El cuerpo y las Topias

El cuerpo utópico

En esta conferencia de Foucault –que acaba de publicarse en castellano–, el cuerpo es primero “lo contrario de una utopía”, lugar “absoluto”, “despiadado”, al que se confronta la utopía del alma. Pero finalmente el cuerpo, “visible e invisible”, “penetrable y opaco”, resulta ser “el actor principal de toda utopía” y sólo calla ante el espejo, ante el cadáver o ante el amor.
Por Michel Foucault *

Apenas abro los ojos, ya no puedo escapar a ese lugar que Proust, dulcemente, ansiosamente, viene a ocupar una vez más en cada despertar(1). No es que me clave en el lugar –porque después de todo puedo no sólo moverme y removerme, sino que puedo moverlo a él, removerlo, cambiarlo de lugar–, sino que hay un problema: no puedo desplazarme sin él; no puedo dejarlo allí donde está para irme yo a otra parte. Puedo ir hasta el fin del mundo, puedo esconderme, de mañana, bajo mis mantas, hacerme tan pequeño como pueda, puedo dejarme fundir al sol sobre la playa, pero siempre estará allí donde yo estoy. El está aquí, irreparablemente, nunca en otra parte. Mi cuerpo es lo contrario de una utopía, es lo que nunca está bajo otro cielo, es el lugar absoluto, el pequeño fragmento de espacio con el cual, en sentido estricto, yo me corporizo.

Mi cuerpo, topía despiadada. ¿Y si, por fortuna, yo viviera con él en una suerte de familiaridad gastada, como con una sombra, como con esas cosas de todos los días que finalmente he dejado de ver y que la vida pasó a segundo plano, como esas chimeneas, esos techos que se amontonan cada tarde ante mi ventana? Pero todas las mañanas, la misma herida; bajo mis ojos se dibuja la inevitable imagen que impone el espejo: cara delgada, hombros arqueados, mirada miope, ausencia de pelo, nada lindo, en verdad. Y es en esta fea cáscara de mi cabeza, en esta jaula que no me gusta, en la que tendré que mostrarme y pasearme; a través de esta celosía tendré que hablar, mirar, ser mirado; bajo esta piel tendré que reventar. Mi cuerpo es el lugar irremediable al que estoy condenado. Después de todo, creo que es contra él y como para borrarlo por lo que se hicieron nacer todas esas utopías. El prestigio de la utopía, la belleza, la maravilla de la utopía, ¿a qué se deben? La utopía es un lugar fuera de todos los lugares, pero es un lugar donde tendré un cuerpo sin cuerpo, un cuerpo que será bello, límpido, transparente, luminoso, veloz, colosal en su potencia, infinito en su duración, desligado, invisible, protegido, siempre transfigurado; y es bien posible que la utopía primera, aquella que es la más inextirpable en el corazón de los hombres, sea precisamente la utopía de un cuerpo incorpóreo. El país de las hadas, el país de los duendes, de los genios, de los magos, y bien, es el país donde los cuerpos se transportan tan rápido como la luz, es el país donde las heridas se curan con un bálsamo maravilloso en el tiempo de un rayo, es el país donde uno puede caer de una montaña y levantarse vivo, es el país donde se es visible cuando se quiere, invisible cuando se lo desea. Si hay un país mágico es realmente para que en él yo sea un príncipe encantado y todos los lindos lechuguinos se vuelvan peludos y feos como osos.

Pero hay también una utopía que está hecha para borrar los cuerpos. Esa utopía es el país de los muertos, son las grandes ciudades utópicas que nos dejó la civilización egipcia. Después de todo, las momias, ¿qué son? Es la utopía del cuerpo negado y transfigurado. La momia es el gran cuerpo utópico que persiste a través del tiempo. También existieron las máscaras de oro que la civilización micénica ponía sobre las caras de los reyes difuntos: utopía de sus cuerpos gloriosos, poderosos, solares, terror de los ejércitos. Existieron las pinturas y las esculturas de las tumbas; los yacientes, que desde la Edad Media prolongan en la inmovilidad una juventud que ya no tendrá fin. Existen ahora, en nuestros días, esos simples cubos de mármol, cuerpos geometrizados por la piedra, figuras regulares y blancas sobre el gran cuadro negro de los cementerios. Y en esa ciudad de utopía de los muertos, hete aquí que mi cuerpo se vuelve sólido como una cosa, eterno como un dios.

Pero tal vez la más obstinada, la más poderosa de esas utopías por las cuales borramos la triste topología del cuerpo nos la suministra el gran mito del alma, desde el fondo de la historia occidental. El alma funciona en mi cuerpo de una manera muy maravillosa. En él se aloja, por supuesto, pero bien que sabe escaparse de él: se escapa para ver las cosas, a través de las ventanas de mis ojos, se escapa para soñar cuando duermo, para sobrevivir cuando muero. Mi alma es bella, es pura, es blanca; y si mi cuerpo barroso –en todo caso no muy limpio– viene a ensuciarla, seguro que habrá una virtud, seguro que habrá un poder, seguro que habrá mil gestos sagrados que la restablecerán en su pureza primigenia. Mi alma durará largo tiempo, y más que largo tiempo, cuando mi viejo cuerpo vaya a pudrirse. ¡Viva mi alma! Es mi cuerpo luminoso, purificado, virtuoso, ágil, móvil, tibio, fresco; es mi cuerpo liso, castrado, redondeado como una burbuja de jabón.

Y hete aquí que mi cuerpo, por la virtud de todas esas utopías, ha desaparecido. Ha desaparecido como la llama de una vela que alguien sopla. El alma, las tumbas, los genios y las hadas se apropiaron por la fuerza de él, lo hicieron desaparecer en un abrir y cerrar de ojos, soplaron sobre su pesadez, sobre su fealdad, y me lo restituyeron resplandeciente y perpetuo.

Pero mi cuerpo, a decir verdad, no se deja someter con tanta facilidad. Después de todo, él mismo tiene sus recursos propios de lo fantástico; también él posee lugares sin lugar y lugares más profundos, más obstinados todavía que el alma, que la tumba, que el encanto de los magos. Tiene sus bodegas y sus desvanes, tiene sus estadías oscuras, sus playas luminosas. Mi cabeza, por ejemplo, mi cabeza: qué extraña caverna abierta sobre el mundo exterior por dos ventanas, dos aberturas, bien seguro estoy de eso, puesto que las veo en el espejo; y además, puedo cerrar una u otra por separado. Y sin embargo no hay más que una sola de esas aberturas, porque delante de mí no veo más que un solo paisaje, continuo, sin tabiques ni cortes. Y en esa cabeza, ¿cómo ocurren las cosas? Y bien, las cosas vienen a alojarse en ella. Entran allí –y de eso estoy muy seguro, de que las cosas entran en mi cabeza cuando miro, porque el sol, cuando es demasiado fuerte y me deslumbra, va a desgarrar hasta el fondo de mi cerebro–, y sin embargo esas cosas que entran en mi cabeza siguen estando realmente en el exterior, puesto que las veo delante de mí y, para alcanzarlas, a mi vez debo avanzar.

Cuerpo incomprensible, cuerpo penetrable y opaco, cuerpo abierto y cerrado: cuerpo utópico. Cuerpo absolutamente visible, en un sentido: muy bien sé lo que es ser mirado por algún otro de la cabeza a los pies, sé lo que es ser espiado por detrás, vigilado por encima del hombro, sorprendido cuando menos me lo espero, sé lo que es estar desnudo; sin embargo, ese mismo cuerpo que es tan visible, es retirado, es captado por una suerte de invisibilidad de la que jamás puedo separarlo. Ese cráneo, ese detrás de mi cráneo que puedo tantear, allí, con mis dedos, pero jamás ver; esa espalda, que siento apoyada contra el empuje del colchón sobre el diván, cuando estoy acostado, pero que sólo sorprenderé mediante la astucia de un espejo; y qué es ese hombro, cuyos movimientos y posiciones conozco con precisión pero que jamás podré ver sin retorcerme espantosamente. El cuerpo, fantasma que no aparece sino en el espejismo de los espejos y, todavía, de una manera fragmentaria. ¿Acaso realmente necesito a los genios y a las hadas, y a la muerte y al alma, para ser a la vez indisociablemente visible e invisible? Y además ese cuerpo es ligero, es transparente, es imponderable; nada es menos cosa que él: corre, actúa, vive, desea, se deja atravesar sin resistencia por todas mis intenciones. Sí. Pero hasta el día en que siento dolor, en que se profundiza la caverna de mi vientre, en que se bloquean, en que se atascan, en que se llenan de estopa mi pecho y mi garganta. Hasta el día en que se estrella en el fondo de mi boca el dolor de muelas. Entonces, entonces ahí dejo de ser ligero, imponderable, etc.; me vuelvo cosa, arquitectura fantástica y arruinada.

No, realmente, no se necesita sortilegio ni magia, no se necesita un alma ni una muerte para que sea a la vez opaco y transparente, visible e invisible, vida y cosa; para que sea utopía basta que sea un cuerpo. Todas esas utopías por las cuales esquivaba mi cuerpo, simplemente tenían su modelo y su punto primero de aplicación, tenían su lugar de origen en mi propio cuerpo. Estaba muy equivocado hace un rato al decir que las utopías estaban vueltas contra el cuerpo y destinadas a borrarlo: ellas nacieron del propio cuerpo y tal vez luego se volvieron contra él.

En todo caso, una cosa es segura, y es que el cuerpo humano es el actor principal de todas las utopías. Después de todo, una de las más viejas utopías que los hombres se contaron a ellos mismos, ¿no es el sueño de cuerpos inmensos, desmesurados, que devorarían el espacio y dominarían el mundo? Es la vieja utopía de los gigantes, que se encuentra en el corazón de tantas leyendas, en Europa, en Africa, en Oceanía, en Asia; esa vieja leyenda que durante tanto tiempo alimentó la imaginación occidental, de Prometeo a Gulliver.

También el cuerpo es un gran actor utópico, cuando se trata de las máscaras, del maquillaje y del tatuaje. Enmascararse, maquillarse, tatuarse, no es exactamente, como uno podría imaginárselo, adquirir otro cuerpo, simplemente un poco más bello, mejor decorado, más fácilmente reconocible; tatuarse, maquillarse, enmascararse, es sin duda algo muy distinto, es hacer entrar al cuerpo en comunicación con poderes secretos y fuerzas invisibles. La máscara, el signo tatuado, el afeite depositan sobre el cuerpo todo un lenguaje: todo un lenguaje enigmático, todo un lenguaje cifrado, secreto, sagrado, que llama sobre ese mismo cuerpo la violencia del dios, el poder sordo de lo sagrado o la vivacidad del deseo. La máscara, el tatuaje, el afeite colocan al cuerpo en otro espacio, lo hacen entrar en un lugar que no tiene lugar directamente en el mundo, hacen de ese cuerpo un fragmento de espacio imaginario que va a comunicar con el universo de las divinidades o con el universo del otro. Uno será poseído por los dioses o por la persona que uno acaba de seducir. En todo caso la máscara, el tatuaje, el afeite son operaciones por las cuales el cuerpo es arrancado a su espacio propio y proyectado a otro espacio.

Escuchen, por ejemplo, este cuento japonés y la manera en que un tatuador hace pasar a un universo que no es el nuestro el cuerpo de la joven que él desea:

“El sol disparaba sus rayos sobre el río e incendiaba el cuarto de las siete esteras. Sus rayos reflejados sobre la superficie del agua formaban un dibujo de olas doradas sobre el papel de los biombos y sobre la cara de la joven profundamente dormida. Seikichi, tras haber corrido los tabiques, tomó entre sus manos sus herramientas de tatuaje. Durante algunos instantes permaneció sumido en una suerte de éxtasis. Precisamente ahora saboreaba plenamente la extraña belleza de la joven. Le parecía que podía permanecer sentado ante ese rostro inmóvil durante decenas y centenas de años sin jamás experimentar ni fatiga ni aburrimiento. Así como el pueblo de Menfis embellecía antaño la tierra magnífica de Egipto de pirámides y de esfinges, así Seikichi con todo su amor quiso embellecer con su dibujo la piel fresca de la joven. Le aplicó de inmediato la punta de sus pinceles de color sostenidos entre el pulgar, el anular y el dedo pequeño de la mano izquierda, y a medida que las líneas eran dibujadas, las pinchaba con su aguja sostenida en la mano derecha”.

Y si se piensa que la vestimenta sagrada, o profana, religiosa o civil hace entrar al individuo en el espacio cerrado de lo religioso o en la red invisible de la sociedad, entonces se ve que todo cuanto toca al cuerpo –-dibujo, color, diadema, tiara, vestimenta, uniforme–, todo eso hace alcanzar su pleno desarrollo, bajo una forma sensible y abigarrada, las utopías selladas en el cuerpo.

Pero acaso habría que descender una vez más por debajo de la vestimenta, acaso habría que alcanzar la misma carne, y entonces se vería que en algunos casos, en su punto límite, es el propio cuerpo el que vuelve contra sí su poder utópico y hace entrar todo el espacio de lo religioso y lo sagrado, todo el espacio del otro mundo, todo el espacio del contramundo, en el interior mismo del espacio que le está reservado. Entonces, el cuerpo, en su materialidad, en su carne, sería como el producto de sus propias fantasías. Después de todo, ¿acaso el cuerpo del bailarín no es justamente un cuerpo dilatado según todo un espacio que le es interior y exterior a la vez? Y también los drogados, y los poseídos; los poseídos, cuyo cuerpo se vuelve infierno; los estigmatizados, cuyo cuerpo se vuelve sufrimiento, redención y salvación, sangrante paraíso.

Realmente era necio, hace un rato, de creer que el cuerpo nunca estaba en otra parte, que era un aquí irremediable y que se oponía a toda utopía.

Mi cuerpo, de hecho, está siempre en otra parte, está ligado a todas las otras partes del mundo, y a decir verdad está en otra parte que en el mundo. Porque es a su alrededor donde están dispuestas las cosas, es con respecto a él –y con respecto a él como con respecto a un soberano– como hay un encima, un debajo, una derecha, una izquierda, un adelante, un atrás, un cercano, un lejano. El cuerpo es el punto cero del mundo, allí donde los caminos y los espacios vienen a cruzarse, el cuerpo no está en ninguna parte: en el corazón del mundo es ese pequeño núcleo utópico a partir del cual sueño, hablo, expreso, imagino, percibo las cosas en su lugar y también las niego por el poder indefinido de las utopías que imagino. Mi cuerpo es como la Ciudad del Sol, no tiene un lugar pero de él salen e irradian todos los lugares posibles, reales o utópicos.

Después de todo, los niños tardan mucho tiempo en saber que tienen un cuerpo. Durante meses, durante más de un año, no tienen más que un cuerpo disperso, miembros, cavidades, orificios, y todo esto no se organiza, todo esto no se corporiza literalmente sino en la imagen del espejo. De una manera más extraña todavía, los griegos de Homero no tenían una palabra para designar la unidad del cuerpo. Por paradójico que sea, delante de Troya, bajo los muros defendidos por Héctor y sus compañeros, no había cuerpo, había brazos alzados, había pechos valerosos, había piernas ágiles, había cascos brillantes por encima de las cabezas: no había un cuerpo. La palabra griega que significa cuerpo no aparece en Homero sino para designar el cadáver. Es ese cadáver, por consiguiente, es el cadáver y es el espejo quienes nos enseñan (en fin, quienes enseñaron a los griegos y quienes enseñan ahora a los niños) que tenemos un cuerpo, que ese cuerpo tiene una forma, que esa forma tiene un contorno, que en ese contorno hay un espesor, un peso, en una palabra, que el cuerpo ocupa un lugar. Es el espejo y es el cadáver los que asignan un espacio a la experiencia profunda y originariamente utópica del cuerpo; es el espejo y es el cadáver los que hacen callar y apaciguan y cierran sobre un cierre –-que ahora está para nosotros sellado– esa gran rabia utópica que hace trizas y volatiliza a cada instante nuestro cuerpo. Es gracias a ellos, es gracias al espejo y al cadáver por lo que nuestro cuerpo no es lisa y llana utopía. Si se piensa, empero, que la imagen del espejo está alojada para nosotros en un espacio inaccesible, y que jamás podremos estar allí donde estará nuestro cadáver, si se piensa que el espejo y el cadáver están ellos mismos en un invencible otra parte, entonces se descubre que sólo unas utopías pueden encerrarse sobre ellas mismas y ocultar un instante la utopía profunda y soberana de nuestro cuerpo.

Tal vez habría que decir también que hacer el amor es sentir su cuerpo que se cierra sobre sí, es finalmente existir fuera de toda utopía, con toda su densidad, entre las manos del otro. Bajo los dedos del otro que te recorren, todas las partes invisibles de tu cuerpo se ponen a existir, contra los labios del otro los tuyos se vuelven sensibles, delante de sus ojos semicerrados tu cara adquiere una certidumbre, hay una mirada finalmente para ver tus párpados cerrados. También el amor, como el espejo y como la muerte, apacigua la utopía de tu cuerpo, la hace callar, la calma, y la encierra como en una caja, la clausura y la sella. Por eso es un pariente tan próximo de la ilusión del espejo y de la amenaza de la muerte; y si a pesar de esas dos figuras peligrosas que lo rodean a uno le gusta tanto hacer el amor es porque, en el amor, el cuerpo está aquí.

1 La recuperación del cuerpo en el proceso del despertar es un tema recurrente en la obra de Marcel Proust. (N. de la R.)
* La conferencia “El cuerpo utópico”, de 1966, integra el libro El cuerpo utópico. Las heterotopías, de reciente aparición (ed. Nueva Visión).

Este artículo fue publicado en la página web Página/12 el Viernes 29 de Octubre de 2010. Recuperado digitalmente el Jueves 10/07/2014. Ver en: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-155867-2010-10-29.html

Seminario sobre cultura y modernidad política

Libertad y liberación
Tres transformaciones: una técnica, otra en los sistemas de producción y finalmente una en la organización de la vida social y política, son condiciones de posibilidad para el nacimiento de una nueva mentalidad de gobierno y de una nueva práctica política basada en una gestión positiva de la vida. La valoración de la vida como factor primordial de gobierno coincide entonces con la Revolución Industrial, la Revolución Francesa y con la reorganización del funcionamiento técnico del mundo productivo. 

Caricatura
Esta nueva mentalidad de gobierno se caracterizó por la introducción de un principio de limitación interno a la razón gubernamental, denominado por Foucault “Regulación interna de la racionalidad gubernamental”, el cual puede ser resumido en la formula ¿Cómo no gobernar demasiado? El instrumento que suscitó esta transformación en la mentalidad de gobierno fue la economía política, debido a que a partir de sus reflexiones sobre los objetivos del Estado y las prácticas de gobierno, puso de manifiesto que había una naturaleza propia en todos los tipos de relaciones en la sociedad, incluyendo la propia práctica gubernamental, la cual debía ser respetada por los gobiernos con el fin de poder lograr lo que deben hacer, razón por la que se contempla como necesario el permitir que dicha naturaleza actúe con la menor cantidad de intervenciones posibles. Tenemos entonces que la economía política abrió las puertas a un nuevo momento en el que la preocupación central giraba en torno a cómo lograr gobernar sin gobernar demasiado, instaurando la cuestión de la autolimitación por el principio de verdad como pilar de las reflexiones concernientes al arte de gobernar. Este principio de autolimitación de la razón gubernamental es lo que se ha dado en llamar “Liberalismo”. 

Ahora bien, el hecho de percibir como deseable el mínimo de intervenciones sobre la sociedad no implica un aumento de la libertad como tal, sino que hace referencia a una producción controlada de ésta desde el gobierno con el fin de lograr su adecuado funcionamiento. Es por ello que Foucault nos recuerda que el diseño de la política en este momento no se originó en el respeto a las libertades individuales, sino en el conocimiento que se tenía de la naturaleza de los mecanismos que operan las relaciones en la sociedad con el fin de producir libertad.[1] 

Dicho lo anterior, tenemos que esta forma liberal de gobernar contempló como necesario y deseable el crear y organizar simultáneamente la libertad dentro de la sociedad que gobierna, para lo que dispuso diferentes procedimientos de control y coerción como contrapeso a la libertad generada. La continua elaboración de la libertad en este nuevo modelo se apoya en el cálculo sobre la seguridad, pues han de ser contemplados los peligros que entrañan para los diversos tipos de interés (individual, colectivo, general) el hecho de crear algunas libertades o quitar otras. El juego libertad-seguridad es, a partir de este momento, un eje central en el ejercicio del gobierno liberal, cuyo objetivo es lograr el equilibrio entre estos dos elementos para obtener la adecuada administración de los intereses. Consecuencia lógica de esta nueva mentalidad fue la expansión en las sociedades de múltiples mecanismos que buscaron organizar, controlar y proteger a las sociedades de los peligros a los que ahora se enfrentaban.[2]
Foucault dibujado por Sergio Aquindo

Programa del seminario, a llevarse a cabo en la Torre de la Memoria de la Biblioteca Pública Piloto. BPP.

1.Apertura Cátedra: Foucault y la modernidad filosófica.
Diccionario Foucault
A cargo de Alberto Castrillón
Agosto 4, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.

2. Gubernamentalidad y sociedad moderna.
A cargo de Edgardo Castro
Septiembre 1, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.

3. El neoliberalismo como modo de existencia.
A cargo de Diego Estrada
Octubre 6, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.

4. Biopolítica y liberalismo.
A cargo de Julio Mesa
Noviembre 3, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.

5. Subjetividad y espacios neoliberales.
A cargo de Sandra Cardona
Diciembre 1, Biblioteca Pública Piloto, 6:30 pm.




[1] Michel Foucault, El nacimiento de la biopolítica, P. 83-84.
[2] Michel Foucault en Nacimiento de la biopolíticanos muestra como a partir del siglo XIX se forja al interior de las sociedades la cultura del peligro, la cual se opone a las grandes amenazas propias de la edad media, y da paso a una cotidianidad amenazada en el diario vivir. Página 87.

Desprivatizar el nombre propio, deshacer la ficción individualista



La autora es master en filosofía y teoría de género por la New School for Social Research de Nueva york. Es autora, entre otros libros, deManifiesto contrasexual y Pornotopía. Testo...ha sido publicado por Editorial Paidós.

Este es el texto:

“El pasado 25 de mayo, el subcomandante Marcos enviaba una carta abierta al mundo desde la realidad zapatista anunciando la muerte del personaje Marcos que fue construido para servir de soporte mediático y de voz enunciativa al proyecto revolucionario de Chiapas.

Estas serán mis últimas palabras en público antes de dejar de existir. El mismo comunicado anunciaba el nacimiento del subcomandante Galeano tomando el nombre del compañero José Luis Solís Sánchez Galeano, asesinado por los paramilitares el día 2 de mayo.

“Es necesario que uno de nosotros muera, dice el comunicado, para que Galeano viva. Y para que esa impertinente que es la muerte quede satisfecha, en lugar de Galeano ponemos otro nombre para que él viva y la muerte se lleve no una vida, sino un nombre solamente, unas letras vaciadas de todo sentido, sin historia propia, sin vida."

“Sabemos, a su vez, que José Luis Solís había tomado su nombre del escritor de Las venas abiertas de América Latina. El subcomandante, que siempre ha caminado dos millas por delante de los viejos ególatras del postestructuralismo francés, opera en el dominio de la producción política la muerte del autor que Barthes anunció en el espacio del texto.

“En los últimos años, los zapatistas han construido la opción más seria frente a las (fracasadas) opciones necropolíticas del neoliberalismo, pero también frente al comunismo. El zapatismo como ningún otro movimiento está inventando una metodología política para organizar la rabia. Y reinventar la vida.

“A partir de 1994, el ELNZ concibe, a través del subcomandante Marcos, una nueva manera de hacer filosofía descolonial para el siglo XXI que se aleja del tratado y la tesis (herederos de la cultura eclesiástica y colonial del libro que se inicia en el siglo XVI y declina a finales del siglo pasado) para actuar desde la cultura oral-digital tecno-indígena que susurra en las redes a través de rituales, cartas, mensajes, relatos y parábolas.

“He aquí una de las técnicas centrales de producción de subjetividad política que nos han enseñado los zapatistas: desprivatizar el nombre propio con el nombre prestado y deshacer la ficción individualista del rostro con el pasamontañas.

“No tan lejos del subcomandante, habito otro espacio político donde se desafía con la misma fuerza teatral y chamánica la estabilidad del nombre propio y la verdad del rostro como últimos referentes de la identidad personal: las culturas transexuales, transgénero, drag king y drag queen.

“Toda persona trans tiene (o tuvo) dos (o más) nombres propios. Aquel que le fue asignado en el nacimiento y con el que la cultura dominante buscó normalizarlo y el nombre que señala el inicio de un proceso de subjetivación disidente. Los nombres trans no indican tanto la pertenencia a otro sexo, sino que denotan un proceso de des-identificación.

"A lo que nos invitan los experimentos zapatistas, queer y trans es a desprivatizar el rostro y el nombre para hacer del cuerpo de la multitud el agente colectivo de la revolución"

“El subcomandante Marcos, que aprendió más de la pluma del escritor marica mexicano Carlos Monsiváis que de la barba viril de Fidel, era en realidad un personaje drag king: la construcción intencional de una ficción de masculinidad (el héroe y la voz del rebelde) a través de técnicas performativas. Un emblema revolucionario sin rostro ni ego: hecho de palabras y sueños colectivos, construido con un pasamontañas y una pipa.

“El nombre prestado, como el pasamontañas, es una máscara paródica que denuncia las máscaras que cubren los rostros de la corrupción política y de la hegemonía: ¿A qué tanto escándalo por el pasamontañas? ¿Acaso está la sociedad mexicana lista a quitarse su máscara? Como el rostro con el pasamontañas, el nombre propio es también deshecho y colectivizado.

“Entre los zapatistas, los nombres prestados y los pasamontañas funcionan como lo hacen en la cultura trans los segundos nombres, la peluca drag, el bigote o el taconazo: como signos intencionales e hiperbólicos de un travestismo político-sexual, pero también como armas queer-indígenas que permiten enfrentarse a la estética neoliberal. Y esto no a través del verdadero sexo o del auténtico nombre: sino a través de la construcción de una ficción viva que resiste a la norma.

“A lo que nos invitan los experimentos zapatistas, queer y trans es a desprivatizar el rostro y el nombre para hacer del cuerpo de la multitud el agente colectivo de la revolución. Me permito desde esta modesta tribuna responder al subcomandante Galeano diciéndole que a partir de ahora firmaré con mi nombre trans Beatriz Marcos Preciado, recogiendo la fuerza performativa de la ficción que los zapatistas crearon y haciéndola vivir desde las postrimerías de una Europa que se descompone: y para que la realidad zapatista sea”.

Recuperado del portal web TÉLAM

Evacuar el malestar


Bernard Stiegler
LE GRAND ENTRETIEN
27/06/2014 à 18h19
Nolwenn Le Blevennec | Periodista

Con el fin de contrarrestar el ascenso del FN, “es urgente que la prensa retome su papel”, y que emerjan modelos económicos alternativos, explica el filósofo Bernard Stiegler. Entrevista.

Leyendo el libro de Bernard Stiegles, Amar, amarse, amarnos (Galileo, 2003) uno puede
experimentar un sentimiento de desánimo. El filósofo explica en su libro que los electores del FN son, como muchos de nosotros en esta sociedad enferma, víctimas de trastornos narcisísticos. Para salir de ellos, tienen la particularidad de designar chivos expiatorios. Es un síntoma, una manera de evacuar el malestar.

Es imposible discutir con perturbaciones y síntomas (solos los psicós saben hacerlo).  Los periodistas pueden pues continuar agitándose, “fact-checker”, indagando, tratando de comprender a punta de retratos; no enchufan con nada, me dije. Me fui entonces a preguntarle a Bernard Stiegler lo que puede y debe hacer la prensa al día siguiente de las elecciones europeas, que han visto al FN alcanzar el 25% de los votantes.

Para leer la entrevista completa traducida por Luís Alfonso Paláu de clic aquí 
https://drive.google.com/file/d/0B7jlZOe62SQoWTkwU3cyWHJmTjQ/edit?usp=sharing

In memoria Michel Foucault



Querría resumir brevemente en tres anotaciones lo que hemos querido hacer en este micro-seminario:

*  Mostrar que Foucault pensó siempre su trabajo en relación con lo que vivía y percibía, con lo que ocurría en torno suyo.  Fue sobre sus propias experiencias que trabajó y reflexionó.  El mundo ha cambiado desde su muerte y muchísimo.  Piénsese no más en el computador personal y en las ciencias cognitivas. Y es sobre nuestras experiencias que es preciso reflexionar de acá en adelante, con las armas que él nos proporcionó. No se trata de repetir a Foucault sino de utilizarlo.

*  Foucault nos invitó siempre a considerar sus libros como cajas de herramientas, donde pudiéramos encontrar instrumentos para el trabajo intelectual o la lucha política según nuestras necesidades. Cada uno puede encontrar en él cosas diferentes, para tal o cual momento.  Por ello hay mil Foucault, el de Latinoamérica no es el mismo que el de los EE. UU., del Japón o de la Europa occidental. Entonces con Foucault la coherencia no está dada, no precede la reflexión o la acción, no se deduce de un sistema; la coherencia es estratégica decía Foucault; viene del hecho de que es el mismo enemigo el combatido (los poderes de sujetamiento) y el mismo objetivo el buscado (ampliar el espacio de la libertad que se puede conquistar contra esos poderes).

* Finalmente, si lo que caracteriza al filósofo es hacer el diagnóstico del presente, pensar la actualidad, y ver en ella cuál es el “principal peligro”, con el fin de enfrentarlo y ampliar las posibilidades de libertad en las modalidades concretas de nuestras existencias, no se trata de instalarse en la fidelidad a una doctrina, a un sistema teórico dado, sino más bien –como nos lo exhorta él mismo en sus conferencias sobre la Ilustración– en la fidelidad a una actitud, a un “ethos”, la que Foucault llama “actitud crítica”.  Foucault nos enseñó pues a defender el derecho a la desobediencia razonada, a ser mayores de edad, como diría Kant.

En el siguiente link pueden seguir las publicaciones que se han hecho del seminario de Foucault, para que se lo compartan a las personas que ustedes consideren.
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En esta carpeta compartida publicamente en la web, encontraran todas las lecturas que nos han enviado como insumos del seminario conmemorativo
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Para conocer las memorias del seminario. Entrar al link https://drive.google.com/folderview?id=0B7jlZOe62SQoalFVdHVPU1p4d2M&usp=sharing

Este es el link de una carpeta que cree con varias descargas de la obra de Foucault por si les parece, lo puedan compartir con quien quieran.
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