La destrucción del Agora Urbano

CIUDAD Y POLIS


Darío Ruiz Gómez

Me llamó  un amigo, arquitecto  que hace décadas reside en Nueva York, estaba espantado por la destrucción de su barrio Boston, de calles como Bolivia, Perú. ¿Cómo se pudo llegar a semejante devastación sin que ninguna autoridad interviniera? Recordemos lo que Francoise  Choay  la gran urbanista dijo:  Medellín,  no es una ciudad. Perdido el Centro Cívico, la desmembración de la unidad del territorio,  nos llevó a caer en un caos en donde se destruyeron rápidamente los antiguos significados, lo central se volvió residual y lo periférico un territorio incontrolable. En la Alcaldía de Juan Gómez una de las premisas para el Museo de Antioquia era devolver a la ciudad la presencia de ese espacio simbólico en el cual se identificara  la comunidad. Se planteó una renovación de estos sectores, recuperar  vías como Carabobo, Cundinamarca, Cúcuta conectándolas con la Universidad de Antioquia y haciendo que este gran flujo peatonal le diera otra dinámica a un sector deprimido. Las posteriores Alcaldías aprovecharon este planteamiento pero la propuesta quedó inconclusa ya que se olvidaron de su articulación con el norte de la ciudad.


Una ciudad no puede perder su centro simbólico, el ágora donde se convoca a los ciudadanos para que se sientan ciudadanos ya que desaparecería el concepto fundamental de Polis para convertirse en una simple aglomeración incapaz de conceder razones a la vida en sociedad tal como nos lo recuerda Edward W. Soja. Si Medellín hace cuatro años estaba en el mínimum de zonas verdes establecidas ¿cuántas se perdieron durante la última alcaldía con los nuevos proyectos de desarrollo inmobiliario, especialmente de los mal  llamados desarrollos prioritarios? El espacio cívico convertido en mercancía sólo conduce a esa irracional manera de destruir el tejido urbano, de tugurizar un ambiente, de hacer que conceptos como lugar, intercambio social, vivienda social se hayan convertido en frases vacías o en monstruosas humillaciones a la dignidad humana con edificios de once pisos sin ascensor, sin shut de basuras y en donde se hacen las necesidades en las escaleras, se arroja la basura o se convierte una vivienda en una ruidosa discoteca, como sucede hoy en Pajarito.


El informe de Universo Centro es apabullante. Creo que sin caer en las suspicacias de Fajardo en su “Libro Blanco”, Aníbal Gaviria pecó de ingenuo al recibir una Alcaldía sin una previa rendición de cuentas:   siempre hay proyectos que no se hicieron, terribles errores que es necesario enfrentar a tiempo para que el agua sucia no le caiga encima. Por supuesto el más grande caos vial de Colombia pero ¿y la desaforada cantidad de semáforos colocados sin responder a la debida racionalidad? ¿Cuál fue el coste de estos contratos? Y ¿el adefesio de puente de la  4 una ofensa a la ingeniería, castigable necesariamente? ¿Hubo en la Alcaldía de Salazar un solo proyecto de ciudad?  Conceptos como renovación urbana, como mejora de vivienda se olvidaron y en cambio se privilegió el contratismo en la llamada Ciudad Ligth.  ¿Y la rampante inseguridad  de las calles y el total olvido de la problemática del Centro? Y ¿los gastos suntuarios en la llamada cultura del espectáculo? Y ¿los oídos sordos ante los reclamos de los portavoces de la ciudadanía? Y ¿ la funesta  rumba segura? Los oscuros y poderosos intereses que han causado esta derrota de la ciudad, van a chocar con la presencia de un verdadero urbanista, arquitecto, defensor del orden de la ciudad, Jorge Pérez. Los que aún tenemos esperanza estamos con él.