Existen varias
categorías de trayectos patrimoniales, esta vez realizaremos uno de los que
hemos llamado “circuitos histórico culturales a bienes inmuebles de valor
patrimonial”, los cuales están insertos en la periferia, en este caso iremos a El Jordán, una casa relevante del
Patrimonio de las sociabilidades, paseos, fiestas y músicas del siglo XIX y XX,
que en la actualidad se ubica en la comuna siete (7) de la ciudad, y cuya
extensión de recorrido en bicicleta no supera los 10 Km.
Fachada frontal del Jordán a principios
del siglo XX, con su aviso de baños “Casa fundada en 1891”. Foto de la
Familia Burgos, publicado por Rosa María Pérez.
Investigación Histórica Luis Fernando González Escobar 2015
La ruta
patrimonial que haremos es un circuito a través de la arquitectura barrial,
contextual y no monumental de los habitantes de los márgenes de la ciudad de
Medellín. De la misma forma, es la posibilidad de reconocer en estas
materialidades vernáculas las huellas del crecimiento urbano en los espacios y residencias
que se construyeron en Robledo para el encuentro y la diversión, al ser un
paraje o zona de paso, en el “Camino Real” a San Cristóbal y Santa Fe de
Antioquia.
San Siro, Aldea de Anápolis, El Cucaracho,
Robledo Parque.
Los pobladores
y habitantes de los barrios de Medellín por 125 años.
La historia barrial a través del crecimiento urbano
y de la zona.
Los rituales y costumbres de los estaderos de
paseo y las fondas de paso.
Los caminos y automóviles: el carretero, el
tranvía, las chivas, los buses y carros.
Las músicas y sociabilidades a través de un
siglo.
La arquitectura regional y el conjunto
paisajístico funcional de la vivienda tradicional.
La producción cultural de bohemios, clientes,
intelectuales, pintores y demás personas que hicieron del lugar un referente territorial en la vida de la urbe.
Render de la proyección de la restauración integral de El Jordán como Centro cultural.
Conclusión
El Jordán es un lugar referente
de memoria urbana por lo que se vivió allí desde que fuera unos “baños de las
afueras” en la última década del siglo XIX, hasta las tertulias de los
intelectuales en las últimas décadas del siglo XX, y las proyecciones a futuro
para los archivos y las culturas musicales folclóricas y académicas de Medellín,
Antioquia y la Costa en el siglo XXI.
Las BiCiRutas
Patrimoniales te invitan a pedalear hacia maravillosos e increíbles lugares de
la ciudad, en los cuales disfrutaremos de relatos, historias, imágenes y
actividades, que nos narran de una manera amena y entretenida, las memorias
alrededor de las cuales tejemos nuestro pasado, presente y futuro.
En esta ocasión
iremos tras los rastros de nuestros ancestros Los Aburráes al barrio La
Colinita, lugar en donde se halló una tumba precolombina en el año
2013.
Hemos catalogado
esta BiciRuta con grado de dificultad alto por loma, pero ¡no te preocupes!,
las partes más difíciles las subiremos caminando.
Una ruta
patrimonial se constituye en un medio de acceso al territorio y las diversas
culturas locales que nos precedieron hace siglos, para su conocimiento y
disfrute, permitiendo contribuir al desarrollo y proyección de las identidades
locales en un mundo globalizado.
Existen varias
categorías de rutas, en este caso realizaremos una que hemos llamado Rastros
de nuestros ancestros, parte del Patrimonio arqueológico, paisajístico,
histórico y cultural, la cual está inserta en una comuna de la ciudad de Medellín,
y cuya extensión no supera los 25 Km.
En este empeño
la idea es hacer una guía para el visitante, que en su conjunto le entrega una
base de información sobre los Aburraes y otros pobladores indígenas que
habitaron hace más 800 años, en un recorrido seguro y con nuevos ojos sobre un
barrio y un equipamiento urbano colectivo.
En esta biciruta
los conectores que proponemos explorar son:
El Pasado Prehispánico.
Los Ancestros y pobladores (indígenas) antes y en los
primeros 150 años de la invasión española. Poblamiento: extinción o resistencia.
Los Emplazamientos donde habitaron, paisajes y lugares
sagrados.
Los Rituales de la muerte (funerarios) y cosmovisiones no
occidentales.
Los Caminos (de Guaca, de la Cuesta, del Virrey) y
búsquedas de la Arqueología, la Antropología y la Etnohistoria para explicar
otras culturas.
Continuidad cultural o cambio profundo de sociedades antes y en el periodo de contacto.
Descargas Conoce más sobre el recorrido y la temática en: bit.ly/bicirutaspatrimonio
Para conocer el texto de investigación completo, puede
descargarlo haciendo clic aquí Enlace a la versión digital del libro Los Aburráes:http://bit.ly/LosAburraes
Carpeta digital con materiales sobre las culturas del valle de Aburrá y las BiCiRutas https://goo.gl/DlvvAB 400 años de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá: La génesis de Medellín. Vídeos de ciclo de conferencias de la universidad EAFIT. Marzo 1 de 2016. http://envivo.eafit.edu.co/EnvivoEafit/?p=25171
Las Rutas Patrimoniales responden
al propósito de difundir y hacer memoria de parques, plazuelas y monumentos
escultóricos de alto valor histórico cultural, mediante la creación de
recorridos transitables a pie y en bicicleta, con el fin de valorizarlos y
conservarlos, ampliando el conocimiento de sus personajes-estatuas y mejorando
las alternativas de uso del tiempo libre y de la noche en los parques públicos.
Esta ruta patrimonial permite contribuir
al desarrollo y proyección de las identidades locales al visitar con propuestas
lúdico-culturales los espacios públicos del centro. En este empeño la idea es
hacer una guía para el visitante, que en su conjunto le entrega rasgos sobre
las independencias y modernizaciones a nivel local y nacional, en un recorrido
seguro y con nuevos ojos sobre prohombres de la historia y lugares ya
transitados.
Existen varias categorías de rutas,
pero para este caso realizaremos una de las que hemos llamado “circuitos
histórico culturales del patrimonio de arte público urbano”, los cuales están
Insertos en el centro histórico de la ciudad, cuya extensión es reducida y
puede hacerse en algunas horas.
Este recorrido en bicicleta y a
pie por 5 seres humanos a quienes rememoramos en 3 parques, una plaza y una
plazuela en el corazón urbano de la metrópoli son una ventana abierta al
visitante, que da cuenta del patrimonio diverso, artístico y monumental que
representa al país que vamos historiando y reconociendo. Asimismo, representan
el desafío gubernamental para que estos bienes sean referentes de los
itinerarios culturales para las futuras generaciones como espacios que brindan
memorias y formas reales de acceso y acercamientos a la(s) historia(s), por lo
que deben ser valorizadas desde una perspectiva de conservación, restauración y
activaciones constantes, resignificando los lugares con estas acciones en
biciruta y la producción de estos acontecimientos y escenarios[1].
“En Medellín hay 493 esculturas,
según el inventario realizado en el 2013 por la Secretaría de Cultura Ciudadana
de la Alcaldía de Medellín”. “La historia de la escultura en Medellín es
relativamente reciente, se remonta apenas a finales del siglo XIX. Tal vez la
primera que se instaló fue la estatua de Pedro Justo Berrío en el Parque que
lleva su nombre. Tomás Carrasquilla decía que era ‘la única escultura que
existía en esta villa infulosa’. Después fue elaborada la estatua del Parque
Bolívar, que luego de la muerte de su creador italiano, se le encargó a Eugenio
Maccagnani, su sucesor hacerla con los bocetos del fallecido artista[2]”.
En esta ruta patrimonial nos basamos en las investigaciones de El Libro de los parques. Medellín y su
centro, al igual que nos apoyamos en Jorge Echavarría Carvajal y un grupo
de académicos de la maestría en Estética de la Universidad Nacional que
produjeron la investigación Arte público
en Medellín. La Ciudad de las (casi) 500 Esculturas. Glosario incompleto para
su discusión; y finalmente tomamos de páginas web de biografías y de
bibliotecas digitales académicas las lecturas de los más de 10 personas
figurantes.
Caracas, Venezuela, 1783 - Santa
Marta, Colombia, 1830[4].
Bolívar es un personaje literario que no se puede abordar fácilmente, por
la sencilla razón de que nunca se propuso hacer literatura, sin embargo nos
dejó ríos de tinta en sus cartas, artículos, ensayos, memorias, proclamas y
constituciones[5],
que compiten con su crueldad y cobardía en sus batallas y gestas guerreristas.
José Antonio Páez, uno de los comandantes de los llanos orientales que
lideró y consolidó la independencia ante los realistas en su compañía, quien
después en 1928 se rebela por la autonomía separatista de Venezuela, describe a
Bolívar así:
Bajo de cuerpo; un metro con sesenta y siete centímetros. Hombros
angostos, piernas y brazos delgados. Rostro feo, largo y moreno. Cejas espesas
y ojos negros, románticos en la meditación y vivaces en la acción. Pelo negro
también, cortado casi al rape, con crespos menudos. Las patillas y los bigotes
se los cortó en 1825. El labio inferior, protuberante y desdeñoso. Larga la
nariz, que cuelga de una frente alta y angosta, casi sin formar ángulo. El
General es todo menudo y nervioso. Tiene la voz delgada, pero vibrante. Y se
mueve de un lado para otro, con la cabeza siempre alzada y alertas las grandes
orejas. El General es decididamente feo y detesta a los españoles.
Siendo un criollo de ascendencia
mestiza por lo que sus detractores lo apodaban “Chorizo”, amaba la vida de los
lugares apacibles y de las villas que le recordaban su infancia, mientras que
las ciudades del viejo continente le despertaban aburrimiento y fastidio por la
vida al estilo europeo.
Se aspira a mostrar que Simón
Bolívar fue un hombre de “carne y hueso”, y así romper con la abrumadora
tendencia que caracteriza a los muchísimos libros escritos sobre el Libertador,
en los cuales se le presenta como un héroe inalcanzable, despojado de
emociones, de sentimientos, de afectos y, sobre todo, de vida amorosa (…) La
paradoja es que, en la mitificación de los héroes, son válidas todas las
versiones: la del devoto esposo, la del Libertador glorioso, la del cobarde que
nunca fue buen jinete de caballo a decir de los llaneros, pero si amante
insaciable y violador [6].
Francisco de Paula Santander y la Plazuela San Ignacio
Nació en la Villa del Rosario de
Cúcuta, el 2 de abril de 1792, muerto en Bogotá, el 6 de mayo de 1840.
Prócer de la Independencia,
militar, jurista, estadista y esencialmente fundador civil, varias veces
presidente de la República. Ilustre guerrero, profundo político, liberal, gran
hombre de la Nueva Granada, quien además de su amor a la ley y la libertad, se
empeñó en hacer de la educación el bastión de la vida civil y de la
independencia fundado escuelas primarias y colegios por todo el territorio,
mientras se combatían contra los realistas y después de separada la Gran
Colombia[8].
Manuel Pombo señaló que
"Tenía buena forma de letra y la manía de escribir; por eso decían algunos
que el Libertador adolecía de intemperancia de lengua, y el general Santander
de intemperancia de pluma[9]".
“Se le ha tildado de traidor a
Bolívar, de ladrón del primer empréstito internacional, de sanguinario en las
ejecuciones de sentencias a muerte y de haber sido un hombre avaro, rencoroso,
enemigo de los venezolanos y solo amigo de sus amigos (…) “Casandro” apoda
Bolívar a Santander, “Trabuco” le dicen los bogotanos y “Soldadito de pluma” lo
llamaron los llaneros venezolanos.[10]”
De algunas de las más
controvertibles situaciones de su vida entresacamos algunos episodios:
Ejecuciones
de prisioneros, militares criminales y conspiradores.
Nació en Concepción (1799) y
murió en el Santuario (1829), Antioquia.
Córdova nació y murió en
Antioquia, a la edad de 30 años. Según su biógrafa Pilar Moreno de Ángel[12],
Córdova llevó una vida donjuanesca y era tan ducho en las artes del amor como
en las de la guerra. Su educación fue autodidacta, dominaba el caballo como
cualquier llanero, un hombre tosco, ambicioso y "resentido por su falta de
educación", que dejó hijos
naturales en el sur en Sandoná y en el actual Ecuador[13], ascendió
a general, en tanto estuvo envuelto en varios concejos de guerra por
conspiraciones y enfrentamientos entre los mandos, dadas las visiones y sed de
poder en las luchas contra la reconquista española.
De acuerdo con van Rensselaer,
José María Córdova era “el más buen mozo de todos los colombianos, de alta
estatura, bien formado, de pelo y ojos negros, expresión determinada y digna,
caballero en todas sus acciones, por sobre todo un hombre cabal, de honor
estricto y cuya palabra es siempre cumplida”. Un hombre caracterizado por una
profundidad afectiva insospechada, fue siempre afable y complaciente con los suyos,
hasta el punto de ganarse la estimación incondicional de cada miembro de su
familia, de sus amigos y de la generalidad de la población de Rionegro, ciudad
a la que consideró su patria chica.
Fecha de nacimiento: lun, ago
13th 1827 - Fecha de defunción: vie, ago 13th 1875.
Berrío oriundo de Santa rosa de
Osos fue comerciante, educador, abogado, militar y gobernador (dictador por 10
años) del departamento de Antioquia en su época federal (1856 -1886). Católico
y al parecer conservador acérrimo, Carrasquilla lo definió como el modelo de
hombre de padre y ciudadano, que en nuestras palabras lo definirían como todo
un paisa. Estuvo envuelto en las batallas civiles del siglo XIX libradas por
conservadores y liberales en la lucha por el control del poder y la
organización de las élites burguesas dentro del marco de la república, el
centralismo y las visiones después de 30 años de “independencia”.
En octubre de 1873 después de dos
periodos como gobernador y sin riquezas acumuladas “sólo aspiraba a la dulce
paz del hogar; y no alcanzó esto, pues a poco de regresar a la ciudad natal
murió su virtuosísima esposa, doña Estefanía Díaz, y este terrible golpe lo
afectó tan hondamente, que desde entonces se le desarrolló la enfermedad del
corazón que le causó la muerte dos años después[15]”
La vida de Pedro Justo Berrio
Rojas y del caso antioqueño en esta época nos lleva a pensar en una perspectiva
interactiva entre tradición y modernización, donde ambas se redefinieron y
fundieron en la creación de un nuevo imaginario, el de una cultura regional[16].
Nació en Santiago de Cuba en
1836, y falleció en Nueva York en 1898.
Ingeniero, escritor, periodista,
empresario y patriota con nacionalidad cubana y estadounidense, lideró la
construcción de ferrocarriles en su país, Colombia, Perú y Nueva york.
Se inició en el periodismo como
colaborador del periódico reformista El Siglo. Al momento del estallido
independentista de 1868 era director del periódico habanero El País desde donde
incitaba a los jóvenes a luchar por la independencia. Se relacionó con
destacados intelectuales reformistas y revolucionarios cubanos, a la vez que,
hizo viajes por el sur de América buscando ciudadanos solidarios con la causa
cubana, una vez fue expulsado y sentenciado a muerte.
Poseía una personalidad decidida
y valerosa, a la que no arredraban ni las fieras ni los miasmas deletéreos del
trópico, pero tampoco las más feroces fieras y tormentas de la política local,
pues venía respaldado por una gran escuela ingenieril norteamericana, curtido
profesionalmente con diez años de experiencia ferroviaria y con las cicatrices
aún frescas de su participación en una revolución inconclusa[18].
Con su imperiosa nariz de grandes
fosas y sus tabacos como buen cubano, Cisneros era una persona dominante,
organizadora e intransigente en asuntos técnicos, lo que lo llevó a ejercer
sobre sus subalternos una influencia fuera de lo común, sobre todo en momentos
de mayor desaliento.
Comunicar el Mar con los centros
poblados del interior a través del Río Magdalena, había sido el primer
imaginario que en Colombia llevó a Cisneros a buscar la manera de integrar las
regiones con caminos de hierro. Con su proyecto de la red ferroviaria a la que
llamó ‘trenes de fantasía y ferrocarriles de ilusión’ visualizó que el futuro
de Colombia estaba en poblar los terrenos baldíos y comunicar el Atlántico con
el Pacífico.
Premisas concluyentes
En cuestiones ideológicas, este
momento está marcado en Latinoamérica por la construcción de la idea de
“nación”, proceso en el que no faltarán como componentes ineludibles la fe en
el progreso y el afán de europeización en muchos ámbitos de la vida
cotidiana y de la cultura. Este factor se expresará, en la faz artística, en la
intención de los gobiernos de crear urbes a imagen y semejanza de las más
prestigiadas del Viejo Continente. En ese derrotero, los nuevos trazados
urbanos, el desarrollo de la obra pública, la fiebre monumentalista asumida con
el fin de dotar a las ciudades americanas de las estatuas de mármol y bronce de
los próceres de la patria y otros personajes singulares, se erigieron en la
imagen palpable del mismo[19]
Este rápido recorrido evidencia
una paradoja contundente: el Centro de Medellín, que durante años fue habitado
principalmente por las clases sociales más acomodadas, y que además constituyó
un amplio, plácido y silencioso sector, hoy es el lugar predilecto de las
clases populares, pues los estratos altos solo asoman por circunstancias
especiales, como la visita de una tía pobre o la revalidación del pasaporte. Es
un hecho: el Centro es pueblo[20].
Los parques, plazas o plazuelas
del Centro constituyen un patrimonio solo por el hecho de estar allí,
mantenerse en el tiempo como espacios urbanos y tener continuidad histórica,
pese a los cambios de nombre, las intervenciones y los diferentes momentos de
su configuración. No es un mérito menor sobrevivir al permanente rehacer de una
ciudad como Medellín y conservar su condición de lugares referenciales. (…) Estos
espacios realmente no son muchos. Tampoco son extensos, y por eso su magnitud
no es lo más destacable. No todos fueron pensados y reservados previamente; por
eso mismo hay dos grupos, al menos entre los siete de los que hablaremos aquí:
mientras los parques Berrío, San Ignacio, Bolívar y Boston se delimitaron
previamente para luego ser enmarcados por la arquitectura que configuró sus
fachadas, las plazas Nutibara, Botero y Cisneros fueron obra de la inserción
posterior sobre la trama urbana ya definida por la demolición de lo previo y el
uso de la arquitectura que quedó, e, incluso, de la creación de una topografía
artificial[21].
El arte público urbano es como
una memoria tridimensional, nos cuenta el pasado y el presente de la ciudad.
Gracias a él, esas memorias se conservan y, sobre todo, permiten que nos
reconozcamos como habitantes de Medellín. Muchas memorias conviven: unas se
expresan y otras están calladas. El ciudadano debe de estar atento, tanto a las
que se oyen como a las que aún no hablan, pero que con su ayuda, pueden
expresarse. ¿Cómo ayudarías tú a recuperar esas voces?[22]
Si quieres descargar y conocer la micro investigación completa en sus tres tópicos (biográfico, artístico-escultórico y arquitectónico-espacial), dar clic aquí
Si quieres descargar y conocer un resumen de los próceres, los escultores y los parques, dar clic aquí
Si quieres conocer más fotografías y sobre un conjunto de actividades que se están realizando durante
septiembre, mes del patrimonio cultural, visita www.medellinsteampunk.com
[2] La escultura comenzó a fines
del siglo XIX a tomar un papel relevante acompañado de la expansión y creación
de la ciudad. En sus inicios como monumento oficial para plazas y parques;
luego la escultura comenzó a tomar un papel iconográfico que servía a las
familias con mayores recursos para honrar sus ritos funerarios y recordar con
honores a sus muertos en los mausoleos de los cementerios como el San Pedro.
Después apareció una camada de escultores
antioqueños como Francisco Antonio Cano y Marco Tobón Mejía, el primero
fundando su escuela y el segundo con una obra de arte a la vanguardia de lo que
sucedía en el mundo. Paulatinamente personajes como los Marín Vieco y Pedro Nel
Gómez darían otro aire al campo escultórico que hasta inicios de los años 70
era muy pequeño. Pasamos así a la obra de los alumnos del maestro Pedro Nel y
de otras intervenciones al espacio urbano de la ciudad, al tiempo que vinieron
obras que cambiaron la cara de ésta, como el acuerdo que promovió que las
construcciones que excedieran los 2.000 metros cuadrados, aproximadamente,
aportaran recursos a entidades culturales o construyeran obras de arte
escultóricas para la comunidad. En: Medellín, ciudad de esculturas. Periódico El Mundo. Autor: Daniel
Grajales. Fecha: 14 de Octubre
de 2013. En: http://www.elmundo.com/movil/noticia_detalle.php?idx=225078&
Recuperado el 15 de julio de 2015.
[12] EL niño del caballo de juguete. José María Córdova: héroe legendario de
Ayacucho. Por: Pilar Moreno de Ángel. Tomado de: Revista Credencial Historia.
(Bogotá - Colombia). Edición 144,
Diciembre de 2001. En: http://www.banrepcultural.org/node/73281
Recuperado el 21 de julio a las 8: 00 p.m.
[15] Pedro Justo Berrío.
Conferencia leída por Rufino Gutiérrez, en la Academia Nacional de Historia, en
su Sesión del 15 de agosto de 1920. En: monografías De Rufino Gutiérrez. Tomo
II. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/dos/dos18a.htm
Recuperado el 18 de julio a las 12:10 m.
[16] LUIS JAVIER VILLEGAS BOTERO.
Las vías de legitimación de un poder. La administración de Pedro Justo Berrio
en el Estado Soberano de Antioquia 1864 -1973. Colcultura. Santafé de Bogotá.
D, C., 1996. 169 págs. Oscar Almario G. En: Revista Historia y sociedad 3. http://www.bdigital.unal.edu.co/23372/1/20248-68227-1-PB.pdf
Recuperado el 19 de julio a las 1:33 p.m.
[18] Centenario de un pionero del
desarrollo. El ingeniero Francisco
Javier Cisneros. 1836 - 1898. Por Alberto Mayor Mora. Tomado de CREDENCIAL
HISTORIA. No. 102. En: http://www.banrepcultural.org/node/124744Recuperado el 22 de julio a las 12:15 p.m.
[19] Carrara en Latinoamérica. Materia, Industria y Creación Escultórica. Rodrigo
Gutiérrez Viñuales. Universidad de Granada (España). En: “Carrara nell’America
Latina. Industria e reazione scultorea”. Berresford, Sandra (ed.). Carrara e
il Mercato della Scultura 1870-1930. Milán, Federico Motta Editore, pp.
254-259, 2007.
[22] Cuaderno del Arte Público en
Medellín. La Ciudad De Las (Casi) 500 Esculturas. Cuadernos de Actividades.
Jorge Echavarría Carvajal y grupo de académicos. Universidad Nacional de
Colombia- sede Medellín. Facultad de Ciencias humanas y económicas. Maestría en
Estética. Medellín, Colombia – 2014.
Para inscribirse a la BiciRuta, llenar el formulario aquí
Las BiCiRutas PATRIMONIALES te invitan a re-descubrir la ciudad. Vamos a pedalear juntos hacia algunos lugares de Medellín y a disfrutar de historias, imágenes y actividades que nos narran las memorias con las que construimos nuestro pasado, presente y futuro.
El Ecoparque Cerro El Volador es la segunda parada de las BiciRutas
Patrimoniales, una aventura donde la cultura, el aire puro, la naturaleza, y la
música se mezclan con la energía ancestral del lugar.
Visitaremos el cerro tutelar más extenso de Medellín para reencontrarnos
con historias de nuestros antepasados indígenas. Redescubriremos juntos un
lugar mágico lleno de huellas y vestigios que es considerado patrimonio
natural, cultural y prehispánico de nuestro país.
¡Te esperamos!
BiCiRutas PATRIMONIALES es una actividad de la
UNIDAD DE MEMORIA Y PATRIMONIO de la SECRETARÍA DE CULTURA CIUDADANA de la
ALCALDÍA DE MEDELLÍN, realizada en asocio con la CORPORACIÓN FRACTAL y el
COLECTIVO SICLAS; en esta ocasión, con el apoyo de la Secretaría de Medio
Ambiente.
Las Rutas Patrimoniales responden
al propósito de desarrollar, conservar y difundir terrenos de alto valor
natural o histórico cultural, mediante la creación de recorridos transitables a
pie y en bicicleta, con el fin de valorizarlos y conservarlos, ampliando y
mejorando las alternativas de uso del tiempo libre y la recreación.
Una ruta patrimonial se
constituye en un medio de acceso al territorio y a sus diversas culturas
locales que nos precedieron hace siglos, para su conocimiento y disfrute.
Permite contribuir al desarrollo y proyección de las identidades locales en un
mundo de creciente globalización. En este empeño la idea es hacer una guía para
el visitante, que en su conjunto le entrega una base de información sobre los
Aburraes y otros pobladores, en un recorrido seguro, nocturno y con nuevos ojos
sobre espacios ya transitados.
Existen varias categorías de
rutas, pero para este caso realizaremos una de las que hemos llamado Senderos
de naturaleza y vida indígena parte del Patrimonio natural, arqueológico y
ambiental, los cuales están insertos en la ciudad de Medellín, y cuya extensión
no supera los 50 Km.
Este recorrido en bicicleta y a
pie por el cerro y su espacio público son una ventana abierta al visitante, que
da cuenta de un patrimonio natural, ambiental y endémico, que representa al
Medellín que vamos historiando y reconociendo con la ayuda de la arqueología.
Asimismo, representan el desafío gubernamental para que estos bienes sean
referentes de los itinerarios culturales para las futuras generaciones como
espacios que brindan recreación, identidad y sentido de pertenencia, por lo que
deben ser valorizadas desde una perspectiva de conservación del medio y los
derechos de la naturaleza, al igual que en la difusión del pasado local
prehispánico[1].
El Eco parque Cerro El Volador es
un patrimonio cultural por su alto valor arqueológico y ambiental para Medellín
y la nación, por las huellas y vestigios que dejaron de cómo vivieron y morían
los primeros grupos que poblaron el Valle de Aburrá.
“El Patrimonio Natural es el
conjunto de todas las áreas naturales protegidas del país. La UNESCO dijo en
1972 sobre este tipo de patrimonio: "Los monumentos naturales consistentes
en formaciones físicas y biológicas
que tengan valor estético o
científico; las formaciones geológicas y fisiográficas que constituyen el
hábitat de especies animales y vegetales amenazadas, que tengan valor desde el
punto de vista científico o de la conservación; y los lugares naturales que
tengan valor para la ciencia, la
conservación y la belleza natural”.
Entre el Cerro El Volador, La Iguana y la Macarena. Carlos Amórtegui. 1954.
El Cerro El Volador es un
Patrimonio Natural ya que es un monumento vivo consistente en una formación
física que tiene gran valor ambiental, estético y científico; a la
vez que es un lugar clave para la ciencia, la conservación y la belleza
natural (paisajismo), por ello es una área natural protegida del país.
El Ecoparque Cerro El Volador es considerado parte
del "Patrimonio Cultural de la Nación. Está constituido por todos los
bienes materiales, las manifestaciones inmateriales, los
productos y las representaciones de
la cultura que son expresión de la nacionalidad colombiana, tales como la
lengua castellana, las lenguas y dialectos de las comunidades indígenas, negras y creoles, la tradición, el
conocimiento ancestral, el paisaje
cultural, las costumbres y los hábitos,
así como los bienes materiales de
naturaleza mueble e inmueble a los que se les atribuye, entre otros,
especial interés histórico,
artístico, científico, estético o simbólico
en ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico,
testimonial, documental, literario, bibliográfico,
museológico o antropológico", según la Ley 1185 de 2008, "Por la cual
se modifica y adiciona la Ley 397 de 1997 -Ley General de Cultura- y se dictan
otras disposiciones".
Panorámica de El Cerro El Volador desde la clínica Los Ángeles, hoy Clínica del Rosario. Daniel A. Mesa. 1930.
“En Colombia el patrimonio
arqueológico son todos los vestigios de la gente que vivió en épocas pasadas.
Además de los objetos prehispánicos son patrimonio arqueológico las antiguas
áreas de habitación, terrazas de cultivo, caminos, cementerios, restos animales
y vegetales, y arte rupestre. Los vestigios de las épocas colonial y
republicana e incluso de épocas más recientes también son patrimonio
arqueológico”.
“El patrimonio arqueológico
comprende aquellos vestigios producto de la actividad humana y aquellos restos
orgánicos e inorgánicos que, mediante los métodos y técnicas propios de la
arqueología y otras ciencias afines, permiten reconstruir y dar a conocer los
orígenes y las trayectorias socioculturales pasadas y garantizan su conservación
y restauración”. Ley 1185 de 2008[3].
Derrumbe en el Cerro El Volador.
Fotografías de Benjamín de la Calle. Sin fecha.
El Ecoparque Cerro El Volador, al
cual vamos a elogiar hace parte del Patrimonio arqueológico e intangible, al
igual que del paisaje Cultural material – tangible por su carácter físico
natural, histórico, simbólico y antropológico.
Es como lo indica su nombre, la
materialización de la cultura que ha protegido la naturaleza, lo que podemos sentir
y oler en una formación natural antiquísima, su riqueza en flora, fauna y sus
calidades ambientales ofrecidas a la urbe, en calidad de pulmón verde y belleza
natural parte de 7 formaciones con las que cuenta la ciudad, que la hacen única
en el mundo.
Es un Patrimonio Inmueble:
conformado por una forma que no podemos mover pero si apreciar en sus vistas,
comprender en su riqueza arcaica, a la vez que es susceptible de experimentar
como espacio público e itinerario de naturaleza por los ciudadanos o
extranjeros, para respirar aire puro, observar la ciudad en sus 360 grados,
conocer el museo natural de mariposas y el museo ritual de los antiguos. Los cerros
“Los cerros son normalmente
formaciones geológicas que no superan los 200 metros de altura, por lo cual se
consideran más bajos que las montañas. Cuando hablamos de una formación
geológica que supere esa altura estaremos refiriéndonos ya a una montaña.
Otra característica muy típica de
los cerros o de las colinas es el hecho de que su base es extensa pero su cima
no es tan empinada como sucede con las montañas si no que es una cima más bien
redondeada o gastada. Esto es así debido al proceso de erosión que los cerros
han sufrido. Para muchos especialistas, el cerro no es otra cosa que una
montaña antigua profundamente desgastada por la erosión del agua o del viento.
Los cerros son formaciones mucho más aptas para la vida del ser humano, incluso
permiten establecer poblados y aldeas dependiendo del tamaño de los mismos[4]”.
Nuestros cerros tutelares...
Panorámica de la Colina de El Cerro y la
ciudad, al fondo el Cerro Nutibara. Fotografía Diego Mejía.
Los
nombres de los Cerros Tutelares de Medellín poseen connotaciones que van desde
lo religioso y geográfico hasta lo precolombino y gastronómico, pasando por lo
coloquial: Santo Domingo, El Salvador, El Picacho, Nutibara, Pan de Azúcar, la
Asomadera y el Volador.
Son
siete cerros con una situación orográfica que se diría inteligente, ritual y
que se cree comunicaba a los diferentes grupos por medio de una ruta tipo
observatorio. Los 7 cerros yerguen sus testas al occidente, en el medio y al
oriente del Valle de Aburrá.
El
nombre de Cerros Tutelares nació del propósito eco-turístico de la Alcaldía de
Medellín, en el que está inserto, además, todo un trasfondo antropológico. El más
extenso, El Volador, fue un centro ceremonial de los indígenas que habitaron el
Valle de Aburrá. Los excavadores han encontrado testimonios de estas
actividades rituales, conservados en el Museo Antropológico, con sede en el
propio Volador[5].
Cuentan
que el nombre El Volador obedece al que le puso en la colonia el dueño de una
finca y de todo este terreno, por sus fuertes corrientes de aire y diferentes
vientos.
Panorámica desde la cima de El Volador y el Cerro Nutibara. Fotografía Diego Mejía.
En esta ruta patrimonial nos apoyamos de las investigaciones de Mauricio
Muñoz Zapata, al igual que de páginas web institucionales y académicas[6].
Abordaremos cuatro tópicos para comprender y revelar la riqueza depositada en
este tipo de estructuras y bienes, ellos son:
·Ubicación espacial. ·Valor natural. ·Valor histórico y cultural. ·Usos del Ecoparque arqueológico.
1.Ubicación geológica,
espacial y geográfica. Patrimonio natural.
Aerofotografía de El Cerro El
Volador. Escala 1:3.000. Elaborado por Secretaría del Medio ambiente. 2014.
Geológicamente El Volador es considerado un cerro de
vertiente, porque es una prolongación de la vertiente occidental del valle,
siguiendo la cuchilla Loma Hermosa – Blanquizal, la cual por procesos diversos
aisló el extremo oriental moldeándolo como cerro, y en el intermedio quedo
relegado el cerro de Los Burgos (hoy extinto, ya que fue la cantera de
materiales para muchas edificaciones de la urbe).
El
Volador y Nutibara irrumpen en la trama urbana de la ciudad plana que los rodea
y son denominados “cerros de fondo de valle” ya que están emplazados sobre la
planicie labrada por el río Medellín, es decir la llanura aluvial[7].
El
Parque Natural Regional Metropolitano Cerro El Volador, es el parque natural
más grande dentro del área urbana de la ciudad. Cuenta con un área de 106
hectáreas y 82 metros de altura sobre el nivel de la ciudad. Se dice que el
Cerro El Volador ha domado con su figura la ciudad.
Con una
formación que pudiéramos llamar triangular, está ubicado en la zona
Centroccidental de la ciudad, en donde hoy se asienta la Comuna 7 de la
localidad. Este cerro está rodeado por una vecina histórica, la quebrada La
Iguaná, al sur. Al norte, por las quebradas Mononga y La Malpaso. Al oriente se
encuentra aislado por una vía urbana, la carrera 65. En sus inmediaciones se
encuentran los barrios El Volador al norte, La Iguaná que tiene 50 años de
existencia, San Germán que data desde 1920 y Caribe, al igual que la
Universidad Nacional y la Universidad de Antioquia, y los senderos de
avistamiento de aves, del indio, de la cima y la espiral del tiempo.
Actualmente no se vienen realizando nuevos estudios ni prospecciones
arqueológicas, y está a la espera un trabajo sobre los caminos prehispánicos[8]
2.Valor natural. Patrimonio vivo y ambiental.
Medellín Indígena. Ilustración Sala Central de Exposición Museo Casa de la Memoria.
“El Plan de Manejo del cerro El
Volador integra el cerro al sistema de espacio público de la ciudad, sistema
abierto y dinámico que reconoce en su complejidad los diferentes estratos que
configuran y estructuran lo urbano. La posibilidad de utilizar ciertos espacios
protegidos como espacios públicos reta la imaginación de planificadores y
diseñadores urbanos que más que ampliar las posibilidades de su utilización,
deben velar por la conservación de los atributos que son inherentes a ellos:
ecológicos, lúdicos, recreativos, educativos, paisajísticos, ya que estos
espacios tienen como función principal la de recrear en la ciudad el disfrute
de los valores de la naturaleza.
Los cerros hacen parte de los
elementos que constituyen ecosistemas estratégicos locales dentro de la malla
urbana. Se distingue en ellos su valor ambiental como suelos de protección,
cumpliendo una función ecológica equilibrante entre el medio natural y el
espacio urbano construido.
La flora
La estructura y composición de la
vegetación en el cerro El Volador muestra una predominancia de coberturas
vegetales de carácter antrópico, con diferente grado de intervención,
dependiendo de factores como las quemas indiscriminadas y el establecimiento de
especies inadecuadas en algunas ocasiones, donde se han incluido especies
introducidas. Las especies dominantes corresponden a las especies introducidas
de eucaliptos, urapán (Fraxinus chinensis) y pino (Pinus elliotii).
Las especies nativas predominantes fueron majagua (Hibuscus tiliaceus),
leucaena (Leucaena leucocephala) y tulipán africano (Spathodea
campanulata), las cuales se han establecido con el fin de enriquecer la
cobertura de rastrojo alto.
Es importante resaltar que en los
últimos años se han llevado a cabo labores de enriquecimiento y reforestaciones
mixtas con especies nativas como cedro (Cedrela odorata), ceiba (Ceiba
pentandra), nogal (Cordia alliodora), búcaro (Erythrina glauca),
guayacán (Tabebuia rosea), noro (Birsonima cumingana), guácimo (Guazuma
ulmifolia), varasanta (Triplaris americana), quiebrabarrigo (Trichantera
gigantea), entre otras; lo cual ha favorecido el avance de la sucesión y
aumentado la diversidad de especies en el cerro. En el muestreo total se
identificaron 133 especies, de las cuales 24 son nativas.
La Avifauna.
Se registraron un total de 51
especies asociadas a 17 familias de las 88 presentes en el país. A nivel urbano
el cerro El Volador preserva la mayor cantidad de especies confinadas tanto a
hábitats completamente antropogenizados (43%), como a otras grandes áreas
verdes urbanas (61%), mientras que el 4% están asociadas a áreas rurales. El
43% de las especies son poco comunes, como Amazona ocrocephala que
seguramente son aves que escaparon de su cautiverio y Piranga flava, que
es más característica de áreas boscosas y rastrojos altos. Por otra parte,
fueron muy comunes Coragyps atratus, Pyrocephalus rubinus, Troglodytes aedon
y Turdus ignobilis, todas ellas especies netamente urbanas.
En El Volador se encuentra la
mayor riqueza de especies de aves en relación a los otros cerros tutelares.
Esto se expresa en la presencia de nueve especies con distribución exclusiva,
es decir, que sólo se registraron en este cerro: Amazona ocrocephala, Ara
severa, Aratinga pertinax, Brotogeris jugularis, Catharus aurantiirostris,
Myiodynastes maculatus, Phaeomyias murina, Piranga flava y Synallaxis
albescens.
Valores que ofrece
Entre los valores ambientales más
significativos que presenta el cerro se destacan su ubicación estratégica
dentro del suelo urbano como espacio público, sitio apto para la educación
ambiental, mirador natural, regulador hídrico con capacidad de fijación de
gases de invernadero y representatividad de la vegetación nativa del Valle de
Aburrá, que permite la conservación de la diversidad y la existencia de hábitat
de especies migratorias.
Las condiciones de naturalidad,
riqueza florística y avifáunica del cerro El Volador le permiten seguir siendo
uno de los pulmones verdes de la ciudad, preservado gracias a las diversas intervenciones
en él desarrolladas, a la temprana potestad del municipio sobre gran parte de
sus predios, así como por las condiciones de manejo impuestas (por ejemplo la
restricción a la accesibilidad vehicular)[9]”. 3.Valor arqueológico y cultural. Patrimonio
histórico y prehispánico.
Muchas de las primeras colonias
de Medellín se establecieron en el cerro El Volador. En los senderos conocidos como El
Indio, La Espiral del tiempo y La Cima, se han encontrado hallazgos
arqueológicos que datan de los primeros siglos de la era cristiana, así como
complejos funerarios de los siglos XIV al XVI, originados por los indígenas
llamados Aburráes.
Fotografías de los vestigios encontrados de un Ajuar funerario en Tumba de pozo con Cámara lateral.
“El cerro es poblado en el siglo
I a.C. en la parte baja, donde se establecen sitios de vivienda, probablemente
asociados con el aprovechamiento de los meandros del río Medellín y las
quebradas tributarias. Los moradores de estas viviendas comienzan a enterrar
allí a sus muertos, y convierten el Cerro, con el devenir de los siglos, en una
gran morada de los muertos y un lugar de culto a los antepasados, y a la idea
del más allá”. Actualmente, El Volador es una de las zonas del Valle de Aburrá donde
hay enterramientos indígenas, lo que lo convierte en un lugar arqueológico de
vital importancia para entender el concepto de la muerte y las concepciones
cosmogónicas de las sociedades prehispánicas que allí depositaron a sus
ancestros. Los patrones y el ritual de enterramiento también son claves para
entender los aspectos de los vivos, como la identidad y la posición social de
los individuos, lo que permite hacer inferencias sobre las estructuras social y
cultural de entonces.
Terraza habitacional sector sur occidental. 1992.
Los estilos cerámicos encontrados
se relacionan con diferentes costumbres funerarias, representadas en el Cerro.
Los enterramientos más antiguos corresponden a las tradiciones Marrón Inciso y
Ferrería y se distribuyen en las terrazas de las laderas, mientras que las
tumbas tardías se localizan en la cuchilla de la cima del Cerro[10]”.
“Así lo evidencian las excavaciones del cerro El Volador, realizadas en
los inicios de la década de los 90. Estos hallazgos arqueológicos reportaron
complejos funerarios asociados a sitios de vivienda. Se han identificado 6
complejos funerarios, a los cuales los arqueólogos, los han definido como un
conjunto de “tumbas de pozo con cámara lateral”, es decir que la “casa de los
muertos” era una especie de habitación subterránea en forma de bohío, con grabados
en las paredes simulando la estructura en madera que las sostenía, a la cual se
llegaba luego de descender desde la superficie del cerro a través de un túnel
vertical. Además se han reportado 31 terrazas antrópicas y naturales asociadas
a sitios de vivienda, que según las evidencias eran bohíos indígenas, algunos
de los cuales contenían entierros humanos en su base[11]”.
Grafiado de pared y techo de Cámara lateral. 1991.
“El Volador es una verdadera
ventana al pasado: tal es la cantidad de recuerdos dejados allí por los
primeros habitantes de esas tierras templadas. Tres años de excavaciones
arqueológicas han ocasionado hallazgos que no tienen que ver con guacas
repletas de oro, pero sí de historia. En cada fragmento de cerámica encontrado,
pertenecientes casi todos a cofres y ollas cuyo uso hoy sería equivalente al de
los ataúdes, puede verse, como en una pantalla, lo que era la vida de los
primeros labriegos antioqueños: desde el siglo III antes de Cristo cosechaban y
consumían maíz y fríjol, y ya en el siglo XV después de Cristo eran expertos en
telas, tejidos y textiles.
Estos indios Aburráes, así
llamados por habitar las riberas del hoy llamado río Medellín, criaban curíes y
tenían como mascotas lo que los españoles llamaron en sus crónicas "perros
mudos". Levantaban sus bohíos en la parte baja del monte y enterraban a
sus muertos en el cerro El Volador, cuya altura acercaba a los difuntos al
cielo. Allí, en medio de rituales de fiesta que incluían hasta tres días de
baile, bebida y recuerdos del desaparecido, se construían complejas fosas que
representaban una vivienda confortable para el comienzo de una nueva vida.
Estas fosas, de las cuales hay 16 en todo el cerro, son las piezas disponibles
de un rompecabezas histórico que ocupó a un equipo de antropólogos de la
Universidad de Antioquia, dirigido por el profesor Gustavo Santos Vecino.
Excavaciones arqueológicas
en el complejo funerario sector sur oriental. U de A.
Dice Santos: "La misma
diferencia entre los cofres en los que depositaban los restos humanos, nos
muestra la estratificación social imperante en la época". No había
caciques como en otras tribus andinas, pero sí una jerarquización de funciones y
un consecuente rango diferencial. La llegada de los españoles dio al traste con
la organización imperante. El colonizador esclavizó a los indios con la
institución de las encomiendas, y éstos fueron desapareciendo por aniquilación
o por emigración en busca de lugares donde no hubiera llegado la hostilidad
foránea. [12]”.
“Las investigaciones han
determinado una ocupación no continua del cerro por diversos grupos o
tradiciones culturales, que iban desde los primeros cuatro siglos después de
Cristo, hasta la época de la conquista”
4.Usos del Ecoparque arqueológico. Patrimonio
lúdico y educativo.
Cuando el museo antropológico estuvo en la cima de El Cerro.
Fotografía Juan Jaramillo. 15 junio de 2008.
Entre los atractivos que ofrece
este espacio a sus visitantes están actividades como senderismo, avistamiento de aves,
mariposas, elevación de cometas, acondicionamiento físico, caminatas y ciclismo.
En Bici por el Ecoparque. Fotografía Juan Jaramillo. 5 junio de 2010.
Cuenta además con cuatro
senderos: El Indio, El de aves, La Espiral del Tiempo y La Cima del Cerro, en
los que el visitante puede observar las huellas que nuestros antepasados
dejaron allí plasmadas en varios motivos indígenas elaborados en la actualidad,
como una forma de perpetuar su identidad y cultura[13].
Señalética del cerro El Volador y los caminos (senderos). Foto Víctor Jiménez. 2015.
Posee también espacios amplios y
naturales para compartir con familiares y amigos un asado o un sancocho. Se han
hecho varios miradores y se cuenta con un edificio administrativo donde está la
vitrina arqueológica.
Vitrina arqueológica actual que reemplazo al museo antropológico en la cima. Foto Víctor Jiménez. 2015.
“El cerro El Volador es un
inmenso laboratorio ambiental, en donde los visitantes pueden aprender e
investigar sobre una variedad de temas como la historia urbana que dio origen a
nuestra ciudad, aprovechando su privilegiada vista panorámica de 360 grados.
También podemos aprender de la avifauna, las mariposas y la vegetación nativa
de Medellín y la biodiversidad asociada como insectos y marsupiales, además de
las diferentes etapas que tiene las coberturas vegetales antes de ser bosques”.
El cerro El Volador es un
referente de orientación y ha ejercido durante siglos como cruce de caminos.
El concejo de Medellín en 1992 lo
declaro Ecoparque para sacarlo de las labores de pastoreo a las que era
sometido por algunos de sus dueños y ganaderos.
En febrero de 1998 el Ministerio
de Cultura, lo declaró monumento nacional, con la rareza de ser la primera zona
urbana que se le da este honor en Colombia.
El Cerro El Volador es el primer
y único Parque Natural Regional Urbano en el país, fue declarado Bien de
Interés Cultural de la Nación por sus hallazgos arqueológicos, es un Área
Protegida por su importancia en materia ecológica, y por su localización es uno
de los mejores miradores del Valle de Aburrá.
Bibliografía y cibergrafía.
Mirando el Cerro El Volador desde el Cerro El Picaho (Noroccidente).
Fotografía y procesamiento digital. Diego Mejía.
[7] Mauricio Muñoz Zapata. Cerro El Volador.
Cartilla del proceso de formulación de los “Planes de Manejo y Gestión
Integrales de los Cerros Tutelares de Medellín. Área Metropolitana del Valle de
Aburrá. Medellín 2006.