CÁTEDRA DE CINE “LUIS ALBERTO ÁLVAREZ” LUCHINO VISCONTI

LAS POSICIONES SUBJETIVAS Y LA POLÍTICA

El extranjero – 1967

Director: Luchino Visconti.  Guión: Luchino Visconti, Suso Cecchi D'Amico, Georges Conchon, Emmanuel Robles (Novela: Albert Camus). Música: Piero Piccioni & Bruno Nicolai.  Fotografía: Giuseppe Rotunno. Reparto: Marcello Mastroianni, Anna Karina, Georges Wilson, Bernard Blier, Pierre Bertin, Jacques Herlin, George Geret, Bruno Cremer.

Visconti deseaba desde tiempo atrás hacer una película acerca del libro de Albert Camus, que se sitúa en 1938. El productor, Dino de Laurentis, le proporciona esta oportunidad en 1967. 


Inicialmente Visconti quería recrear la guerra de Argelia para la película, pero la viuda de Camus rechazó esta adaptación. Además quería volver a rodar con Alain Delon para el personaje de Meursault, pero este estaba comprometido en otro proyecto.


Visconti diría en una entrevista que para él no era problema narrar una historia demasiado conocida; que tanto en los libros como las películas se puede apreciar todo lo que la cultura nos ha aportado. Que si incluso no se indicaran las fuentes, ellas existirían de todas maneras. Es decir que siempre en una obra hay creación, que incluso en la simple lectura hay creación. Que una película puede permanecer fiel a un libro sin que carezca de poder creador. Sin embargo, en el Extranjero, más que en cualquier otra película, Visconti intentó mantenerse fiel al texto que la inspira; ya que sentía una admiración y un gran amor por la obra Camus. 


Solamente sobresalen los cortes necesarios cuando se intenta pasar de la escritura a la imagen y de un estilo indirecto a un estilo directo. Permanece la frase lapidaria en la que Visconti expresa todo el sentimiento que le inspiró la lectura del libro: “Yo no podía más que quedar violentamente conmovido por la historia de un hombre víctima de un juicio imbécil hecho por el mundo”. Pero también expresará que su elección no se debió a un argumento sentimental, sino al fuerte modernismo que encarna El extranjero; ya que la juventud comparte la misma actitud de rebeldía, su placer de existir, y el desprecio profundo por las condiciones que les son impuestas por el sistema.
La caída de los dioses – 1969 

Director: Luchino Visconti.  Guión: Luchino Visconti, Nicola Badalucco, Enrico Medioli. Música: Maurice Jarre. Fotografía: Pasqualino De Santis, Armando Nannuzzi. Reparto: Dirk Bogarde, Ingrid Thulin, Helmut Berger, Helmut Griem, Charlotte Rampling, Umberto Orsini, Florida Bolkan, Rene Koldehoff, Nora Ricci.

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El edificio del parlamento alemán, el Reichstag, ardía la noche del 27 al 28 de Febrero de 1933. Cuatro semanas habían transcurrido después del nombramiento de Hitler como Canciller del Reich. 


Este acontecimiento fue aprovechado por los nazis para crear nuevas leyes que derogaban los derechos civiles elementales y decretaban la pena de muerte para los delitos de alta traición. En este contexto se mueve la trama de La caída de los dioses. 


El barón Joachim Essenbeck, industrial del acero, se encontraba celebrando su aniversario durante la noche del incendio. Abiertamente opositor al nazismo, nombra como vicepresidente de la compañía a su sobrino Konstantin, dignatario de la SA.


Posteriormente Joachim es asesinado y su yerno Herbert Thalmann es acusado del asesinato, viéndose obligado a huir. Debido a estos acontecimientos, Martín, hijo de Joachim es nombrado director de la empresa. Su madre, Sophie, es bastante posesiva y se aprovecha de la debilidad de Martín para hacer contratar a su amante en la empresa. El engaño termina siendo descubierto por Martín, quien luego de poseer a Sophie organiza una parodia del matrimonio y obliga a los esposos a suicidarse. 


Mientras el nazismo surge la familia Essenbeck decae. En ella se hace visible las consecuencias del régimen. Visconti quiso narrar la historia de una familia en la que ocurren crímenes que pasan impunes; evidenciando que eso sólo es posible durante un régimen como el nazismo, en el que todos los valores se alteran y lo más terrible del ser humano puede surgir.

Biopolíticas de la Animalidad

El animal colombiano

Me dediqué entonces a preguntarme por las peculiaridades de algunos animales colombianos, dada aquella maña de buscar símbolos patrióticos capaces de convocar ese sentimiento de unidad y armonía nacional que tanto añoramos (las pulseritas no dieron para tanto). Por supuesto deseché el cóndor, ya adecuadamente apropiado por los chilenos como el mejor cuentachistes de la cordillera, y con la mejor novia del mundo, a la cual siempre trato de emular como un modelo de mujer latina: Yayita. Algo parecido me ocurrió con el Hombre Caimán, seguramente un mito indígena sobreviviente en las narraciones populares, convertido en un estribillo tan conocido en el planeta como las esmeraldas, el café y la cocaína colombiana. Claro, también leí una buena parte de la mitología ancestral, donde el jaguar campea junto con la anaconda por las tierras de los trópicos bajos y águilas de diversas especies hablan del dominio chamánico del mundo, pero nada me convenció: son demasiado religiosos, demasiado solemnes y un poquito asustadores. Me imagino por eso que la marca de cerveza más conocida en Colombia usa un águila norteamericana, la misma del dólar y del banco más colombiano del país…

Revisando revisando volví cien veces a las mariposas amarillas, que se reúnen en los playones de los ríos a lamer minerales concentrados por el sol, y pensé en las ballenas de Bahía Málaga, tan famosas en la prensa de estos días. Pasé por el oso de anteojos perdido en las nieblas del páramo, por la iguana petrolera, los tigrillos y los flamencos de los narcos, y obviamente llegué al hipopótamo de Pablo Escobar, entronizado por los ambientalistas como mártir de la globalización. Casi, casi, el símbolo perfecto, pero su sangre africana lleva apenas un par de décadas en el país, lo que no le confiere cédula: a lo sumo permiso de residencia.

Increíble que en este país de la biodiversidad no encontremos un verdadero representante de la identidad colombiana, me dije. Y al mencionar la palabra identidad, recordé los infinitos tratados de la escuela de Frankfurt y de Daniel Samper (padre e hijo), regados entre libros y revistas de farándula, así que acudí a ellos presurosa a encontrar la clave que a Reichel Dolmatoff se le escapó. Y creo que dí en el clavo:

Propongo solemnemente que aclamemos a la chucha como nuestro animal nacional. Tal vez pensarán que es ofensivo, pero no hay tal. Me parece que el que te digan chucha es más un cariñoso reclamo por no utilizar todo el potencial de tus habilidades naturales… En cambio, la chucha, zarigüeya le dijeron en otras latitudes, es, definitivamente, un dechado de virtudes nacionales, pero principalmente, símbolo de la adaptabilidad: merodea ágil por todas partes, sin pudor alguno ni vergüenza, dedicada permanentemente al rebusque, a menudo cargada de crías mocosas en su bolsita ventral, presta para fingir y capaz de riesgo abrir una bocaza inmensa y amenazante ante la menor situación de, para en seguida desplomarse haciéndose la muerta. Voraz, inquieta, polifacética, diría uno que olfativamente procaz, si algo así existe en el mundo animal, siempre ajena a algo más que su propia ley. Hirsuta, avispada, de pies ligeros y cola calva, con sus cejas coloridas, nunca realmente amigable, pero aparentemente simpática… por si acaso. Todo lo necesario para la Colombia globalizada del siglo XXI.
En México son conocidos como tlacuaches, en el Perú como mucas, en Colombia como faras, en Costa Rica como zorros y en Venezuela se les denomina rabipelados
 Lo que si no entiendo bien es que querrán decir con eso de «hijo de tigre, sale pintao, hijo de chucha, rabipelao…»

Por Brigitte LG Baptiste

El arte en Medellín.

Políticas de la percepción y estéticas de la recepción
Iglesia y Calle. Foto de Raúl Soto Rodríguez
Teniendo en cuenta la pregunta por la impregnación de diversas manifestaciones artísticas dentro de los espacios públicos que exhibe la ciudad, se propone una relación coyuntural entre varios conceptos: el espacio público, estéticas urbanas, políticas de la recepción visual, la ciudad y el fenómeno hermenéutico – filosófico de la obra, entendida ésta como obra abierta.

Las ciudades exhiben múltiples dispositivos visuales que develan las diversas explosiones estéticas que surgen como producto de los fenómenos artísticos y culturales urbanos. Las muestras de arte expuestas en las diferentes calles, avenidas, parques, plazas, muros, museos y edificios, entre otros espacios, permiten hablar de la importancia de la visualidad dentro de los contextos urbanos, es decir, la construcción de imágenes en espacios públicos como elementos configuradores de las construcciones subjetivas del ciudadano.

La reflexión sobre las políticas de la visualidad instauradas a partir de los mecanismos de producción artística, al mismo tiempo que el tema de la percepción para el desarrollo de las subjetividades del ciudadano dentro de unos contextos urbanos en los cuales la sobreproducción visual, que no corresponde necesariamente con el ámbito artístico, muestra cómo en ocasiones las fronteras entre arte, publicidad y otros dispositivos visuales no son totalmente claras y distantes entre sí mismas.

En primer lugar, los emplazamientos generados en varios sectores de la ciudad en los cuales se instauran producciones visuales artísticas como lo son las esculturas del maestro Fernando Botero en la llamada Plaza Botero, evidencian los planes estratégicos de los planificadores urbanos por racionalizar los espacios, y con ello, desencadenar una serie de factores culturales en los que el habitante asume unos roles con respecto al uso del espacio.

Plazuela Nutibara. 1950. Fotos Antiguas de Medellin (FAM)
Panorámica del Centro Historico.  Medellín.  Plaza Botero y lo que queda de la Plaza Nutibara.
 En esta medida, podría existir una articulación en tanto que es posible tener en cuenta dentro de este estudio los factores por los cuales ciertas producciones visuales artísticas instauradas en unos espacios de la ciudad generan en el ciudadano evocaciones que le permiten rechazarla, aceptarla o ignorarla, desencadenando la configuración de imaginarios urbanos.

De ahí que la Plaza Botero, permita desarrollar este tipo de reflexiones en tanto que son las configuraciones de los espacios físicos que ofrece la ciudad lo que busca desencadenar en los ciudadanos unos hábitos, unas costumbres y unos reconocimientos. Por ello, las imágenes terminan en muchas ocasiones siendo interpretadas, significadas, valoradas, por los espacios que las contienen, y en esta medida, son los planificadores urbanos los que administran unas políticas de visualidad dentro de los espacios públicos.

Plaza de las Escultura de  Fernando Botero.Medellín.
De acuerdo con lo anterior, uno de los temas más importantes para ahondar sobre las estéticas urbanas tiene que ver con las políticas públicas de percepción visual. Sin duda alguna, los espacios de la ciudad son definidos desde las imágenes que lo componen, pero también es importante destacar la manera como el ciudadano irrumpe en estos espacios dotándolos de otros usos, apropiaciones e intervenciones opuestas a las directrices orientadas por los planificadores urbanos.

Plaza Botero. Foto Camila Florez.

Plaza Botero. Foto Camila Florez
A su vez, otro de los planteamientos desarrollados tiene que ver con la idea por la cual cada espacio con su repertorio iconográfico no son receptáculos carentes de sentido y significado. En esta medida, sería importante realizar dos reflexiones: en primer lugar, quizás sea conveniente modificar el término del espacio - lugar por el de sitio - tiempo para referirse a la ciudad, en tanto que el sitio correspondería más a la idea del situarse del ciudadano, y no del lugar, en vista de que se está haciendo referencia a las políticas de la visualidad y las estéticas de la recepción por parte de los transeúntes.

Vale decir que una ciudad como Medellín se mueve dentro de unas heterocronías que evidencian una contemporaneidad fragmentada, como lo expondría Juan Carlos Pérgolis en su texto Bogotá fragmentada, y que para el caso de Medellín, se observan múltiples tiempos entrelazados, como si la contemporaneidad de Medellín se identificara a partir del tránsito entre lo antiguo, lo moderno y lo posmoderno, todo en múltiples tiempos discontinuos.

Iglesia Veracruz y Plaza pública. 1950 /1960. Gabriel Carvajal. (FAM)

Iglesia Veracruz restaurada. Foto Camila Florez
En segundo lugar, la propuesta conduce hacia otra reflexión importante: los múltiples dispositivos visuale que conforman los espacios de la urbe, y que al mismo tiempo, dichos espacios, desde sus “(…) fragmentos y unidades, distancias y semejanzas, cuerpos y cosas, visibilidades e invisibilidades, nunca son receptáculos vacíos de significaciones”...

Los espacios públicos se definen desde su propia condición simbólica atribuida a su carga emocional y evocadora que propone el ciudadano con el espacio. En esta medida, los imaginarios urbanos desencadenan unos croquis afectivos, permitiéndose hablar de un urbanismo ciudadano que no es ni menos ni más importante que el urbanismo ciudad, aquél configurado desde los planificadores urbanos que modelan al ciudad a partir de unas políticas de la visualidad.

Medellín. Foto Gabriel Carvajal. BPP. Patrimonio en Imágenes.

De ahí que mencione algunos conceptos desarrollados por los teóricos de la sociología urbana como Ervin Goffmann o Juan Carlos Pérgolis con respecto a la pérdida del centro, que en muchas ciudades latinoamericanas terminan adquiriendo la connotación de los llamados centros históricos; las heterocronías urbanas en las que se evidencian diversos tiempos, diversas propuestas artísticas y diversas arqueologías provenientes dentro de una contemporaneidad tan compleja de definir como lo es Medellín; los palimpsestos que habitan dentro de las calles de la ciudad, que Andreas Huyssen definirá como la nostalgia que sentimos los ciudadanos por las ruinas, en donde conviven representaciones visuales artísticas que hacen parte dentro de un modelo tradicional, otras dentro de lo moderno y otras inscritas dentro de lo que se define o concibe como posmoderno, tal cual como lo expone Cardona al concebir que “(…) Para nuestros días la ciudad de Medellín nos ha desvelado su poder de ubicuidad al convertirse por un lado, en un “lugar para el recuerdo” y, por otro, en un espacio mutable y contemporáneo, una ciudad global”.

Panorámica Medellín Antiguo. (FAM)
Sin duda alguna, es visible la necesidad por parte de los modelos de desarrollo urbano en la ciudad de promover proyectos que instauren lo bello como criterio estético dentro de los procesos y acciones urbanísticas. No cabe duda, como lo plantea Danto, de que el lugar de la belleza no está en buscar un concepto que la defina ni tampoco en la esencia del arte, puesto que no se trata tanto de construir una determinación de tipo conceptual sino también de una determinación de tipo política. Por ello es que cobra sentido la propuesta al concebir el arte público desde unas políticas de la visualidad, en tanto que son las actitudes de los sujetos en conjunto con los planificadores urbanos quienes determinan dichas pautas. 

Noche de Medellín. Raúl Soto.
Medellín se torna en una ciudad estetizada para el disfrute y el agrado de turistas, viajeros y transeúntes, con miras a la visibilidad de la ciudad dentro de los mercados; la configuración de espacios y eventos que congreguen a las masas como las últimas muestras o exhibiciones disfrazadas con el nombre de muestras artísticas; los nuevos emplazamientos urbanos como la construcción de plazas y parques temáticos; las nuevas lecturas políticas y de urbanismo trazadas en espacios marginados como el centro; la asignación de imágenes y obras de arte en muros, edificios patrimoniales y viaductos del Metro, entre otras consideraciones que se ponen en debate con el fin de demostrar mediante varios referentes la idea por la cual los “actos de ver no radica solamente en la producción de imágenes sino en el soporte de éstas, en su disposición dentro del espacio y en el uso que el transeúnte hace de ellas” .

Finalmente, se pone de manifiesto cómo dentro de las políticas de la visualidad de la ciudad surgen proyectos políticos y económicos en los que se busca visibilizar a Medellín dentro del catálogo de las ciudades que los turistas pueden visitar. De ahí radica la importancia por enaltecer la ciudad histórica, concepto desarrollado para hacer alusión a los proyectos políticos y económicos que buscan generar no sólo un comercio cultural sino también la configuración de fuertes imaginarios urbanos que definan la identidad cultural del urbanismo ciudadano. Vale citar por ejemplo a Fernando Botero y a Gabriel García Márquez como dos fuertes imaginarios dentro del arte y la literatura en la configuración de la identidad cultural de Medellín.

Medellín Nocturna. 1991. Foto Gabriel Carvajal. BPP. Patrimonio en Imágenes.

Sistema de Obligaciones Sociales

S.O.S
...animali-humanos, animalizarnos, devenir animal...


  

Esta propuesta plástica surgió como una ventana de escape a temáticas aburridas, desde el sentido de que en la realidad los discursos que se predican y enseñan no se aplican. Así que la grafía se convirtió en rutina, para desencadenar en una sistematización bidimensional de lo que somos como seres, de nuestras luchas y de todo lo que nos deben cuando presumimos lo democrático como un nosotros. No hay mucho que decir, solo con mirar.... al sentir que algo te detiene, observar, y de ahí para allá, solo es navegar hacía un reflejo.


Mientras un nosotros sigue dando la cara, refleja como la mayoría de las personas participan forzosamente en el mundo como deuda y servicio, el cual solo es funcional, es decir incluyente con una mínima parte de la población y el resto es exprimido, o mejor excluido; desconectado de las garantías sociales, seguimos conectados en una sociedad que en la pobreza y el militarismo nos controla.


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