor cantidad de intervenciones posibles. Tenemos entonces que la economía política abrió las puertas a un nuevo momento en el que la preocupación central giraba en torno a cómo lograr gobernar sin gobernar demasiado, instaurando la cuestión de la autolimitación por el principio de verdad como pilar de las reflexiones concernientes al arte de gobernar. Este principio de autolimitación de la razón gubernamental es lo que se ha dado en llamar “Liberalismo”. 

Ahora bien, el hecho de percibir como deseable el mínimo de intervenciones sobre la sociedad no implica un aumento de la libertad como tal, sino que hace referencia a una producción controlada de ésta desde el gobierno con el fin de lograr su adecuado funcionamiento. Es por ello que Foucault nos recuerda que el diseño de la política en este momento no se originó en el respeto a las libertades individuales, sino en el conocimiento que se tenía de la naturaleza de los mecanismos que operan las relaciones en la sociedad con el fin de producir libertad.[1] 

Dicho lo anterior, tenemos que esta forma liberal de gobernar contempló como necesario y deseable el crear y organizar simultáneamente la libertad dentro de la sociedad que gobierna, para lo que dispuso diferentes procedimientos de control y coerción como contrapeso a la libertad generada. La continua elaboración de la libertad en este nuevo modelo se apoya en el cálculo sobre la seguridad, pues han de ser contemplados los peligros que entrañan para los diversos tipos de interés (individual, colectivo, general) el hecho de crear algunas libertades o quitar otras. El juego libertad-seguridad es, a partir de este momento, un eje central en el ejercicio del gobierno liberal, cuyo objetivo es lograr el equilibrio entre estos dos elementos para obtener la adecuada administración de los intereses. Consecuencia lógica de esta nueva mentalidad fue la expansión en las sociedades de múltiples mecanismos que buscaron organizar, controlar y proteger a las sociedades de los peligros a los que ahora se enfrentaban.[2]
Foucault dibujado por Sergio Aquindo

Programa del seminario, a llevarse a cabo en la Torre de la Memoria de la Biblioteca Pública Piloto. BPP.

1.Apertura Cátedra: Foucault y la modernidad filosófica.
Diccionario Foucault
A cargo de Alberto Castrillón
Agosto 4, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.

2. Gubernamentalidad y sociedad moderna.
A cargo de Edgardo Castro
Septiembre 1, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.

3. El neoliberalismo como modo de existencia.
A cargo de Diego Estrada
Octubre 6, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.

4. Biopolítica y liberalismo.
A cargo de Julio Mesa
Noviembre 3, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.

5. Subjetividad y espacios neoliberales.
A cargo de Sandra Cardona
Diciembre 1, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.




[1] Michel Foucault, El nacimiento de la biopolítica, P. 83-84.
[2] Michel Foucault en Nacimiento de la biopolíticanos muestra como a partir del siglo XIX se forja al interior de las sociedades la cultura del peligro, la cual se opone a las grandes amenazas propias de la edad media, y da paso a una cotidianidad amenazada en el diario vivir. Página 87.

Vivir y habitar la ciudad y sus prácticas

El Hueco
Comprender la Medellín contemporánea como un espacio urbano con espesor histórico propio y atravesado por transformaciones que la han resignificado permanentemente implica entender este presente como un tiempo también proclive al cambio y a la modificación. Desde el punto de vista de las prácticas de los espacio de intercambio una sociedad y una ciudad no tienen esencia, es decir, siempre una ciudad y una sociedad tienen una relación discontinua, problemática, heterogénea y cambiante con los espacios y con las formas plurales de vivir y habitar la ciudad a través de sus prácticas. El consumo no implica estabilidad y homogeneidad sino tensión, resistencia, conflicto y resiginificación. Las características habitualmente atribuidas al consumo contemporáneo no servirían para entender los funcionamientos reales de los espacios de intercambio, sus espacializaciones diferenciadas, las prácticas que los definen y el sentido equívoco que dan a la ciudad. Un análisis alternativo del consumo y sus espacios en nuestra contemporaneidad urbana implica el uso de herramientas conceptuales que nos permitan entender el conjunto heteróclito de prácticas espaciales que operan en la ciudad.

Shopping San Diego
Es lugar común referirse al Centro comercial, o mall, como el espacio que sintetiza la cultura urbana del mundo contemporáneo, y asociarlo de forma inmediata con la globalización, la banalización de las formas urbanas y el fin del espacio público como el lugar por excelencia de los intercambios comerciales y sociales. Mientras otras formas de intercambio, a veces más discretas, a veces más ocultas, al no jugar un papel preponderante, son introducidas en otros discursos: los de la ilegalidad, la informalidad, la pobreza, la decadencia, el rebusque. No obstante, lejos de identificar estos escenarios según esas formas comunes, podría decirse que la discontinuidad histórica que significó la introducción de los grandes espacios comerciales en las ciudades suscitó una transformación generalizada, de las prácticas de intercambio y de la forma urbana y, por tanto, de los modos en que la ciudad es vivida y habitada. Así, los intercambios, en tanto fenómenos históricos, introducen espacializaciones, prácticas de espacios y subjetividades diferenciadas que dan forma a múltiples rostros urbanos e inducen múltiples formas de habitar la ciudad. En este sentido, la construcción y entrada en funcionamiento, en 1972, de San Diego -el primer centro comercial de Colombia- no supuso sólo la incorporación de una nueva tipología arquitectónica, que tomaba como modelo el shopping center norteamericano, sino la instauración de unos modos de existencia social, espacial y política de la ciudad; podría decirse entonces que el flujo y la heterogeneidad de los intercambios comerciales en Medellín producen espacios, prácticas y sujetos que le imprimen sentido propio a la ciudad.

En este sentido, la clave para comprender el mundo urbano en la contemporaneidad está en considerarlo no solamente como un topos físico sino como un complejo sistema de intercambios heterogéneos. La transformación histórica en la que los intercambios del comercio producen espacialidades urbanas implica cambios esenciales en la configuración de la subjetividad de los individuos, de sus relaciones sociales y de las formas en que se apropian y practican la ciudad. Las prácticas de espacio de intercambio dilucidan una simbología inconsciente e implementan procesos particulares de apropiación del espacio y formas de habitar la ciudad que producen materialidades, espacios con carácter local y sujetos  productores continuos de significado.
¿Por qué Urbano?

Tríptico noche y amarillo. Luis Bernardo Escobar. 2011.
Las interrupciones morfológicas y la producción de formas espaciales, mentales y corporales desde lo urbano es difícil superarlas sólo acudiendo al urbanismo y la modernización. Todos incluso los planificadores, arquitectos, estetas, urbanistas saben que falta algo. La crisis de lo urbano no es en vano. Los anteriores fragmentos de las urbs que mediatizados se convierten en lenguaje de un territorio imaginado y hecho, similar y diferenciado, parafraseando a Francesc Muñoz en Urbanalización. Paisajes comunes, lugares globales es lo que moramos, discutimos e investigamos hoy, en el presente espacial de la vida citadina como nueva experiencia y acontecimiento.

La estetización de los espacios  urbanos, privados y públicos, busca estimular la experiencia cotidiana de la vida metropolitana dando una impresión de ciudad democrática y civilizada. En las últimas décadas, en muchas ciudades colombianas y del planeta, hemos presenciado el paso de una planeación urbana ocupada principalmente de la vivienda, la movilidad, la idoneidad de los espacios públicos y comerciales hacia una consideración de la gestión urbanística en términos de proyecto y diseño
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Parque Biblioteca España
Parque Biblioteca San Javier
Parque Biblioteca La Ladera
Este paso genera un nuevo tipo de intervención espacial que puede considerarse como simple maquillaje insulso que oculta los verdaderos problemas urbanos y sociales de una metrópoli o como la implementación de una nueva estrategia de equidad social, en la medida en que se extiende el rediseño espacial a todos los escenarios urbanos de una ciudad. Las zonas pobres, los territorios deprimidos, los barrios populares también son incluidas en este bello paisajismo urbanita que propone sitios con diseño contemporáneo y con nuevas comodidades.

Ciudad simulacro o simulada; mimesis que genera conformismo y pasividad; redistribución justa y adecuada de los recaudos municipales y tantas otras críticas o alabanzas atraviesan, hoy en día, estás prácticas gubernamentales o privadas de gestión urbana.

Piedra y Cielo. Luis Bernado Escobar.
La ciudad fragmentada de los territorios difusos crea las centralidades de los territorios proyectados en detrimento de los vividos. Es aquí donde La ciudad postmoderna, magia y miedo en la metrópoli contemporánea. Las Postmetrópolis, sus estudios críticos sobre las ciudades y las regiones se ponen a prueba con la nueva concepción de justica espacial, área regional, derecho a la ciudad y vida digna.

“Las ciudades son fascinantes, incluso hoy en día, precisamente porque cuestionan tanto la ilusión vana del orden como la fantasía del desorden y porque ponen de manifiesto hasta qué punto son falacias ideológicas las preferencias estéticas a favor de un estado o del otro. La  ciudad es frustrante para el dictador pero también para el ropavejero”[1]. La ciudad como espacio donde se producen determinadas prácticas sociales y la ciudad como el cumulo de relatos que ayudan a producir dichas prácticas refuerzan la atracción, seducción y encanto.

Hay una necesidad de estudiar los fenómenos urbanos desde una esfera argumentada, humana, subjetiva en pos de producir análisis y teorías propias de las especificidades de las ciudades, en los procesos a escala local-mundial, como lo es el actual “modelo Medellín” a nivel global. Las aglomeraciones de personas y la diversidad de viejas y nuevas espacialidades en Medellín actualizan de una u otra forma tanto los discursos que se fabrican y los modos en los que la lectura se lleva a cabo, y estas formas de representación que se practican y encarnan, a la vez, secundan la construcción de una ciudad cada vez más móvil y más múltiple[2] donde urgen miradas y prospectivas de la ciudad, que debe ser investigada, cuestionada, puesta a prueba en los escenarios de la formación, el debate público y el trabajo con comunidades barriales, sociales, gubernamentales e investigativas.
En la misma línea de ideas, los pocos grupos de investigación, centros, académicos, redes sociales, investigativas y de trabajo que abordan o tienen como objeto o línea de investigación el universo urbano, los urbanismos y la Urbanalización en Medellín y Colombia, nos dan pie para arriesgarnos a buscar consolidarnos y fortalecer espacios, alianzas con ellos y nuevos grupos y laboratorios, frente al lugar que ocupa la ciudad y sus re-significados ante los nuevos dispositivos, equipamientos, instituciones, tecnologías, discursos y modelos.


Entendemos que las narrativas de la vida metropolitana son suscitadas por el dinamismo de las urbes modernas, pero también, que la ciudad se construye paralelamente a sus relatos e imágenes, que los necesita y le son indispensables para poder dotarse de sentido; de un sentido difuso que es al mismo tiempo contestatario y arraigado, ambiguo y preciso. Desde principios del siglo XX Medellín se convirtió en un campo de batalla simbólica y visual en el que cualquiera puede pasear por las calles sólo como espectador. Por ello la intención individual y colectiva de producir conocimiento, debate académico, oficial y mediático, y transformaciones en las estrategias, discursos y prácticas de planificación e intervención urbana con el fin de generar conocimiento práctico, participación y derecho a la ciudad, sinergias, cinecismo, vida digna y espacio público urbano.
  
¿Ciudad-es? Luis Bernardo Escobar. 2012.
[1] FRITZSCHE, PETER, Belín 1900. Prensa, lectores y vida moderna. Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, pp. 17.
[2]  AMENDOLA, GIANDOMÉNICO, La ciudad postmoderna. Celeste, Madrid, 2000, pp. 169.

Centro de Estudios Urbanos

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A la manera de Manuel Alvarez Bravo. Investigación visual y fotografía Camila Florez Quintero.
“La ciudad no es un artefacto o una disposición residual
Por el contrario, la ciudad encarna la verdadera naturaleza de la naturaleza humana.
 Se trata de una expresión de la humanidad en general
y específicamente de las relaciones sociales generadas por la territorialidad”
Morris Janowitz, Citado en Posmetrópolis, Edward Soja

Contextualizar una investigación en un escenario urbano no coincide con la obligación de tener un referente espacial como lugar donde ubicar acontecimientos o como el deber ser de dibujar un territorio donde se efectúan cierto tipo de prácticas sino que, más bien, responde a la convicción de que han sido las ciudades a lo largo de toda la historia las que han configurado y de las que ha dependido el funcionamiento de todos los elementos que constituyen la vida humana.

Ha sido en las ciudades donde se han establecido todas las formas de vida humana; los espacios de poder han tenido como centro de funcionamiento las ciudades; las economías, los mercados y las relaciones de intercambio son prácticas propiamente urbanas; las técnicas y las tecnologías tienen como escenario de efectuación las ciudades y sus espacios.

Podría decirse que el mundo rural -el que se ha considerado el “antípoda” del urbano-, funciona gracias y a favor de las ciudades: la mayor parte de los recursos producidos por las comunidades rurales están destinados para el abastecimiento de las ciudades, pero la creación, distribución y amoblamiento de los espacios rurales depende de insumos netamente urbanos.

Las conexiones viales, económicas y políticas más importantes para las especialidades rurales se establecen con las ciudades. Las migraciones a la ciudad ha venido aumentado desde los dos últimos siglos de forma vertiginosa. Por lo tanto, la ciudad entendida como prácticas sociales y el espacio urbano como lugar de relaciones e intercambios no deberían ser analizados dentro de sus límites territoriales; en efecto, están en relación con otras espacialidades y se presentan más como la “sede de un control territorial” que como un enclave nominal. Sin embargo, este mundo históricamente urbano, constituyente fundamental de las relaciones sociales, ha sido poco incluido en las problematizaciones académicas y sociales.

A la manera de Manuel Alvarez Bravo. Investigación visual y fotografía Camila Florez Quintero.
La primacía del tiempo como eje articulador de muchas de las investigaciones ha hecho que el espacio sea solo un dato referente a la localización geográfica. Lo que aquí se pretende es, por el contrario, dar mayor relevancia a las espacialidades urbanas como productoras de tiempos y subjetividades múltiples.

No obstante, sería inexacto sugerir una cierta luz de soluciones de continuidad en relación a las diversas ciudades y a sus tiempos diferenciados. No es lo mismo hablar de la Atenas de Pericles que de la Nueva York multicultural; tanto los tiempos locales como la configuración socioespacial establecen las especificidades de los entornos urbanos. Las ciudades, de esta forma, dependen de las condiciones de existencia de una determinada época.

Así, las ciudades de la modernidad tienen características que les son propias. La primacía de la razón, la utopía del progreso, el fortalecimiento y asentamiento casi absoluto del sistema capitalista, la industrialización de las mercancías, la mercantilización de los objetos, el nacimiento del pensamiento urbanista y del urbanismo como disciplina, el crecimiento de la población, la instrumentalización de los cuerpos para la producción, la migración, la consolidación de los sistemas de transportes y de comunicación, el declive del Arte y la proliferación de las vanguardias artísticas, el nacimiento de la sociedad del consumo y del espectáculo, la emergencia de “nuevas” clases sociales son condiciones constituyentes de las transformaciones de las ciudades en la modernidad.

A la manera de Manuel Alvarez Bravo. Investigación visual y fotografía Camila Florez Quintero.
De hecho, cualquier objeto de estudio que aborde cuestiones modernas no debería eludir a la ciudad como campo problemático; y así, como advertirían Baudelaire y Benjamin, son justamente las ciudades los escenarios que sostienen todos los espectáculos de la modernidad.

Alejándonos de los reduccionismos conceptuales es posible sugerir que el epítome de la modernidad es la expansión y aglomeración constante de la ciudad; “La noción de ciudad implica la aglomeración de una población, o sea la concentración del asentamiento y de las actividades; estas últimas se diferencian del aprovechamiento directo del suelo porque llevan a la especialización y contribuyen sobre todo al intercambio y a la organización de una sociedad”[1].

De esta forma la ciudad moderna, como todas las ciudades, tendría unas formas de organización social más o menos constantes y unos modos de distribución del territorio y de los elementos urbanos que implican la construcción de una estructura social. En otras palabras, la modernidad urbana conlleva inexorablemente a tener una relación pensada y estratégica con el espacio y con los modos de vida en él representados, que posibilite, por ende, tener cierto control sobre la población y sus hábitos urbanos.

La creación de las espacialidades modernas están dirigidas precisamente al “progreso permanente, avances tecnológicos, democratización, nivelación de las formas de vida, decidida orientación hacia el tiempo y el dinero, movilidad en aumento, y aceleramiento de la circulación (y de las modas) y del monumentalismo”[2]. Tales características posibilitaron la acelerada transformación de las ciudades a partir del siglo XIX a favor tanto de la regulación como del dinamismo moderno.

A la manera de Manuel Alvarez Bravo.
Investigación visual y fotografía Camila Florez Quintero.
Si bien las ciudades modernas orientaban sus formas de gobierno y de legitimación en los marcos de los grandes metarrelatos: “emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado en el capitalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista”[3], la condición misma de la modernidad, tal cual lo argumentaron Lyotard y Berman, es la de tanto absorber permanentemente los discursos originados en su seno como la de crear constantemente ilusiones y fantasmagorías que susciten prácticas sociales en favor de la consolidación de la economía capitalista.

El eclecticismo moderno sería entonces la condición de posibilidad y existencia de las ciudades. Es decir, la condición de la modernidad es el desvanecimiento y la reinvención constante de sus discursos; y de eso depende la fuerza que pueda llegar a tener en una sociedad.Dicho eclecticismo es precisamente el que da sustento a la movilidad urbana; las características de la ciudad moderna atañen no solo al movimiento y a la eficacia de las relaciones políticas, económicas y sociales mediadas por unos espacios funcionales construidos para posibilitarlas sino a la circulación de unos imaginarios urbanos producidos por los dispositivos mediales.

Periódico El Colombiano. Septiembre de 2006.
Fotografía: Víctor Jiménez.
La prensa, la radio, los espectáculos masivos, las exposiciones universales y nacionales y la publicidad son unos de esos dispositivos que emergen en la modernidad y terminan por refinarla. Y, como más adelante se expondrá con detenimiento, la capacidad de tales dispositivos radica en que, más que informar y representar unas realidades urbanas, las induce y produce. La imagen de una ciudad en movimiento constante y en continua construcción implica la imagen de la fragmentación: la “ciudad collage”[4] moderna es la ciudad dividida en reductos funcionales y estratégicos que permiten una relación racionalizada del espacio. No obstante, un mundo convertido en ciudad y el triunfo de ésta sobre las relaciones sociales ha posibilitado que los principios de racionalidad espacial se expandan y se multipliquen en favor de las orientaciones y los itinerarios individuales.

Ahora bien, según la tesis de Santiago Castro-Gómez la entrada del capitalismo en Colombia tuvo como condición de posibilidad el ingreso, en un primer momento, de un “capitalismo imaginado”[5]. Capitalismo narrado, visual y simbólico, que tuvo como raigambre las viejas relaciones sociales pero que las transformó sutilmente orientándolas a unas condiciones propias y creadas por el mismo capitalismo. El ideal de reconocimiento de unos actores sociales con las condiciones individuales y sociales capitalistas vigentes en Europa y Estados Unidos posibilitó la paulatina entrada, a través de los medios de comunicación, de este “capitalismo imaginado”;

...diversos actores sociales empezaron a identificarse imaginariamente con un estilo de vida capitalista para el cual no existían todavía las condiciones materiales. Es en esta identificación que se van formando los “sujetos” que harán posible que el capitalismo se convierta luego en la forma hegemónica de producción en Colombia. El mudo simbólico de la forma-mercancía “interpela” a los individuos (los llama, los convoca, los seduce) para convertirlos en sujetos deseosos de materializar los símbolos del progreso que la mercancía ofrece: riqueza, salud, confort y felicidad.[6]

Aun así, este “capitalismo imaginado” no debe entenderse sólo como condición de posibilidad sino como la condición de existencia del capitalismo. Pues tanto la modernidad como el capitalismo dependen de mantener un flujo constante de imágenes y narrativas que los estén tanto reafirmando en su influjo social y en su fuerza económica como renovando constantemente. Sin ahondar sobre la discusión de si la modernidad es propia del capitalismo o viceversa, sabemos que entre el uno y el otro a existido una concomitancia hasta cierto punto pragmática.

A la manera de Manuel Alvarez Bravo.
Por lo tanto las imágenes de mercancías, espectáculos, eventos sociales, exposiciones, objetos técnicos, cuerpos y ciudades son parte constituyente del capitalismo y la modernidad misma. Es decir, entre imaginación y realidades capitalistas existe el mismo grado de ficcionalización. Por lo tanto, ni un “capitalismo imaginado” ni un “capitalismo real o materializado” posibilitan al otro, sino que los dos son integrantes fundamentales para la inserción de unas espacialidades, de unos dispositivos y de unas prácticas sociales característicos de estos dos ejes explicativos.  Lo que entonces tanto la modernidad como el capitalismo provocan es el asentamiento constante de una violencia simbólica a  través de muchos frentes que los perpetúa como los productores de las nuevas subjetividades; éstas subjetividades cinéticas creadas lentamente a partir de los finales del siglo XIX en nuestro país y tempranamente en Medellín -con respecto al ámbito nacional- son precisamente las que permiten que capitalismo y modernidad se arraiguen definitivamente.

Esta violencia simbólica estriba en que los esquemas ideales y representados difieren considerablemente de las realidades sociales. No obstante, aunque la asimilación paulatina de unos modos de vida se dibuje claramente desde la segunda década del siglo XX ésta violencia permanece como el alimento necesario para reforzar las nuevas formas de existencia del capitalismo. Por paradójico que parezca, la ficcionalización de tiempos, espacios y cuerpos son el principal elemento para la construcción de los tiempos, los espacios y los cuerpos modernos.


Punto cero y Barranquilla. Procesamiento digital.
Fotografía: Víctor Jiménez.
 Así, la construcción de las subjetividades urbanas está vinculada, en efecto, a la organización y distribución incesante del espacio de las ciudades y los dispositivos urbanos; pero es necesario advertir que el análisis de las subjetividades y de las prácticas sociales son el insumo principal para dicha organización.

Con todo, lo que aquí se ha querido y se quiere hacer evidente es que la ciudad moderna es un campo de acción y de relaciones transductivas y móviles que ponen el acento en los principios de una racionalidad difusa; difusa en tanto que el poder ya no se encuentra concentrado en la figura de un soberano que tiene la potestad absoluta sobre la vida de sus súbditos, sino que se multiplicó para quedar fragmentado y constituir así una “microfísica del poder”. Los poderes de la modernidad como los espacios de la ciudad tienen cada uno su campo de acción y su grado de efectividad sobre la vida de los hombres.


[1]    RONCAYOLO, MARCEL, La ciudad, Ed. Paidós, Barcelona, 1988, pp. 10 - 11.
[2]    FRISBY, DAVID, Paisajes urbanos de la modernidad. Exploraciones críticas, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2007, pp. 32.
[3]    LYOTARD,  JEAN-FRANÇOIS, La posmodernidad (explicada a los niños), Ed. Gedisa, Barcelona, 1996, pp. 29.
[4]    Este termino es utilizado por Giandomenico Amendola en su texto La ciudad postmoderna para afirmar que la ciudad, en este caso la postmoderna -pero que puede ser usado con las precisiones conceptuales correspondientes para la moderna-, no tiene ni una coherencia espacial, ni simbólica, ni temporal, ni imaginada, ni visual, ni léxica que la permita representar.
[5]    CASTRO-GÓMEZ, SANTIAGO, Tejidos Oníricos. Movilidad, capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910 – 1930), Universidad Javeriana, Bogotá, 2009.
[6]    Ibid, pp. 26.
LA CIUDAD Y SUS RELATOS
Lectores de Periodico.  Sin identificar Procedencia, Autor y Fecha.


Una de las cosas que más claras tiene Fritzsche es que la ciudad de cemento se edifica a la par de la ciudad textual, definiéndose y constituyéndose mutuamente. Entendemos por esto que las narrativas de la vida metropolitana son suscitadas por el dinamismo de las urbes modernas, pero también, que la ciudad se construye paralelamente a sus relatos e imágenes, que los necesita y le son indispensables para poder dotarse de sentido; de un sentido difuso que es al mismo tiempo contestatario y arraigado, ambiguo y preciso. Así, los relatos de la ciudad son siempre fieles al espíritu urbano y al eclecticismo característico de la vida metropolitana. Como todas las urbes contemporáneas, Medellín no puede ser aprehendida espacial, temporal y simbólicamente con toda claridad, y los relatos reforzaran una y otra vez esta opacidad. “Las ciudades son fascinantes, incluso hoy en día, precisamente porque cuestionan tanto la ilusión vana del orden como la fantasía del desorden y porque ponen de manifiesto hasta qué punto son falacias ideológicas las preferencias estéticas a favor de un estado o del otro. La ciudad es frustrante para el dictador pero también para el ropavejero”[1]. La ciudad como espacio donde se producen determinadas prácticas sociales y la ciudad como el cumulo de relatos que ayudan a producir dichas prácticas refuerzan la fascinación.
Mujer Lectora del Siglo XIX. Sin identificar
Procedencia, Autor y  Fecha.
Aunque la diversidad producida por los relatos urbanos incitan a la multiplicación de prácticas y recorridos urbanos, los relatos también se mueven entre la invitación y la contención del movimiento urbano; los ordenes narrativos de la variedad de periódicos, revistas, boletines, carteles, novelas, cuentos, fotografías, pinturas, películas que circulan en Medellín incentiva la pluralidad interpretativa propia de las urbes contemporáneas. De este modo podría decirse también que las aglomeraciones de personas y la diversidad de viejas y nuevas espacialidades en Medellín actualizan de una u otra forma tanto los discursos que se fabrican y los modos en los que la lectura se lleva a cabo, y estas formas de representación, a la vez, secundan la construcción de una ciudad cada vez más móvil y más múltiple. 
Los distintos modos de otorgar sentido a la ciudad a través de los relatos urbanos dependen de los órdenes narrativos en los que se inscriben, y los encuentros y las experiencias urbanas se moldean a partir de lecturas y miradas sobre ella. Para Amendola, los relatos de la ciudad tuvieron un retraso de emergencia respecto al crecimiento urbano barroco, sin embargo afirma que “de manera bastante tempestiva y coherente, la habilidad de relatar la ciudad ha sido siempre adecuada a la ciudad misma tal como ha sido percibida por la cultura de la época”[2]. Las aceleraciones urbanas a partir del siglo XIX se acompañaron de las aceleraciones en la comunicación; entre una y otra -ciudad y comunicación- existe una correspondencia creadora. 

En el transcurso del siglo XX los nuevos lectores se acercaban a las ciudades como si se tratasen de grandes mundos en movimiento, heterogéneos y misteriosos. Los relatos sobre la ciudad, que no sólo tenían lugar en la prensa local y nacional sino en la literatura de la época, construían una imagen sobre ésta que hacían que tantos los que no la habitaban como los que si lo hacían se fabricaran ideas de lo que era, de como se debía transitar y que era necesario tener en cuenta a la hora de acercarse a ella. Así, desde principios del siglo XX Medellín se convirtió en un campo de batalla simbólico y visual en el que cualquiera podía pasear por las calles sólo como espectador. La cantidad de notas locales, las novelas, los retratos de la ciudad y los seductores anuncios que tenían presencia en la prensa funcionaban como itinerarios escritos y visuales que invitaban a los lectores y observadores tanto a seguir cierto recorrido como a multiplicar sus itinerarios urbanos.


Voceadores (pregoneros) de Prensa.
Fotografía de Francisco Mejía, 1937. Propiedad BPP.
Podría decirse con todo que los relatos han brindado a la ciudad un espíritu más coherente para algunos y versátil y difuso para otros y que han estimulando el uso de las espacialidades urbanas como los lugares de efectuación de prácticas sociales. Por ello, lo que esta ruta propone como objetos de estudio, para entender la ciudad también como construcciones simbólicas, son esa cantidad de dispositivos que conciben la ciudad como enclave múltiple de posibilidades; la literatura, la prensa, la publicidad, la fotografía, la pintura, los programas televisivos, el cine, etc. funcionan aquí como productores de ciudad(es).


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[1]    FRITZSCHE, PETER, Belín 1900. Prensa, lectores y vida moderna. Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, pp. 17.
[2]    AMENDOLA, GIANDOMÉNICO, La ciudad postmoderna. Celeste, Madrid, 2000, pp. 169.