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Una ciudad diversa y armónica.

Darío Ruiz Gómez

¿Dónde están los economistas, los geógrafos urbanos, los especialistas en catastro urbano? A renglón seguido debo  preguntarme por la ausencia de los Planificadores y de los Diseñadores urbanos pues de lo que se trata es de ponerse de acuerdo sobre los ajustes al concepto de territorialidad que desde el último POT perdió vigencia ante la irrupción de nuevos capitales que han impactado abiertamente el mercado inmobiliario y le han planteado a la industria de la construcción retos tecnológicos que ésta no fue capaz de resolver ya que la calidad de la misma vivienda de precios altos es de una mediocridad tan evidente que en más de una década ha desaparecido la arquitectura. Por no hablar de esa nefasta concepción del negocio inmobiliario que llevó a la tragedia de “Space, y, a una atomización espacial que condujo a la desaparición de los espacios públicos, de las áreas verdes y de las aceras como elemento articulante para el peatón, bajo una concepción meramente comercial de los Planes Parciales.

Lo propio de la propuesta del proyecto postmodernista nos recuerda Fernández Alba fue confundir el diseño con un histerismo seudotecnológico, abandonar el territorio, los lugares, por abstracciones dibujadas, en el trasvase que va de la empresa constructora a la promotora inmobiliaria encargada de “hacer la ciudad que marcan sus objetivos inmediatos” mientras Planeación abandona toda responsabilidad en manos de las Curadurías con las escandalosas consecuencias que estamos viendo en la actualidad. ¿Cómo se planteará en el POT  el fenómeno determinante de los desplazamientos de población mediante la violencia, con fines especulativos? ¿Se ha tenido en cuenta a los desplazados?  Sospechosamente hoy se vuelve a hablar de las quebradas y su importancia como factor de equilibrio ambiental cuando se continúa impávidamente construyendo edificios sin respetar los retiros debidos en El Poblado., cuando un inmenso patrimonio paisajístico como el de la quebrada de Santa Elena se dejó destruir por invasiones, fritangas a nombre de un descarado populismo.

“Los nuevos barrios que se han construido en Madrid no hacen ciudad” ha dicho el arquitecto Linasazoro al  hacer la defensa de la ciudad construida o sea de valores urbanísticos afianzados en el tiempo  y cuya expresión cultural es el barrio y que no pueden ser agredidos por formas inconsultas de Unidades Residenciales que densifican sin previamente urbanizar, sin construir las vías necesarias causando un colapso social por anticipado. ¿Plantear un POT sin delimitar primero la ciudad que debe ser defendida y cuya identidad no puede ser agredida por los falsos valores comerciales? Evidentemente la tarea de equilibrar los intereses privados de las grandes y pequeñas inmobiliarias tiene que ser la tarea del POT para no caer en el error que llevó al Bogotá de Petro al desastre total desde el punto de vista urbanístico y desde el punto de vista social. En definitiva ¿Cuál es la idea de ciudad que debe plantearnos el POT después de hacer balance de los desastres que han conmocionado nuestro espacio urbano, han acelerado el conflicto social y llevado a que el caos de movilidad esté a punto de que reviente lo que nos resta de la cultura cívica?

Porque sin una idea definida de cuál es la ciudad que debe surgir después de errores como la desaparición de un sistema de parques – y no su remedo como los parquecitos lineales-  que permita una efectiva inter-relación urbana,  la incorporación de las comunas aisladas hoy del intercambio social, de un planteamiento vial a fondo que vuelva humano el transporte y defienda al peatón,  lo que viene es un disfrazado y encubierto montón de tecnicismos para seguir favoreciendo la especulación inmobiliaria, para impedir una ciudad diversa y armónica.  

Las manos sobre la ciudad, "la huella de la locura codiciosa”

Darío Ruiz Gómez


Habrá que recordar de nuevo el film de Francesco Rossi, “Las manos sobre la ciudad” que comienza con la caída de un edificio de vivienda, lo cual conduce de inmediato a una investigación sobre las causas y los causantes de esta catástrofe. El edificio hacía parte de un proyecto de vivienda de la Democracia Cristiana, Partido de Gobierno. Primera evidencia: al privatizar estos programas se olvida la calidad del diseño arquitectónico, un urbanismo regularizador, por parte de los grandes capitales manejados a su antojo, por estos Patriarcas, imágenes mismas de acendrada decencia y religiosidad. Igualmente, se deja a un lado, por considerarlo un gasto innecesario, la calidad de los materiales, de los acabados. Rossi analiza la corrupción de la clase política en manos de estos poderosos empresarios que convierten la ciudad en su botín a través de una especulación desmedida. Infinidad de lúcidos análisis se han encargado de darnos una visión aproximada de lo que ha supuesto la degradación de la ciudad moderna a través de estos oscuros capitales frente a los cuales, cualquier consideración sobre los valores cívicos, y, la necesidad de respetar la ciudad construida, patrimonio de sus habitantes, llega a ser considerada como una demostración de mera sensiblería.

El texto de la arquitecta alemana, Julia Schulz-Dormburg, “Ruinas Modernas. Una topografía del lucro” como recuerda Rafael Argullol, disecciona magistralmente lo que en dos décadas supuso el arrasamiento de la ciudad recurriendo, por ejemplo, al arribismo social de quienes buscan hacer parte de aquello que la propaganda les muestra como la entrada en una era de prosperidad indefinida, como la posibilidad de vivir en los barrios exclusivos de los personajes exclusivos. Un sueño triste que la crisis económica, en el caso de España, dejó en las ruinas y que, a través del rostro estupefacto de los engañados recuerda hoy lo que supuso este simulacro donde la abrupta sustitución de uso de los espacios por la rentabilidad del cambio, disfrazó sus objetivos destructores, como la destrucción del tejido urbano mediante la atomización del espacio público a través de las urbanizaciones cerradas, de las torres exclusivas, la desaparición de los Centros cívicos, el crecimiento acelerado de la inequidad.

Problemática que a través de los años he enfrentado desde esta columna para tratar de abrir los ojos a las autoridades respectivas sobre esos terribles errores que no podían cometerse en nuestra ciudad, olvidando, ingenuamente, algo muy importante: que una vez comenzado el frenesí de la especulación inmobiliaria con la presencia de grandes capitales buscando legitimarse legalmente, para nada importan disciplinas como la Planeación urbana, un urbanismo regulador de los procesos de urbanización y defensa de los derechos del ciudadano ante la irracionalidad de los comerciantes del espacio urbano. ¿No existían ya cuando Fajardo y su Alcaldía los estudios geológicos necesarios sobre la realidad de esas laderas? ¿Se tuvo en cuenta estos estudios durante una Alcaldía en la cual se transformó sin medida alguna esa topografía construyendo más de 100 torres sobre quebradas, destruyendo bosques necesarios para el equilibrio del terreno? ¿Dónde están las vías necesarias a esa inusitada densificación? Una torre sobre un barranco y ¿y los parqueaderos y las vías necesarias para una densificación desmesurada? ¿Cómo se concedieron miles de licencias de construcción sin tener en cuenta estos requerimientos necesarios durante la Alcaldía de Salazar que llegó a proclamar las VIS como su Programa de Vivienda Social bajo el demagógico lema de que “también los pobres pueden vivir en El Poblado”? Un edificio que colapsa es un interrogante que descorre dolorosamente los velos sobre una realidad que no queríamos ver, “la huella de la locura codiciosa” como la llama Argullol, las complicidades de unos y otros, el colapso de unas economías que necesitamos definir y reflexionar como parte de nuestra responsabilidad de seres pensantes urgidos de salvar nuestro hábitat: la ciudad.
(Para Juan Esteban Cantor. In memoriam)