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MONSTRUOS MORALES: HOMOSEXUALES Y SUICIDAS

Estudio de la criminalidad desde una perspectiva foucaultiana en Medellín

 (1880-1930)


La modernidad es una fábrica de cuerpos dóciles y útiles, una gran máquina cuyos mecanismos de poder operan dejando la impronta de los disciplinamientos sobre los sujetos que pasan por sus dispositivos de producción[1]. No obstante, como en todo proceso, pareciera tener una serie “productos” (léase cuerpos) defectuosos en los que esa marca apenas se insinúa o ni siquiera logra fijarse. Esas anomalías, esos sujetos monstruosos, son los criminales.

La anterior metáfora no debe entenderse como una especie de vuelta al mecanicismo por parte de Foucault;  sólo sirve para ilustrar una serie de operaciones y dispositivos en los que el poder se encuentra diseminado, en una lógica relacional por la cual establece esquemas de docilidad, que operan en escalas, objetos y modalidades de control en una suerte de movimiento reticular, que caracteriza el modus operandi de esta analítica del poder.

Sin embargo, como se dijo, hay una serie de sujetos que escapan a esos disciplinamientos, subvirtiendo el orden establecido por los poderes en tanto introducen una transgresión de la norma como elemento regulador de la vida social. Estos “monstruos políticos” (en adelante se utilizará “monstruos morales” para efectos de lo expuesto, sin cambiar sustancialmente el concepto inicial) como los denomina Foucault, hacen su aparición hacia el siglo XVIII cuando el Antiguo Régimen entra en decadencia y sus rituales de castigo como una teatralidad del derecho del soberano sobre la vida y la muerte, ceden el paso a los subrepticios mecanismos del nuevo sistema Burgués en el que la exaltación de la vida se soporta sobre una serie de controles en los que los cuerpos individuales se modelan (anatomopolítica[2]) y el cuerpo social, la población, se controla (biopolítica[3]).

Así, el nuevo biopoder, se instalará bajo la lógica de la normalización[4], en donde las relaciones sociales del tipo que sean (familiares, sexuales, de producción, etc.) no obedecerán ya a un discurso imperativo como a unas argucias libertarias, propias de la nueva economía de los mecanismos de poder[5]:

El momento histórico de las disciplinas es el momento en que nace un arte del cuerpo humano, que no tiende únicamente al aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino a la formación de un vínculo que, en el mismo mecanismo, lo hace tanto más obediente cuanto más útil, y al revés. Fórmase entonces una política de las coerciones que constituyen un trabajo sobre el cuerpo, una manipulación calculada de sus elementos, de sus gestos, de sus comportamientos.[6]

Todas estas coerciones subrepticias que se interiorizan en el cuerpo individual y se normalizan en el cuerpo social están inscritas, a su vez, en una red de vigilancia de la que, no obstante, logran escapar los monstruos morales: los criminales. Al sustraerse, aunque momentáneamente, no sólo rompen el pacto social al ubicarse por debajo de la ley, también, actúan despóticamente al ejercer una voluntad que anula el contrato como elemento regulador de las relaciones sociales; quedando por fuera de ésta[7]. Así, el criminal es doblemente monstruo pues no sólo está por fuera de los límites que traza la ley sino, también, logra romper ese entramado epistémico, así sea desde una praxis no razonada, en ese umbral en el que han solido ubicarse la locura y el crimen y donde, paradójicamente residen las posibilidades del cambio social, entendido en su acepción más amplia.



Dicho esto, lo que se propone a continuación son dos análisis de caso, uno sobre la moral sexual burguesa y, otro, sobre el suicidio, desde su tipificación como delitos contra la moral. El interés de esta reflexión está centrado en estudiar la manera en que esa red de vigilancia se activa ante estos puntos de fuga que suponen los criminales y la manera en que esa frontera infranqueable de la normalización, se ha ido extendiendo a través de estas rupturas, hasta nuestros días. El espacio-tiempo elegido para este estudio será la ciudad de Medellín en su primera etapa de modernización comprendida entre 1880 y 1930.[8]

Para leer y descargar el artículo completo de Daniel Pajón Toro, hacer clic AQUÍ


[1] “La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos <>. La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia). En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una parte, hace de este poder una <>, una <> que trata de aumentar, y cambia por otra parte la energía, la potencia que de ello podría resultar, y la convierte en una relación de sujeción estricta.”  FOUCAULT Michel, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2002, p. 83.
[2] Procedimientos de poder característicos de las disciplinas en los que se perfila “el cuerpo como máquina: [y se propugna por] su educación, el aumento de sus aptitudes, el arrancamiento de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su utilidad y su docilidad, su integración en sistemas de control eficaces y económicos…” FOUCAULT Michel, Historia de la Sexualidad: I. La voluntad de saber, Madrid, Siglo Veintiuno, 1998, p. 83.
[3]  Conjunto de intervenciones y controles donde “el cuerpo transido por la mecánica de lo viviente y que sirve de soporte a los procesos biológicos: la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida y la longevidad, con todas las condiciones que pueden hacerlos variar”; es el elemento central de la nueva mecánica del poder. …” FOUCAULT Michel, Historia de la Sexualidad: I. La voluntad de saber, Madrid, Siglo Veintiuno, 1998, ibíd. 
[4] “Ya no se trata de hacer jugar la muerte en el campo de la soberanía, sino de distribuir lo viviente en un dominio de valor y de utilidad. Un poder semejante debe calificar, medir, apreciar y jerarquizar, más que manifestarse en su brillo asesino; no tiene que trazar la línea que separa a los súbditos obedientes de los enemigos del soberano; realiza distribuciones en torno a la norma.” FOUCAULT M., “Historia de la Sexualidad…”, p. 86.
[5] Que Foucault define como “un conjunto de procedimientos y, al mismo tiempo, de análisis, que permiten aumentar los efectos de poder, disminuir el costo del ejercicio de éste e integrarlo a los mecanismos de la producción. […] Es decir, que [el poder] ya no se ejercía a través del rito, sino de los mecanismos permanentes de vigilancia y control.” FOUCAULT Michel, Los anormales. Curso en el Collège de France (1974-1975), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 88.
[6] FOUCAULT M., “Vigilar y castigar…”, p. 83.
[7] “De modo que, cuando el criminal retoma, en cierta forma, su interés egoísta, lo arranca a la legislación del contrato, o a la legislación fundada por éste, y lo hace valer contra el interés de todos los demás […] Por consiguiente, ¿no nos toparemos, en el caso del criminal, con un personaje que será, a la vez, el retorno de la naturaleza interior de un cuerpo social que renunció al estado natural por el pacto y la obediencia a las leyes? […] ¿No vamos a vernos ante un individuo de naturaleza que trae consigo al viejo hombre de los bosques, portador de todo ese arcaísmo fundamental anterior a la sociedad, y que será al mismo tiempo un individuo contra la naturaleza? En resumen, ¿el criminal no es precisamente la naturaleza contra natura? ¿No es el monstruo?” FOUCAULT M., “Los anormales…”, p. 91.
[8] Esta periodización ha sido un tema de gran debate, que no viene al caso ahondar. Por eso, se tomará como referente la propuesta teórica de Jorge Orlando Melo, para quien durante el período de 1880 a 1930, Medellín empieza, a través de tres ejes, un proceso acelerado de modernización: “[1] el desarrollo de una imagen de ciudad moderna y los esfuerzos para poner en práctica, en forma planeada, unos ideales de vida urbana; [2] el proceso por el cual se intentó educar a la población para esa vida urbana y [3] la forma como la literatura trató de encontrar su punto de inserción en esa ciudad en proceso de modernización y civilización…” MELO Jorge Orlando, “Medellín 1880-1930: los tres hilos de la modernización”, en: Biblioteca Virtual del Banco de la República, Bogotá, 2004. 

El trabajo crítico del pensamiento sobre él mismo


Olivier Razac se interesa en objetos originales y variados, como el alambre espino, la tele-realidad, la salud o el brazalete electrónico penitenciario. Inspirado en la obra de Michel Foucault, señala y analiza los formas de ejercicio del poder actualmente. Para sacar sus consecuencias éticas y políticas.

Algunas obritas tienen el poder de problematizar grandes objetos. Histoire politique du barbelé, el primer libro de Olivier Razac, es una de esas. En 2000, este filósofo que tenía entonces 27 años, supo hacer emerger la potencia simbólica del alambre arpado, a través de tres jalones históricos: la pradera norteamericana, la trinchera de la Gran Guerra, y el campo de campo de concentración nazi. “Instrumento de inscripción espacial de las relaciones de poder”, la propia forma del arpado ilustra su función. “Es un rasgo que cierra el paso y evoca inmediatamente la privación de libertad (como lo harían los barrotes de prisión). Pero además es un rasgo erizado, agresivo, cuyas puntas representan los cuchillos del poder. Rasgos y puntas, barrotes y cuchillos expresan directamente la vocación violenta y opresiva del alambre espino”. A esta reflexión sobre la delimitación del espacio le hace eco un artículo sobre el GPS aparecido en Fresh Théorie. El autor aclara en él ese deseo contemporáneo de localizar y de ser localizado.

¿Cómo funciona esto? Esta es la pregunta que no deja de hacer Olivier Razac. Funcionalista, el análisis de las formas del ejercicio del poder, y de los efectos de control que ellas producen, singulariza el proceder de este pensador que consagró su segunda obra a la tele-realidad entendida como un espectáculo zoológico (L´écran et le Zoo. Spectacle et domestication, des expositions coloniales a Loft Story). Del zoológico a la biopolítica (la vida como la apuesta del poder) no hay sino un paso. La Grande santé, su última publicación salida de su tesis, interroga diferentes visiones filosóficas de la salud que molestan, inquietan, sus representaciones estrictamente médicas. Estos pensamientos (Friedrich Nietzsche & Gilles Deleuze a la cabeza) tienen en común establecer otra salud, creadora y arriesgada, pues no se vive en la orden expresa de la conservación de sí y de la obsesión sanitaria: “La gran salud es puramente afirmativa. Su naturaleza no es la de oponerse a las obligaciones exteriores sino la de ejercer su potencia a partir de ella misma”.

Luego de ocho años consagrados a la escritura, “por fuera de la Educación nacional”, enseña desde hace un año en undécimo en un liceo privado. Este joven padre ha seguido todo su curso filosófico en la Universidad de París-VIII-Saint- Denis, cuya enseñanza marcada por Michel Foucault se distingue de entrada por la atención que se presta al contexto histórico y a las implicaciones políticas de las filosofías. “Fue leyendo a Michel Foucault que mi relación con la filosofía se volvió apasionada. Comprendí que las ideas, los conceptos, podían cambiar mi mirada sobre el presente”, explica él. Nacido en 1973 en Nueva Caledonia, Olivier Razac vivió en Costa de Marfil, antes de llegar a Francia a la edad de 4 años. El joven, titular de un bachillerato científico, primero ensayó en un IUT de informática. Una errancia a sus ojos. “A los dos meses me di cuenta con violencia que eso no era lo que yo quería hacer. Algebra booleana, problemas de lógica, ecuaciones, A o no-A, B o no-B… Cuando salía de allá mi cerebro estaba sobre-estimulado, pero yo sentía que eso giraba en el vacío; sólo tenía Aes y Bes en la cabeza”, recuerda este hijos de ingeniero que no tardó en cortar el cordón umbilical de su adolescencia. Una bellísima página de su segundo libro ¿no toma entonces un color biográfico? “Es posible volverse otro (…) La ética es un movimiento de desprendimiento del modo de vida en el que uno se ha implicado a tal punto que allí se ha enredado como en una red. Si uno se queda quietecito, no se da cuenta del enredo. Es en el momento en que uno quiere moverse, cambiar de sitio, que los hilos se transforman en lazos, y que se vuelve necesario cortarlos”.

Desprenderse de la domesticación social; el acto de filosofar, fundamentalmente, tiene que ver con la ética, y su descubrimiento de los estoicos fue determinante. La filosofía le aparece como el lugar en que puede ejercerse “una curiosidad general sobre todo, una apertura a todos los dominios, un deseo de llevar la mejor vida posible”. “Por esto mi negativa a la especialización…”, prosigue él. Rebotando de un centro de interés a otro, Olivier Razac prepara un libro sobre el brazalete electrónico penitenciario: “Hay un bloqueo crítico sobre estos objetos que dan la sensación de ser ventajosos. ‘Siempre es mejor que ir a prisión’, se escucha acá y allí. Esto es una ilusión, pues los que lo llevan no hubieran ido a prisión si el brazalete no hubiera existido. Hay una articulación necesaria entre los dos medios carcelarios; el medio abierto perenniza la prisión”.

Su recorrido original, consagrado a objetos heterogéneos, está movido por una misma idea fuerte. “La filosofía toma su sentido en el enfoque y no en el tipo de objetos que ella considera”, afirma Olivier Razac. Ese sentido que él le confiere a la filosofía crepita en esas palabras de Michel Foucault sacadas del Uso de los placeres, y que sirve de exergo a la última parte de la Pantalla y el Zoológico: “Hay momentos en la vida en los que la cuestión de saber si uno puede pensar de otra manera distinta a como piensa, y percibir de otro modo a como ve, es indispensable para continuar mirando y reflexionando (…) ¿Qué es la filosofía hoy si no es el trabajo crítico del pensamiento sobre él mismo? Y si en lugar de legitimar lo que ya se sabe ¿no consiste ella en buscar saber cómo y hasta dónde es posible pensar de otra manera?”. En estas condiciones, la filosofía tiene entonces que dialogar con su afuera, con lo que no es ella. “La pantalla y el zoo ha sido recibido por el medio artístico; Historia política del alambre arpado por los arquitectos. Espero con impaciencia las reacciones del mundo médico sobre la Gran salud”, confía Olivier Razac.

Bibliografía: Histoire politique du barbelé (La Fabrique, 2000), L’Écran et le Zoo. Spectacle et domestication, des expositions coloniales à Loft Story (Denoël, 2002), « The Global Positioning System » dans Fresh Théorie (Léo Scheer, 2005), La Grande Santé (Climats, 2006).

Philosophie Magazine, n°4 Septiembre 2006
tr. Luis Alfonso Paláu, Medellín, julio 7 de 2014.