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Las BiCiRutas PATRIMONIALES te invitan a re-descubrir la ciudad. Vamos a pedalear juntos hacia algunos lugares de Medellín y a disfrutar de historias, imágenes y actividades que nos narran las memorias con las que construimos nuestro pasado, presente y futuro.
El Ecoparque Cerro El Volador es la segunda parada de las BiciRutas
Patrimoniales, una aventura donde la cultura, el aire puro, la naturaleza, y la
música se mezclan con la energía ancestral del lugar.
Visitaremos el cerro tutelar más extenso de Medellín para reencontrarnos
con historias de nuestros antepasados indígenas. Redescubriremos juntos un
lugar mágico lleno de huellas y vestigios que es considerado patrimonio
natural, cultural y prehispánico de nuestro país.
¡Te esperamos!
BiCiRutas PATRIMONIALES es una actividad de la
UNIDAD DE MEMORIA Y PATRIMONIO de la SECRETARÍA DE CULTURA CIUDADANA de la
ALCALDÍA DE MEDELLÍN, realizada en asocio con la CORPORACIÓN FRACTAL y el
COLECTIVO SICLAS; en esta ocasión, con el apoyo de la Secretaría de Medio
Ambiente.
El filósofo
francés Michel Serres de 84 años, firma su sexagésimo libro “le Gaucher
boiteux”, una magnífica lección de creatividad.
Para lograrla se requiere cojear y pensar oblicuamente.Anacrónico y contemporáneo,
en Michel Serres estas dos características se enriquecen la una a la otra. El académico ya no podría vivir sin su
teléfono inteligente, pero su escritura recuerda en eco las de Gaston Bachelard
y de Jules Michelet. Pensadores
oblicuos de los siglos XIX y XX, a la vez científicos y poetas. Una escuela francesa, única en el mundo. Michel Serres engloba ciencia y artes,
historia y tecnologías, con un espíritu de síntesis que se ha vuelto hoy
demasiado escaso.
Precisamente la calle Jules
Michelet, conduce hasta su puerta.
Estamos en Vincennes, cerca de París, en una casa llena de libros, con
un jardín frondoso. “Pues sí, los libros
están por todas partes”, suspira el dueño del lugar, con sus grises ojos
risueños y sus abundantes cejas blancas.
Tiene una hora para
concedernos, antes de una cita por Skype.
“Gracias por haber venido desde Lausana…
la vista sobre los Alpes savoyanos que ofrece su ciudad es el más bello
paisaje que yo conozca. De los que he
visto, quizás solo Vancouver sea tan bello…”
Ud. se describe física e intelectualmente como un
“zurdo cojo”… Según Ud., crear impone no
ir recto.
La carretera
que conduce a Ginebra va siempre a Ginebra.
Si Ud. la sigue no inventa nada.
El objetivo de su viaje será el que proyectó para su viaje. Un verdadero viaje es el que enseña algo
distinto a lo que estaba previsto. Hay
que bifurcar para crear y descubrir.
Piense en Cristobal Colón.
Si Ud. interroga a los
descubridores sobre la manera como han procedido, la mayor parte del tiempo han
descubierto lo que no buscaban. La
investigación científica en la actualidad está demasiado orientada. No es así como se inventa. El verdadero descubrimiento es imprevisto.
Es por esto que ama el rayo que
zigzaguea. En su texto Ud. lo menciona
con frecuencia. Pero el rayo también
puede matar…
¿Nunca ha
tenido un flechazo por una persona? (se sonrie). ¡Es de esto de lo que se trata! La invención nos cae en la cabeza; nunca
sabemos de dónde va a venir, ni cuando.
Hay algo de enceguecedor. Ud.
sabe, una verdadera invención no se ve nunca.
Se toma un tiempo largo para reconocerla.
Piense en Newton que
descubrió la atracción universal. Todas
las academias de ciencias rechazaron ese descubrimientos durante ciento
cincuenta años. Esa novedad era tan
fuerte que nadie la vio. En cuanto a las
tormentas, yo he vivido unas bien serias; incluso me consideraron desaparecido
seis días en la mar, cuando navegaba en la Marina nacional.
Gobernar quiere decir eso:
maniobrar el azafrán del timón. Hacer
zigzags. Pensar es bifurcar.
El estilo es la primera cosa que llama la atención
cuando se lo lee. Ud. es tanto escritor
como filósofo.
En lengua
francesa no hay mucha frontera entre la filosofía y la literatura. Es prácticamente único en la historia. Excepto en Platón. Somos los herederos de Diderot, Voltaire,
Bergson, que le pusieron mucho cuidado a la forma. Pero yo trata también de olvidar la
tecnicidad abrupta para fluir por la lengua corriente.
Las ideas pasan a un segundo
plano. Pero en el primero, es menester
que aquello sea sonriente, acogedor. La
técnica está ahí. Solamente que no se la
deja ver.
Lo que seduce luego es su espíritu de síntesis. Ud. traza las líneas de un “gran relato” para
volver a colocar lo humano en el cosmos…
Pensar es estar
en conexión con el cosmos. Como lo he
escrito, el mundo no nos rodea, nos construye por completo. La ciencia nos ofrece un gran relato que
bifurca, que va del big bang hasta nosotros.
Todos los científicos son su autores en común. Mientras que el postmodernismo había
anunciado la muerte definitiva de todo relato englobador…
Ud. quiere recordarnos también que tenemos un
cuerpo. Que sin el cuerpo “la inteligencia
sigue siendo estúpida y pesada”…
Yo he sufrido
la dramática separación entre los científicos y los literarios. Incluso por esto tengo muchos colegas
gruñones; están separados del mundo moderno porque no conocen la ciencia. Las nuevas tecnologías podrían, por medio de
su cultura en red, favorecer los intercambios transdisciplinarios. En mi libro insisto mucho sobre estas
travesías. El análisis no es muy interesante,
es la síntesis la que es necesario buscar.
¿Entramos en una nueva civilización?
“Civilización”
es una palabra mayúscula. Pero hay una
oscilación de cultura tan importante como la que tuvo lugar en el momento de la
invención de la escritura. Entre el
momento en el que lo que se hacía era hablar y aquel en el que la escritura se
impuso. Sócrates desconfiaba de la
escritura. Y Platón escribía. Cuando la escritura llegó, todo cambió: la
ciencia, la geometríaa, el derecho, la paideia, etc. Lo mismo ocurrió cuando la invención de la
imprenta. En la actualidad, con las
nuevas tecnologías, vivimos una tercera revolución.
¿Va a desaparecer el libro de papel?
Voy a contarle
una historia para divertirlo. Soy viejo
marino y me he interesado en la evolución de la marina. A comienzos del siglo XX ocurrió un evento
considerable: el bote de vela comenzó a ser competido por la máquina de
vapor. Imagínese: estamos en 1920, los
dos, y discutimos sobre el porvenir de la marina.
Estamos de acuerdo en decir
que la vela está liquidada. Hoy, en
2015, visitemos todos los puertos del mundo, y encontraremos diez veces más
veleros que barcos de motor. Nuestro
pronóstico de 1920 era absolutamente seguro, pero completamente falso. El libro de papel… ¿qué quiere que le
diga? Es seguro que va a morir… ¡pero
como el bote de vela!
Muchos de sus cofrades son “gruñones” (Alain Finkielkraut, Eric Zemmour),
mientras que Ud. ¡está maravillado!
No vale la pena
llorar por un mundo desaparecido. No
puedo hacer nada distinto a vivir en este mundo. Está delante de mí, es necesario que lo
piense, que sea lúcido sobre él, para ayudar a mis hijos, a mis estudiantes,
las generaciones futuras. La filosofía quiere
decir sabiduría. Sabiduría
para mí quiere decir partera . Ser el partero del mundo futuro. ¡Soy una partera! Los regañones dicen que todo tiempo pasado
fue mejor. Claro que era mejor ¡porque
yo estaba allí! Pero estábamos
gobernados por Franco, Mussolini, Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot, Hitler,etc. Gentes valientes que nos costaron ¡150
millones de muertos!
Pero
hace setenta años vivimos en paz. Es
primera vez en la historia. Estoy muy
contento de vivir en esta época. Mi
optimismo es un optimismo de combate.
Por supuesto que nuestra época es movidita, con sus torbellinos. Los que se angustian son los que nun- nun-
nun-ca han navegado (él retoma la melodía
de la canción “érase un barquito”… y se ríe).
Una época nueva impone reinventar las instituciones
y la política. ¿Es capaz Francia de
hacerlo?
Lo que más me
sorprendió en enero fue la manifestación que siguió a los atentados de Charlie
Hebdo. Tuvo tres características:
primera, fue silenciosa. Segunda, no era
ni en pro ni en contra de decisión o persona alguna. Tercera, las gentes al decir “yo son Charlie”
decían simplemente “yo soy”. Nunca antes
se decía “yo soy”.
Se decía “somos”. Es una novedad de una moraleja social
inédita. Hemos asistido a una triple
bifurcación histórica. Es infinitamente
raro estar en presencia de una invención sociopolítica. Lloré de la emoción ante una tal novedad.
Francia se reinventó en esa
ocasión. Se puede descubrir el agua
tibia por error, pero reinventarse uno mismo, es una cosa bien severa.
Ud. que a atravesado decenios ¿no tiene la impresión
de haber vivido una sucesión de crisis?
Sí, una crisis
perpetua. El nuevo mundo estaba sin
cesar camino de asomar.
¿En qué consiste nuestra humanidad? ¿En esta inadaptación de base al mundo?
El término
humanidad tiene dos sentidos: designa a la colectividad humana por un lado, y
por el otro la bondad, el hecho de hacer del otro un acto de humanidad. Yo escogería más bien el segundo sentido.
Sesenta libros, y otras tantas bifurcaciones
intelectuales dibujan una pensamiento muy coherente. Dando un paso atrás ¿qué piensa?
En efecto ha
sido un recorrido bastante bifurcador.
Pero no soy el responsable. Algo
en Ud. lo empuja y le hace escribir libros.
No puede nada. No soy yo el que
los ha hecho. En todo caso, fue ante
todo el niño que yo era, el que navegaba en el Garona, el que experimentó en la
naturaleza y que fue movido por el universo, quien los ha escrito. No el profesor.
Acá tenemos la historia de un enamorado de la vida y
de un curioso del mundo. Hijo de
marinero, hombre de la tierra, rugbyman, filósofo, historiador de las ciencias,
académico, Michel Serres ha querido darle la vuelta al mundo...
Entrevista con Martin Legros & Sven Ortoli. París:
los Ensayos del Pommier, 2014. Traducido
por Luis Alfonso Paláu C.Medellín,
marzo de 2015.
La alegría –afirma Spinoza
en la Ética– es una pasión por la que
el Espíritu pasa o transita a una más grande perfección” (Eth. III, Affec. def. 2 y 3
expl.). Esta simplísima idea según la cual pensar,
comprender las cosas por el pensamiento, nos reconcilia con el mundo y por ahí
mismo nos hace más alegres, esta idea pues está en el origen del libro de
entrevistas que tenéis entre las manos.
Pues, entre los filósofos contemporáneos, Michel Serres es aquel con el
que más gozamos entrevistándonos. Y no
solamente por su carácter, que en efecto es muy jubiloso, a veces incluso travieso. Ni tampoco a la vida que ha sido la suya,
arriesgada, dura pero igualmente exaltada.
Sino a que, cada vez que lo solicitamos, ya se trate de interpretar un
acontecimiento tan trágico como Fukushima, o de actualizar el pensamiento de un
autor tan difícil como Leibniz, salimos del encuentro con la impresión de ser
un poco más inteligentes, de comprender mejor –algo que no es tan corriente
entre filósofos – y sobre todo, con el sentimiento de que tal inteligencia de
las cosas nos asegura una más grande “conexión” con el mundo, una potencia
indisociable de una forma de contentamiento.
Como si el pensamiento experimentase un júbilo al ver que no se ejerce
en vano, que es eficaz, que se adecua al mundo.
Sí, si estamos destinados a comprender el mundo, es en esos momentos en
los que pasamos, como lo dice Spinoza, “a una más grande perfección”.
Ahora bien, extrañamente, la
obra publicada de Michel Serres puede aparecer oscura y de difícil acceso. Con respecto a esta palabra tan ágil y tan
luminosa, tan encantadora a veces, uno se topa en sus libros con una
resistencia más grande. Son más
trabajados, llevados por una ambición literaria que duplica la exigencia
filosófica, pero que a veces, para nuestro gusto, le juega pasadas, malas
pasadas. A fuerza de trabajar la lengua
como un poeta, el pensador disimula sus propios conceptos, tan inventivos sin
embargo, bajo un estilo abundante.
Quizás esta sea una de las razones que expliquen la posición ambivalente
de Michel Serres en el espacio público e intelectual; en tanto divulgador,
capaz de hacer comprender la historia de las ideas a través de relatos
gustosos, es apreciado por un amplio público, mientras que el autor y su
pensamiento –sin embargo tan novedoso y contundente– siguen siendo más
desconocidos, al menos en Francia . Se conocen los vuelos líricos del orador o las
límpidas exposiciones del profesor, pero sus conceptos ¿se los conoce? ¿Incluso se los puede nombrar? Para descubrirlos, no basta con la escucha de
su palabra. Es en los textos escritos
donde se descubre el corazón de un pensamiento, sus ideas más importantes, sus
proposiciones más fecundas. Si
quisiéramos recoger todas las promesas contenidas en la palabra de Michel
Serres, sería en sus sesenta libros publicados desde hace cincuenta años, que
habría que buscarlas. Entonces ¿cómo
hacerlo? ¿No era posible conciliar la
magia de la palabra y la profundidad de la escritura?
Un día nos le abrimos a Michel,
con toda simplicidad, y le manifestamos la dificultad a la que nos exponía su
pensamiento, a la vez tan inventivo y tan críptico. Y se nos ocurrió proponerle la idea de un
libro de entrevistas en el que él regresaría con nosotros al conjunto de su
obra, libro tras libro, sobre lo que lo ha conducido a la filosofía, sobre los
acontecimientos que lo han solicitado, sobre sus grandes conceptos. Inmediatamente aceptó, sin vacilación ni
condición. Estábamos a fines de la
primavera de 2011. Decidimos comenzar a
la entrada de septiembre. Nos veríamos
dos horas cada quince días. Sería los
jueves, ya en la Academia francesa, al final de la tarde luego de las sesiones
hebdomadarias, ora cuando los inmortales no se reuniesen, en su casa, en
Vincenne, en esa encantadora casita donde habita desde que lo nombraron
profesor en la universidad de Vincenne en 1969.
La aventura duró dos años. Para
cada sesión, conveníamos por adelantado qué libro íbamos a leer, preguntas
sobre las que queríamos interrogarle, o acontecimientos biográficos o
históricos sobre los que deseábamos volver.
Atravesamos así por entero toda una vida y una obra filosófica. Y al mismo tiempo hemos rehecho la historia
del siglo XX. Pues los acontecimientos
que contaron para Michel Serres, y que se volvieron conceptos o ideas, no son
los que retienen los historiadores o los periodistas. A propósito del “fin” de la agricultura, del
que ha sido testigo y del que ha sido el único filósofo que lo ha designado
como un acontecimiento de alcance metafísico, Michel Serres exclama: “¿Ha leído
Ud. en un gran titular: ‘Hoy, acabamos
de presenciar el final del neolítico’ ?
Y sin embargo de esto se trata.
¡Ningún periódico anunció esta noticia!”
La importancia de un acontecimiento para él no se mide por el ruido que hace, sino por la
duración que interrumpe, la longitud del período histórico al que le pone
término (en este caso diez mil años…)
Comparando así los acontecimientos históricos del siglo con los que son
susceptibles de entrar en lo que se llama el Gran Relato, como lo hemos hecho
en una cronología comparada (ver anexo 1), se mide que es una verdadera
contra-historia filosófica la que nos propone Michel Serres.
Muchas cosas nos
han golpeado en el curso de estas entrevistas que merecen que nos detengamos un
momento. Ante todo nos hemos dado
cuenta, gracias a esta frecuentación regular, que un filósofo en la acepción
plena y entera de este término es un individuo que piensa todo lo que le ocurre. Todo,
verdaderamente todo lo que le acontece es elevado al estatuto de objeto
pensable. No es tanto una deformación
profesional como una manera de hacer frente, de asimilar lo que perturba su
vida cotidiana o lo que trastorna su existencia. Transformando el afuera en objeto pensable,
el filósofo lo “digiere” de alguna manera, y es esta “digestión” a la que se le
debe sin duda las más grandes ideas filosóficas. A manera de ejemplo tomemos el acontecimiento
menos sujeto a meditación que le haya sobrevenido a Michel Serres en el curso
de estos dos años; solamente tres meses después del comienzo de nuestras
entrevistas, sufrió un paro vascular cerebral que afortunadamente no tuvo ninguna
consecuencia. ¿Cómo enfrentó el suceso?
La Vida, la Historia, el Gran Relato en la obra de Michel Serres. Presentación realizada por Luis Alfonso Paláu, 21 de abril de 2015. Alianza Francesa de Medellín.
Las Rutas Patrimoniales responden
al propósito de desarrollar, conservar y difundir terrenos de alto valor
natural o histórico cultural, mediante la creación de recorridos transitables a
pie y en bicicleta, con el fin de valorizarlos y conservarlos, ampliando y
mejorando las alternativas de uso del tiempo libre y la recreación.
Una ruta patrimonial se
constituye en un medio de acceso al territorio y a sus diversas culturas
locales que nos precedieron hace siglos, para su conocimiento y disfrute.
Permite contribuir al desarrollo y proyección de las identidades locales en un
mundo de creciente globalización. En este empeño la idea es hacer una guía para
el visitante, que en su conjunto le entrega una base de información sobre los
Aburraes y otros pobladores, en un recorrido seguro, nocturno y con nuevos ojos
sobre espacios ya transitados.
Existen varias categorías de
rutas, pero para este caso realizaremos una de las que hemos llamado Senderos
de naturaleza y vida indígena parte del Patrimonio natural, arqueológico y
ambiental, los cuales están insertos en la ciudad de Medellín, y cuya extensión
no supera los 50 Km.
Este recorrido en bicicleta y a
pie por el cerro y su espacio público son una ventana abierta al visitante, que
da cuenta de un patrimonio natural, ambiental y endémico, que representa al
Medellín que vamos historiando y reconociendo con la ayuda de la arqueología.
Asimismo, representan el desafío gubernamental para que estos bienes sean
referentes de los itinerarios culturales para las futuras generaciones como
espacios que brindan recreación, identidad y sentido de pertenencia, por lo que
deben ser valorizadas desde una perspectiva de conservación del medio y los
derechos de la naturaleza, al igual que en la difusión del pasado local
prehispánico[1].
El Eco parque Cerro El Volador es
un patrimonio cultural por su alto valor arqueológico y ambiental para Medellín
y la nación, por las huellas y vestigios que dejaron de cómo vivieron y morían
los primeros grupos que poblaron el Valle de Aburrá.
“El Patrimonio Natural es el
conjunto de todas las áreas naturales protegidas del país. La UNESCO dijo en
1972 sobre este tipo de patrimonio: "Los monumentos naturales consistentes
en formaciones físicas y biológicas
que tengan valor estético o
científico; las formaciones geológicas y fisiográficas que constituyen el
hábitat de especies animales y vegetales amenazadas, que tengan valor desde el
punto de vista científico o de la conservación; y los lugares naturales que
tengan valor para la ciencia, la
conservación y la belleza natural”.
Entre el Cerro El Volador, La Iguana y la Macarena. Carlos Amórtegui. 1954.
El Cerro El Volador es un
Patrimonio Natural ya que es un monumento vivo consistente en una formación
física que tiene gran valor ambiental, estético y científico; a la
vez que es un lugar clave para la ciencia, la conservación y la belleza
natural (paisajismo), por ello es una área natural protegida del país.
El Ecoparque Cerro El Volador es considerado parte
del "Patrimonio Cultural de la Nación. Está constituido por todos los
bienes materiales, las manifestaciones inmateriales, los
productos y las representaciones de
la cultura que son expresión de la nacionalidad colombiana, tales como la
lengua castellana, las lenguas y dialectos de las comunidades indígenas, negras y creoles, la tradición, el
conocimiento ancestral, el paisaje
cultural, las costumbres y los hábitos,
así como los bienes materiales de
naturaleza mueble e inmueble a los que se les atribuye, entre otros,
especial interés histórico,
artístico, científico, estético o simbólico
en ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico,
testimonial, documental, literario, bibliográfico,
museológico o antropológico", según la Ley 1185 de 2008, "Por la cual
se modifica y adiciona la Ley 397 de 1997 -Ley General de Cultura- y se dictan
otras disposiciones".
Panorámica de El Cerro El Volador desde la clínica Los Ángeles, hoy Clínica del Rosario. Daniel A. Mesa. 1930.
“En Colombia el patrimonio
arqueológico son todos los vestigios de la gente que vivió en épocas pasadas.
Además de los objetos prehispánicos son patrimonio arqueológico las antiguas
áreas de habitación, terrazas de cultivo, caminos, cementerios, restos animales
y vegetales, y arte rupestre. Los vestigios de las épocas colonial y
republicana e incluso de épocas más recientes también son patrimonio
arqueológico”.
“El patrimonio arqueológico
comprende aquellos vestigios producto de la actividad humana y aquellos restos
orgánicos e inorgánicos que, mediante los métodos y técnicas propios de la
arqueología y otras ciencias afines, permiten reconstruir y dar a conocer los
orígenes y las trayectorias socioculturales pasadas y garantizan su conservación
y restauración”. Ley 1185 de 2008[3].
Derrumbe en el Cerro El Volador.
Fotografías de Benjamín de la Calle. Sin fecha.
El Ecoparque Cerro El Volador, al
cual vamos a elogiar hace parte del Patrimonio arqueológico e intangible, al
igual que del paisaje Cultural material – tangible por su carácter físico
natural, histórico, simbólico y antropológico.
Es como lo indica su nombre, la
materialización de la cultura que ha protegido la naturaleza, lo que podemos sentir
y oler en una formación natural antiquísima, su riqueza en flora, fauna y sus
calidades ambientales ofrecidas a la urbe, en calidad de pulmón verde y belleza
natural parte de 7 formaciones con las que cuenta la ciudad, que la hacen única
en el mundo.
Es un Patrimonio Inmueble:
conformado por una forma que no podemos mover pero si apreciar en sus vistas,
comprender en su riqueza arcaica, a la vez que es susceptible de experimentar
como espacio público e itinerario de naturaleza por los ciudadanos o
extranjeros, para respirar aire puro, observar la ciudad en sus 360 grados,
conocer el museo natural de mariposas y el museo ritual de los antiguos. Los cerros
“Los cerros son normalmente
formaciones geológicas que no superan los 200 metros de altura, por lo cual se
consideran más bajos que las montañas. Cuando hablamos de una formación
geológica que supere esa altura estaremos refiriéndonos ya a una montaña.
Otra característica muy típica de
los cerros o de las colinas es el hecho de que su base es extensa pero su cima
no es tan empinada como sucede con las montañas si no que es una cima más bien
redondeada o gastada. Esto es así debido al proceso de erosión que los cerros
han sufrido. Para muchos especialistas, el cerro no es otra cosa que una
montaña antigua profundamente desgastada por la erosión del agua o del viento.
Los cerros son formaciones mucho más aptas para la vida del ser humano, incluso
permiten establecer poblados y aldeas dependiendo del tamaño de los mismos[4]”.
Nuestros cerros tutelares...
Panorámica de la Colina de El Cerro y la
ciudad, al fondo el Cerro Nutibara. Fotografía Diego Mejía.
Los
nombres de los Cerros Tutelares de Medellín poseen connotaciones que van desde
lo religioso y geográfico hasta lo precolombino y gastronómico, pasando por lo
coloquial: Santo Domingo, El Salvador, El Picacho, Nutibara, Pan de Azúcar, la
Asomadera y el Volador.
Son
siete cerros con una situación orográfica que se diría inteligente, ritual y
que se cree comunicaba a los diferentes grupos por medio de una ruta tipo
observatorio. Los 7 cerros yerguen sus testas al occidente, en el medio y al
oriente del Valle de Aburrá.
El
nombre de Cerros Tutelares nació del propósito eco-turístico de la Alcaldía de
Medellín, en el que está inserto, además, todo un trasfondo antropológico. El más
extenso, El Volador, fue un centro ceremonial de los indígenas que habitaron el
Valle de Aburrá. Los excavadores han encontrado testimonios de estas
actividades rituales, conservados en el Museo Antropológico, con sede en el
propio Volador[5].
Cuentan
que el nombre El Volador obedece al que le puso en la colonia el dueño de una
finca y de todo este terreno, por sus fuertes corrientes de aire y diferentes
vientos.
Panorámica desde la cima de El Volador y el Cerro Nutibara. Fotografía Diego Mejía.
En esta ruta patrimonial nos apoyamos de las investigaciones de Mauricio
Muñoz Zapata, al igual que de páginas web institucionales y académicas[6].
Abordaremos cuatro tópicos para comprender y revelar la riqueza depositada en
este tipo de estructuras y bienes, ellos son:
·Ubicación espacial. ·Valor natural. ·Valor histórico y cultural. ·Usos del Ecoparque arqueológico.
1.Ubicación geológica,
espacial y geográfica. Patrimonio natural.
Aerofotografía de El Cerro El
Volador. Escala 1:3.000. Elaborado por Secretaría del Medio ambiente. 2014.
Geológicamente El Volador es considerado un cerro de
vertiente, porque es una prolongación de la vertiente occidental del valle,
siguiendo la cuchilla Loma Hermosa – Blanquizal, la cual por procesos diversos
aisló el extremo oriental moldeándolo como cerro, y en el intermedio quedo
relegado el cerro de Los Burgos (hoy extinto, ya que fue la cantera de
materiales para muchas edificaciones de la urbe).
El
Volador y Nutibara irrumpen en la trama urbana de la ciudad plana que los rodea
y son denominados “cerros de fondo de valle” ya que están emplazados sobre la
planicie labrada por el río Medellín, es decir la llanura aluvial[7].
El
Parque Natural Regional Metropolitano Cerro El Volador, es el parque natural
más grande dentro del área urbana de la ciudad. Cuenta con un área de 106
hectáreas y 82 metros de altura sobre el nivel de la ciudad. Se dice que el
Cerro El Volador ha domado con su figura la ciudad.
Con una
formación que pudiéramos llamar triangular, está ubicado en la zona
Centroccidental de la ciudad, en donde hoy se asienta la Comuna 7 de la
localidad. Este cerro está rodeado por una vecina histórica, la quebrada La
Iguaná, al sur. Al norte, por las quebradas Mononga y La Malpaso. Al oriente se
encuentra aislado por una vía urbana, la carrera 65. En sus inmediaciones se
encuentran los barrios El Volador al norte, La Iguaná que tiene 50 años de
existencia, San Germán que data desde 1920 y Caribe, al igual que la
Universidad Nacional y la Universidad de Antioquia, y los senderos de
avistamiento de aves, del indio, de la cima y la espiral del tiempo.
Actualmente no se vienen realizando nuevos estudios ni prospecciones
arqueológicas, y está a la espera un trabajo sobre los caminos prehispánicos[8]
2.Valor natural. Patrimonio vivo y ambiental.
Medellín Indígena. Ilustración Sala Central de Exposición Museo Casa de la Memoria.
“El Plan de Manejo del cerro El
Volador integra el cerro al sistema de espacio público de la ciudad, sistema
abierto y dinámico que reconoce en su complejidad los diferentes estratos que
configuran y estructuran lo urbano. La posibilidad de utilizar ciertos espacios
protegidos como espacios públicos reta la imaginación de planificadores y
diseñadores urbanos que más que ampliar las posibilidades de su utilización,
deben velar por la conservación de los atributos que son inherentes a ellos:
ecológicos, lúdicos, recreativos, educativos, paisajísticos, ya que estos
espacios tienen como función principal la de recrear en la ciudad el disfrute
de los valores de la naturaleza.
Los cerros hacen parte de los
elementos que constituyen ecosistemas estratégicos locales dentro de la malla
urbana. Se distingue en ellos su valor ambiental como suelos de protección,
cumpliendo una función ecológica equilibrante entre el medio natural y el
espacio urbano construido.
La flora
La estructura y composición de la
vegetación en el cerro El Volador muestra una predominancia de coberturas
vegetales de carácter antrópico, con diferente grado de intervención,
dependiendo de factores como las quemas indiscriminadas y el establecimiento de
especies inadecuadas en algunas ocasiones, donde se han incluido especies
introducidas. Las especies dominantes corresponden a las especies introducidas
de eucaliptos, urapán (Fraxinus chinensis) y pino (Pinus elliotii).
Las especies nativas predominantes fueron majagua (Hibuscus tiliaceus),
leucaena (Leucaena leucocephala) y tulipán africano (Spathodea
campanulata), las cuales se han establecido con el fin de enriquecer la
cobertura de rastrojo alto.
Es importante resaltar que en los
últimos años se han llevado a cabo labores de enriquecimiento y reforestaciones
mixtas con especies nativas como cedro (Cedrela odorata), ceiba (Ceiba
pentandra), nogal (Cordia alliodora), búcaro (Erythrina glauca),
guayacán (Tabebuia rosea), noro (Birsonima cumingana), guácimo (Guazuma
ulmifolia), varasanta (Triplaris americana), quiebrabarrigo (Trichantera
gigantea), entre otras; lo cual ha favorecido el avance de la sucesión y
aumentado la diversidad de especies en el cerro. En el muestreo total se
identificaron 133 especies, de las cuales 24 son nativas.
La Avifauna.
Se registraron un total de 51
especies asociadas a 17 familias de las 88 presentes en el país. A nivel urbano
el cerro El Volador preserva la mayor cantidad de especies confinadas tanto a
hábitats completamente antropogenizados (43%), como a otras grandes áreas
verdes urbanas (61%), mientras que el 4% están asociadas a áreas rurales. El
43% de las especies son poco comunes, como Amazona ocrocephala que
seguramente son aves que escaparon de su cautiverio y Piranga flava, que
es más característica de áreas boscosas y rastrojos altos. Por otra parte,
fueron muy comunes Coragyps atratus, Pyrocephalus rubinus, Troglodytes aedon
y Turdus ignobilis, todas ellas especies netamente urbanas.
En El Volador se encuentra la
mayor riqueza de especies de aves en relación a los otros cerros tutelares.
Esto se expresa en la presencia de nueve especies con distribución exclusiva,
es decir, que sólo se registraron en este cerro: Amazona ocrocephala, Ara
severa, Aratinga pertinax, Brotogeris jugularis, Catharus aurantiirostris,
Myiodynastes maculatus, Phaeomyias murina, Piranga flava y Synallaxis
albescens.
Valores que ofrece
Entre los valores ambientales más
significativos que presenta el cerro se destacan su ubicación estratégica
dentro del suelo urbano como espacio público, sitio apto para la educación
ambiental, mirador natural, regulador hídrico con capacidad de fijación de
gases de invernadero y representatividad de la vegetación nativa del Valle de
Aburrá, que permite la conservación de la diversidad y la existencia de hábitat
de especies migratorias.
Las condiciones de naturalidad,
riqueza florística y avifáunica del cerro El Volador le permiten seguir siendo
uno de los pulmones verdes de la ciudad, preservado gracias a las diversas intervenciones
en él desarrolladas, a la temprana potestad del municipio sobre gran parte de
sus predios, así como por las condiciones de manejo impuestas (por ejemplo la
restricción a la accesibilidad vehicular)[9]”. 3.Valor arqueológico y cultural. Patrimonio
histórico y prehispánico.
Muchas de las primeras colonias
de Medellín se establecieron en el cerro El Volador. En los senderos conocidos como El
Indio, La Espiral del tiempo y La Cima, se han encontrado hallazgos
arqueológicos que datan de los primeros siglos de la era cristiana, así como
complejos funerarios de los siglos XIV al XVI, originados por los indígenas
llamados Aburráes.
Fotografías de los vestigios encontrados de un Ajuar funerario en Tumba de pozo con Cámara lateral.
“El cerro es poblado en el siglo
I a.C. en la parte baja, donde se establecen sitios de vivienda, probablemente
asociados con el aprovechamiento de los meandros del río Medellín y las
quebradas tributarias. Los moradores de estas viviendas comienzan a enterrar
allí a sus muertos, y convierten el Cerro, con el devenir de los siglos, en una
gran morada de los muertos y un lugar de culto a los antepasados, y a la idea
del más allá”. Actualmente, El Volador es una de las zonas del Valle de Aburrá donde
hay enterramientos indígenas, lo que lo convierte en un lugar arqueológico de
vital importancia para entender el concepto de la muerte y las concepciones
cosmogónicas de las sociedades prehispánicas que allí depositaron a sus
ancestros. Los patrones y el ritual de enterramiento también son claves para
entender los aspectos de los vivos, como la identidad y la posición social de
los individuos, lo que permite hacer inferencias sobre las estructuras social y
cultural de entonces.
Terraza habitacional sector sur occidental. 1992.
Los estilos cerámicos encontrados
se relacionan con diferentes costumbres funerarias, representadas en el Cerro.
Los enterramientos más antiguos corresponden a las tradiciones Marrón Inciso y
Ferrería y se distribuyen en las terrazas de las laderas, mientras que las
tumbas tardías se localizan en la cuchilla de la cima del Cerro[10]”.
“Así lo evidencian las excavaciones del cerro El Volador, realizadas en
los inicios de la década de los 90. Estos hallazgos arqueológicos reportaron
complejos funerarios asociados a sitios de vivienda. Se han identificado 6
complejos funerarios, a los cuales los arqueólogos, los han definido como un
conjunto de “tumbas de pozo con cámara lateral”, es decir que la “casa de los
muertos” era una especie de habitación subterránea en forma de bohío, con grabados
en las paredes simulando la estructura en madera que las sostenía, a la cual se
llegaba luego de descender desde la superficie del cerro a través de un túnel
vertical. Además se han reportado 31 terrazas antrópicas y naturales asociadas
a sitios de vivienda, que según las evidencias eran bohíos indígenas, algunos
de los cuales contenían entierros humanos en su base[11]”.
Grafiado de pared y techo de Cámara lateral. 1991.
“El Volador es una verdadera
ventana al pasado: tal es la cantidad de recuerdos dejados allí por los
primeros habitantes de esas tierras templadas. Tres años de excavaciones
arqueológicas han ocasionado hallazgos que no tienen que ver con guacas
repletas de oro, pero sí de historia. En cada fragmento de cerámica encontrado,
pertenecientes casi todos a cofres y ollas cuyo uso hoy sería equivalente al de
los ataúdes, puede verse, como en una pantalla, lo que era la vida de los
primeros labriegos antioqueños: desde el siglo III antes de Cristo cosechaban y
consumían maíz y fríjol, y ya en el siglo XV después de Cristo eran expertos en
telas, tejidos y textiles.
Estos indios Aburráes, así
llamados por habitar las riberas del hoy llamado río Medellín, criaban curíes y
tenían como mascotas lo que los españoles llamaron en sus crónicas "perros
mudos". Levantaban sus bohíos en la parte baja del monte y enterraban a
sus muertos en el cerro El Volador, cuya altura acercaba a los difuntos al
cielo. Allí, en medio de rituales de fiesta que incluían hasta tres días de
baile, bebida y recuerdos del desaparecido, se construían complejas fosas que
representaban una vivienda confortable para el comienzo de una nueva vida.
Estas fosas, de las cuales hay 16 en todo el cerro, son las piezas disponibles
de un rompecabezas histórico que ocupó a un equipo de antropólogos de la
Universidad de Antioquia, dirigido por el profesor Gustavo Santos Vecino.
Excavaciones arqueológicas
en el complejo funerario sector sur oriental. U de A.
Dice Santos: "La misma
diferencia entre los cofres en los que depositaban los restos humanos, nos
muestra la estratificación social imperante en la época". No había
caciques como en otras tribus andinas, pero sí una jerarquización de funciones y
un consecuente rango diferencial. La llegada de los españoles dio al traste con
la organización imperante. El colonizador esclavizó a los indios con la
institución de las encomiendas, y éstos fueron desapareciendo por aniquilación
o por emigración en busca de lugares donde no hubiera llegado la hostilidad
foránea. [12]”.
“Las investigaciones han
determinado una ocupación no continua del cerro por diversos grupos o
tradiciones culturales, que iban desde los primeros cuatro siglos después de
Cristo, hasta la época de la conquista”
4.Usos del Ecoparque arqueológico. Patrimonio
lúdico y educativo.
Cuando el museo antropológico estuvo en la cima de El Cerro.
Fotografía Juan Jaramillo. 15 junio de 2008.
Entre los atractivos que ofrece
este espacio a sus visitantes están actividades como senderismo, avistamiento de aves,
mariposas, elevación de cometas, acondicionamiento físico, caminatas y ciclismo.
En Bici por el Ecoparque. Fotografía Juan Jaramillo. 5 junio de 2010.
Cuenta además con cuatro
senderos: El Indio, El de aves, La Espiral del Tiempo y La Cima del Cerro, en
los que el visitante puede observar las huellas que nuestros antepasados
dejaron allí plasmadas en varios motivos indígenas elaborados en la actualidad,
como una forma de perpetuar su identidad y cultura[13].
Señalética del cerro El Volador y los caminos (senderos). Foto Víctor Jiménez. 2015.
Posee también espacios amplios y
naturales para compartir con familiares y amigos un asado o un sancocho. Se han
hecho varios miradores y se cuenta con un edificio administrativo donde está la
vitrina arqueológica.
Vitrina arqueológica actual que reemplazo al museo antropológico en la cima. Foto Víctor Jiménez. 2015.
“El cerro El Volador es un
inmenso laboratorio ambiental, en donde los visitantes pueden aprender e
investigar sobre una variedad de temas como la historia urbana que dio origen a
nuestra ciudad, aprovechando su privilegiada vista panorámica de 360 grados.
También podemos aprender de la avifauna, las mariposas y la vegetación nativa
de Medellín y la biodiversidad asociada como insectos y marsupiales, además de
las diferentes etapas que tiene las coberturas vegetales antes de ser bosques”.
El cerro El Volador es un
referente de orientación y ha ejercido durante siglos como cruce de caminos.
El concejo de Medellín en 1992 lo
declaro Ecoparque para sacarlo de las labores de pastoreo a las que era
sometido por algunos de sus dueños y ganaderos.
En febrero de 1998 el Ministerio
de Cultura, lo declaró monumento nacional, con la rareza de ser la primera zona
urbana que se le da este honor en Colombia.
El Cerro El Volador es el primer
y único Parque Natural Regional Urbano en el país, fue declarado Bien de
Interés Cultural de la Nación por sus hallazgos arqueológicos, es un Área
Protegida por su importancia en materia ecológica, y por su localización es uno
de los mejores miradores del Valle de Aburrá.
Bibliografía y cibergrafía.
Mirando el Cerro El Volador desde el Cerro El Picaho (Noroccidente).
Fotografía y procesamiento digital. Diego Mejía.
[7] Mauricio Muñoz Zapata. Cerro El Volador.
Cartilla del proceso de formulación de los “Planes de Manejo y Gestión
Integrales de los Cerros Tutelares de Medellín. Área Metropolitana del Valle de
Aburrá. Medellín 2006.