Pantopía

Acá tenemos la historia de un enamorado de la vida y de un curioso del mundo. Hijo de marinero, hombre de la tierra, rugbyman, filósofo, historiador de las ciencias, académico, Michel Serres ha querido darle la vuelta al mundo...

Entrevista con Martin Legros & Sven Ortoli. París: los Ensayos del Pommier, 2014. Traducido por Luis Alfonso Paláu C.  Medellín, marzo de 2015.


La alegría –afirma Spinoza en la Ética– es una pasión por la que el Espíritu pasa o transita a una más grande perfección” (Eth. III, Affec. def. 2 y 3 expl.).  Esta simplísima idea según la cual pensar, comprender las cosas por el pensamiento, nos reconcilia con el mundo y por ahí mismo nos hace más alegres, esta idea pues está en el origen del libro de entrevistas que tenéis entre las manos.  Pues, entre los filósofos contemporáneos, Michel Serres es aquel con el que más gozamos entrevistándonos.  Y no solamente por su carácter, que en efecto es muy jubiloso, a veces incluso travieso.  Ni tampoco a la vida que ha sido la suya, arriesgada, dura pero igualmente exaltada.  Sino a que, cada vez que lo solicitamos, ya se trate de interpretar un acontecimiento tan trágico como Fukushima, o de actualizar el pensamiento de un autor tan difícil como Leibniz, salimos del encuentro con la impresión de ser un poco más inteligentes, de comprender mejor –algo que no es tan corriente entre filósofos – y sobre todo, con el sentimiento de que tal inteligencia de las cosas nos asegura una más grande “conexión” con el mundo, una potencia indisociable de una forma de contentamiento.  Como si el pensamiento experimentase un júbilo al ver que no se ejerce en vano, que es eficaz, que se adecua al mundo.  Sí, si estamos destinados a comprender el mundo, es en esos momentos en los que pasamos, como lo dice Spinoza, “a una más grande perfección”.

Ahora bien, extrañamente, la obra publicada de Michel Serres puede aparecer oscura y de difícil acceso.  Con respecto a esta palabra tan ágil y tan luminosa, tan encantadora a veces, uno se topa en sus libros con una resistencia más grande.  Son más trabajados, llevados por una ambición literaria que duplica la exigencia filosófica, pero que a veces, para nuestro gusto, le juega pasadas, malas pasadas.  A fuerza de trabajar la lengua como un poeta, el pensador disimula sus propios conceptos, tan inventivos sin embargo, bajo un estilo abundante.  Quizás esta sea una de las razones que expliquen la posición ambivalente de Michel Serres en el espacio público e intelectual; en tanto divulgador, capaz de hacer comprender la historia de las ideas a través de relatos gustosos, es apreciado por un amplio público, mientras que el autor y su pensamiento –sin embargo tan novedoso y contundente– siguen siendo más desconocidos, al menos en Francia .  Se conocen los vuelos líricos del orador o las límpidas exposiciones del profesor, pero sus conceptos ¿se los conoce?  ¿Incluso se los puede nombrar?  Para descubrirlos, no basta con la escucha de su palabra.  Es en los textos escritos donde se descubre el corazón de un pensamiento, sus ideas más importantes, sus proposiciones más fecundas.  Si quisiéramos recoger todas las promesas contenidas en la palabra de Michel Serres, sería en sus sesenta libros publicados desde hace cincuenta años, que habría que buscarlas.  Entonces ¿cómo hacerlo?  ¿No era posible conciliar la magia de la palabra y la profundidad de la escritura?

Un día nos le abrimos a Michel, con toda simplicidad, y le manifestamos la dificultad a la que nos exponía su pensamiento, a la vez tan inventivo y tan críptico.  Y se nos ocurrió proponerle la idea de un libro de entrevistas en el que él regresaría con nosotros al conjunto de su obra, libro tras libro, sobre lo que lo ha conducido a la filosofía, sobre los acontecimientos que lo han solicitado, sobre sus grandes conceptos.  Inmediatamente aceptó, sin vacilación ni condición.  Estábamos a fines de la primavera de 2011.  Decidimos comenzar a la entrada de septiembre.  Nos veríamos dos horas cada quince días.  Sería los jueves, ya en la Academia francesa, al final de la tarde luego de las sesiones hebdomadarias, ora cuando los inmortales no se reuniesen, en su casa, en Vincenne, en esa encantadora casita donde habita desde que lo nombraron profesor en la universidad de Vincenne en 1969.  La aventura duró dos años.  Para cada sesión, conveníamos por adelantado qué libro íbamos a leer, preguntas sobre las que queríamos interrogarle, o acontecimientos biográficos o históricos sobre los que deseábamos volver.  Atravesamos así por entero toda una vida y una obra filosófica.  Y al mismo tiempo hemos rehecho la historia del siglo XX.  Pues los acontecimientos que contaron para Michel Serres, y que se volvieron conceptos o ideas, no son los que retienen los historiadores o los periodistas.  A propósito del “fin” de la agricultura, del que ha sido testigo y del que ha sido el único filósofo que lo ha designado como un acontecimiento de alcance metafísico, Michel Serres exclama: “¿Ha leído Ud. en un gran titular: ‘Hoy, acabamos de presenciar el final del neolítico’ ?  Y sin embargo de esto se trata.  ¡Ningún periódico anunció esta noticia!”  La importancia de un acontecimiento para él  no se mide por el ruido que hace, sino por la duración que interrumpe, la longitud del período histórico al que le pone término (en este caso diez mil años…)  Comparando así los acontecimientos históricos del siglo con los que son susceptibles de entrar en lo que se llama el Gran Relato, como lo hemos hecho en una cronología comparada (ver anexo 1), se mide que es una verdadera contra-historia filosófica la que nos propone Michel Serres.
Muchas cosas nos han golpeado en el curso de estas entrevistas que merecen que nos detengamos un momento.  Ante todo nos hemos dado cuenta, gracias a esta frecuentación regular, que un filósofo en la acepción plena y entera de este término es un individuo que piensa todo lo que le ocurre.  Todo, verdaderamente todo lo que le acontece es elevado al estatuto de objeto pensable.  No es tanto una deformación profesional como una manera de hacer frente, de asimilar lo que perturba su vida cotidiana o lo que trastorna su existencia.  Transformando el afuera en objeto pensable, el filósofo lo “digiere” de alguna manera, y es esta “digestión” a la que se le debe sin duda las más grandes ideas filosóficas.  A manera de ejemplo tomemos el acontecimiento menos sujeto a meditación que le haya sobrevenido a Michel Serres en el curso de estos dos años; solamente tres meses después del comienzo de nuestras entrevistas, sufrió un paro vascular cerebral que afortunadamente no tuvo ninguna consecuencia.  ¿Cómo enfrentó el suceso?


La Vida, la Historia, el Gran Relato en la obra de Michel Serres. Presentación realizada por Luis Alfonso Paláu, 21 de abril de 2015.  Alianza Francesa de Medellín.