Conciencia Calle

Barrio Graffiti
Barrio Popular. Zona Nororiental. Fotógrafo Julián Loaiza. 2013.
Este proceso de exploración propone identificar y rescatar a través de imágenes escritores urbanos y artistas del graffiti que habitan Medellín y el Valle de Aburrá, reconociendo en las visualidades que producen los jóvenes re-existencias, prácticas y espacialidades del graffiti en los barrios de la urbe.

La investigación documental cuya fuente principal es la fotografía, arriesga por recrear las visualidades locales para expandir las prácticas estéticas a partir de la recopilación de archivos gráficos que hacen memoria de las marcas de jóvenes y adultos en muros grises y paredes parlantes, sus búsquedas y luchas, los lugares que transitan y habitan, sus huellas y maneras de comunicarse con el mundo a través de otras gramáticas urbanas y expresiones artísticas no oficiales.

¿Qué sabemos de Graffiti?
Estación Berlin. Comuna 4 - Aranjuez. Fotógrafo Julián Loaiza. 2013.

En la actualidad nos sentimos afectados y seducidos por inscripciones, huellas y mensajes de letras y colores en los espacios públicos y privados de la ciudad, pero en realidad de esos agentes artistas escritores que lo viven y practican ¿que sabemos?

Tanto en los barrios como desde los presupuestos públicos el graffiti ha tomado un lugar relevante como representación cultural, consumo y afinidad de las y los jóvenes, a pesar de que aún sigue teniendo leyes y detractores que lo estigmatizan como un acto vandálico, sin comprenderlo como un movimiento artístico dentro de la corriente del arte urbano.

En lo que va del 2012 al 2017 han pasado algunos acontecimientos que se relacionan con el graffiti. A nivel nacional el caso del graffitero asesinado por la policía Diego Felipe Becerra, las obras en gran formato en concertación con la Alcaldía de Bogotá en el gobierno de Petro y las pintas de Justin Bieber.

Las muertes de graffiteros, las tensas relaciones con las administraciones locales y este hecho de la firma del artista internacional acompañado de la policía desató eventos colectivos significativos como las tomas de graffiti en Bogotá, Medellín y Cali, las retomas de graffiti ante las borradas ordenadas por las administraciones de los espacios transformados en las ciudades.

A nivel local, en el 2013 la mesa de graffiti con los funcionarios de la Alcaldía de la ciudad de Medellín, la propuesta de un proyecto de ley de galerías de arte urbano gráfico; los festivales y eventos propios para que la escena mantenga viva, el debate en el concejo en julio de 2017, la Mesa de Intervenciones gráficas emergentes en el espacio público…

En medio de todos estos hechos que se documentan en redes sociales y medios de comunicación masivos y alternativos, en lo clandestino y legítimo, en lo cotidiano escritores y artistas continúan conquistando muros, marcando fachadas, creando mapas de barrios, graffos y rayas, fortaleciendo sus grupos, organizándose en colectivos, formándose independientemente en escuelas alternativas, liberando espacios y encontrándose en parches propios para reconocerse como movimiento.

Ahora bien, nuestro rol aquí es compartir con los agentes artistas escritores sus recuerdos de vida. Permitirnos entrar con trabajos estéticos y artísticos, experimentando a través de la oralidad, la fotografía, el arte relacional y visual momentos de remembranza, que a través del recuerdo dan valor a las prácticas de la comunidad graffitera, elogian las obras producidas en situaciones adversas, documentan la construcción de identidad cultural, proponen herramientas de catalogación colectiva y construyen memoria urbana.

Podríamos decir que con el proyecto de publicación artística no periódica Barrio Graffiti se aporta un brochazo al panorama mural de la expresión local, en varios de los barrios y comunas de Medellín.

¿Por qué Barrio y Graffiti?
12 de Octubre. Zona Noroccidental. Fotógrafo Julián Loaiza. 2013.

El “arte” callejero, el graffiti y la agitación visual son prácticas políticas deconstructoras del arte de los museos, de la condición de existencia, del aurea del artista y de las permanencias visuales, a las que poco se les presta atención en sus relatos y discursos, dando por sentado que estas maneras de participar no tienen fundamentos y valores. La idea aquí es divulgar esos principios de hermandad, solidaridad, educación popular y gráfica callejera que resignifican y posee el graffiti como escritura y acción directa.

En los barrios de la ciudad viven en general los graffiteros. La mayoría de ellos habitan en barrios obreros ubicados en zonas populares. Si pudiéramos definir un rasgo que identifica a todos los escritores y artistas del graffiti es habitar o pensar el barrio en sus formas de expresión y estrategias de resistencia. Barrio y graffiti entonces son sinónimos de una filosofía-estilo de vida.

La propuesta es aportar otras visiones del barrio como el último bastión de resistencia cultural ante la anomia globalizante y la homogenización urbana, espacial y social. Desde lo micro, haciendo énfasis en la mirada de lo singular vamos buscando las marcas de la comunidad graffiti y su influencia en el hacer citadino, sus palabras y alternativas, dando cuenta estas situaciones de unas redes, procesos y un discurso propio que atraviesa un espacio territorializado.

La publicación artística apuesta por crear fuentes documentales de jóvenes y adultos que por medio de sus gramáticas propias combinan forma y fondo en la conquista de la ciudad como derecho.

Según la Secretaría de Juventud los jóvenes son la cuarta parte de la población de Medellín. El 25%. Existen en el municipio alrededor de 28 tendencias o formas de ser y se han identificado 52 identidades juveniles. Se tienen una caracterización inicial a partir de las bases de datos de clubes juveniles, de 28 colectivos de arte urbano y escuelas de hip-hop en toda la ciudad. Según el Diccionario de Tendencias e identidades juveniles el Graffiti es “una expresión artística en la que los muros de la ciudad se convierten en escenarios del mensaje. En su amplio espectro de posibilidades abarca desde la escritura sencilla con aerosol hasta la elaboración de murales en los que las técnicas y los materiales son tan variados como las representaciones que se consiguen.”

Los graffiteros son tatuadores efímeros de las paredes, participantes del devenir de las ciudades, que se representan a sí mismos como agentes activos de la producción cultural en la generación de sentidos que transforman su vida, la de otros y la de sus parches de encuentro.

Se hace urgente relacionar la vida graffiticante y citadina que llevan estos agentes del color, con otras preguntas por lo humano, la política, la concepción de lo urbano, el contexto y las formas de presentarse por parte de las juventudes; pues hay un mundo posible que es latente en las grafías públicas, en vía de comprender otra ciudad, la de los jóvenes, la de los colores y los movimientos, totalmente distinta a la ciudad de las obras civiles y el concreto.

¿Para qué una Publicación?
Bantú. Barrio Chagualo. Fotógrafo Julián Loaiza. 2013.

El problema está situado en la calle, en el espacio urbano que por excelencia es un terreno en disputa donde tendencias juveniles se han convertido en estilos de vida. Para abordarlo desde el espacio y susceptible de historicidad la pregunta guía es ¿Cuál es la incidencia política y social de los artistas del graffiti en estos últimos años como movimiento y corriente del arte urbano? Se trata de que conozcamos a algunos de estos jóvenes, adultos y sus alternativas.
  
Este producto visual de fotografías y memorias quiere reflexionar e indagar sobre las respuestas socioculturales y maneras de innovación de las y los jóvenes para hacerse escuchar manteniendo su autonomía. Rescata barrios de la Comuna 5 – Castilla, Comuna 6 – Doce de Octubre y Comuna 7 - Robledo claves en la conformación de grupos y colectivos de estirpe graffitera, los cuales han modificado y aportado positivamente a mejorar la convivencia de las crew´s de toda la ciudad con eventos y galerías. 

También valora por medio de la imagen paisajes, retratos callejeros, zona de graffiti y visualidades de ciudad de las narrativas personales y documentales que transmiten habilidad, entusiasmo e identidad.
Creemos que en la imagen, en especial en la fotografía como forma de transmitir la voz de las personas que hacen graffiti en el barrio y la ciudad, como la posibilidad de realizar un recorrido visual de muchos registros de artistas, lugares, calles, situaciones y escenas del pasado y el presente, que rememora a la vez que informan y agradan, que acumula el tiempo de este cambio, la vida cotidiana de los artistas del graffiti.

Madera.  Bello. Fotógrafo Briams Barba. 2013.
Estamos convencidos que al llevar el muro, las calles y el espacio público al libro, al traducir el territorio al papel en una propuesta experimental y creativa, se retrata e innova desde los estudios visuales al congelar por medio de textos y fotos aportes, avatares y microhistorias.



Robledo. Zona Noroccidental. Fotógrafo Julián Loaiza. 2013.
En la propuesta se considera que la fotografía como arte y búsqueda para producir conocimiento práctico y del pasado hace parte de la creación de territorios personales y colectivos, donde ciertas estéticas y arquitecturas se instalan y permiten la elaboración de apropiaciones en órdenes espaciales y grupales. La memoria que se congela en las imágenes que proponemos en el libro son parte del arte urbano de Medellín, la historia local y fática de Castilla y La Candelaria, en la construcción colectiva de la ciudad alterna y marginal desde las y los jóvenes, la cual se expresa desde otras-narrativas que contar sobre las prácticas estéticas y el derecho a habitar y vivir la ciudad. 

Toma de Graffiti. Calle San Juan. Fotógrafo Julián Loaiza. 2013.
Finalmente hacen falta publicaciones artísticas que innoven con la memoria y la fotografía de las comunas de Medellín. Apenas se camina a comprender la fotografía y la imagen como patrimonio vivo de estos barrios y del arte urbano local. Así que como agentes de la movida graffitera nos sentimos llamados a aportar, tejer y experimentar con otros habitantes de la comuna y de la ciudad, en la aventura de darle un lugar al graffiti que nace de los barrios exaltando los archivos fotográficos que reposan dispersos en diferentes graffiteros y fotógrafos apasionados de la urbe.

La publicación nos propone entonces leer y observar otra Medellín desde opciones y estilos de vida posibles forjados por las juventudes alejados de funcionarios, gobernantes o académicos; quienes siguen creyendo en el desarrollo de la creatividad para la transformación social de la vida ante problemas sociales y de violencia, con el fin de promocionar y difundir a las personas graffiteras como referentes de cambio de los barrios.

Guayabal. Festival de Arte Urbano Comfenalco. Fotógrafo Julián Loaiza. 2013.

Barrio Graffiti es una beca para la realización de publicaciones artísticas no periódicas. Línea de Artes Visuales.

Proyecto ganador de la Convocatoria de Estímulos de para el Arte y Cultura 2017 - Secretaría de Cultura Ciudadana.