“Necesitamos decirle al Estado y a los empresarios que no vean en el graffiti una estrategia para sacar jóvenes del conflicto, sino una expresión que fortalece la creatividad, la imaginación”.
Graffiti de la Crew Talla de Reyes, San Cristóbal, en la toma de graffiti 24 horas de Medellín. Foto: Lina Ríos. |
Por: Alejandro Orozco Acosta *
Es viernes en la tarde y los escritores de graffiti empiezan a
agitar las latas de aerosol para ahuyentar un posible aguacero. La expectativa
inundó de bocetos las aceras de la avenida San Juan y en simultáneo más de
setenta artistas le dieron inicio a una extensa jornada que busca generar
conciencia sobre el arte urbano en el espacio público.
“Por nuestro derecho a la ciudad, por la libertad y el derecho a
la vida, por el respeto al arte urbano y en contra de la privatización del arte
en las calles” es la insignia de esta maratón artística que conmueve a los
jóvenes desde las redes sociales.
La ciudad es un lienzo en la que los jóvenes expresan por medio
del arte sus pensamientos más profundos y comunican constantemente sus anhelos
y deseos al público en general. El graffiti es sinónimo de ciudad moderna, una
que cuenta historias a través de la pintura en sus calles y en esta ocasión son
los jóvenes de Medellín quienes deciden centrar la atención a través de la toma
pacifica de graffiti durante veinticuatro horas en la avenida San Juan. El
deprimido de la avenida San Juan es un punto estratégico cercano al Centro
Administrativo La Alpujarra, un espacio lejano a los intereses artísticos de
los jóvenes, un lugar distante culturalmente porque de antaño se ha considerado
que este espacio de poder y dirección es ajeno a quienes desde los barrios y
comunas tienen los mismos derechos sobre el espacio público. Este espacio es
gris y se le ha considerado imposible intervenir por su cercanía con la
alcaldía, la gobernación y el palacio de justicia, la intervención artística
les permitirá a los jóvenes cautivar a través del arte a las personas de este
lugar y dejará en evidencia una galería urbana al aire libre al alcance de
todos.
Los buses transitan llenos y las miradas perdidas encuentran un
cause en una extraña aglomeración que contamina de color el perpetuo gris del
cemento de una de las arterias del corazón emprendedor paisa. Esta expresión
juvenil cada día busca acabar con el estigma de vandalismo en él que se ha
visto envuelta durante mucho tiempo. Esta manifestación artística no representa
un riesgo en el desarrollo de las cotidianas labores de limpieza de los puentes
que nos podrían proteger de la lluvia, al parecer esa convicción colectiva de
poner a pensar al público paisa pintó un firmamento despejado sobre el fondo
nublado y gris que acostumbramos a ver en noviembre.
No es un asunto completamente de aerosoles, también es una
posibilidad para pinceles y brochas que esparcen pintura de forma
indiscriminada, desde ambos lados de la avenida se filtran interesantes voces
que expresan el acontecimiento de poder pintar sin afanes y azares.
Los medios de comunicación locales se acercaron con una
curiosidad insaciable en sus lentes, las preguntas por más que sencillas
demostraron un interés imparcial frente a un acontecimiento histórico que se
está desarrollando en simultaneo en el país.
Más tarde el transcurso de los vehículos disminuyó para
concentrar la atención en los detalles finales de algunas piezas; pulir los
cortes, emparejar los rellenos y decidir en qué muro seguir pintando. Una
camioneta de la Unidad de Derechos Humanos hizo un breve acompañamiento para
garantizar el cumplimiento de los mismos pero más tarde la policía acusó a uno
de los artistas de contaminar visualmente el espacio, aquello no trascendió
debido a la inmediata asistencia de un abogado y nuevamente el sonido de las
latas de aerosol le devolvieron el color a los muros.
Las rutas de buses abandonan las calles y de la nada, un
habitante de la calle, nos expresa la felicidad al ver su casa recién pintada.
Algunos afirmaron que no existe algo que una a los escritores de
graffiti de Medellín mientras otros nos negamos a pensar eso. Para que la
ciudad invierta, necesitamos decirle al Estado y a los empresarios que no vean
en el graffiti una estrategia para sacar jóvenes del conflicto, sino una
expresión que fortalece la creatividad, la imaginación, todas estas
características necesarias para los jóvenes de una ciudad que pretende ofertar
servicios en la industria de la ciencia, la tecnología y la innovación.
Con los primeros rayos del sol el deprimido de San Juan es un
nombre sin sentido al apreciar un espacio lleno de color que le da vida a esta
zona céntrica e importante de la ciudad, sus paredes siguen alimentándose de
las buenas intenciones de los jóvenes que le pintan una expresión más agradable
a la ciudad, la jornada continuará fuera de la maratón y los invitamos a que
nos veámonos las caras, conversemos, construyamos consensos y propuestas que
hagan de esta expresión lo que todos queremos que pase con ella. A la ciudad en
general le deseamos que comprendan los intereses e intenciones reales de los
escritores de graffiti, más allá de los discursos alrededor del conflicto.
(*) Escritor, Medellín.
Para ver una galería de fotografías de las tomas de graffiti en Medellín y Bogotá, hacer clic aquí
Para ver una galería de fotografías de las toma de graffiti en Medellín, por Camaleón Producciones, hacer clic aquí
La polémica desatada después de que
la Policía le permitiera a Justin Bieber intervenir la calle 26 en Bogotá,
motivó al papá del grafitero asesinado Diego Felipe Becerra a analizar el caso.
La semana pasada un grupo de grafiteros ocultaron con sus trazos las intervenciones hechas por Justin Bieber en Bogotá. / Andrés Torres |
Por: Gustavo Trejos *
Las ansias de recorrer las calles
para sentir la adrenalina al rayar una pared o un puente, constituyen actos
reprochados por una sociedad prejuiciosa que ha satanizado el arte de matizar
con colores y tinta la libertad de expresión. Un derecho fundamental comunicado
por medio de la caligrafía o las imágenes en muros fríos e inexpresivos, que
cobrarán vida con trazos convertidos en arte o simplemente un TAG, “firma”, en
la mejor pared, que pueda ser vista por los transeúntes desprevenidos. Los
mismos que se convertirán en críticos espontáneos al momento de ver su grafo en
busca de aceptación y reconocimiento, pero sobre todo de la manifestación de un
sentimiento.
Estos grafos identifican a un autor
que quiere dejar huella, expresarse, decirle a la sociedad que “estoy aquí”,
rechazando las desigualdades sociales y los motivos de indignación
generalizada: pobreza, malos gobiernos, niños mendigando, personas muriendo en
los hospitales; es el grafiti con un grito mudo, pero omnipotente a través de
un trazo que sensibilice la sociedad.
La toma de puentes, túneles y
cualquier pared pública que se está presentando en las principales ciudades
colombianas es un rechazo general al Gobierno y a una autoridad policial por su
doble moral, la autoridad que ayer asumía una actitud hostil frente a los
artistas urbanos criollos, convirtiéndolos en blanco militar permanentemente,
tildados de vándalos; aquellos mismos policías que se ensañaban con los jóvenes
colombianos, es la misma autoridad que hoy ven en los trazos escolares,
infantiles y pueriles de un cantante juvenil extranjero verdaderas obras de
arte, y para ello le habilitaron un sitio no permitido para que el ídolo
desahogara sus sentimientos de rebeldía ante una juventud ávida de a quién
admirar, en quién creer.
Aquel acto excéntrico, más que una
idea profunda, fue descrito como arte por el comandante encargado de la Policía
Metropolitana de Bogotá. A su turno, el director de la Policía Nacional expresó
en una cadena radial: “Tenemos que evolucionar, el grafiti es una expresión de
un sentimiento, de una motivación. Una expresión artística. Algo nos quieren
decir quienes pintan los grafitis y los tenemos que escuchar”, palabras sabias
que develan la realidad del grafiti como arte en la sociedad; declaraciones que
obedecen a una salida diplomática para escampar ante la avalancha de críticas
en las redes sociales, justificadas ante el recuerdo por la muerte del joven
Diego Felipe Becerra, quien salió a las calles con sus amigos plasmando sus
gatos Félix en las paredes a su recorrido, acción que nunca pensó sería la
última de su vida tras el accionar del arma de un uniformado sobre su
humanidad.
Por eso los jóvenes reclaman a la
autoridad equidad, respeto por su derecho a expresarse libremente; una ley que
les ayude a generar espacios para plasmar su arte sin correr el riesgo de ser
sancionados, llevados a un CAI o hasta perder su vida; que socialice con los
jóvenes estrategias para no pintar las paredes, las puertas de las casas o los
monumentos, hechos por los cuales la sociedad los rechaza.
* Papá del joven grafitero Diego Felipe Becerra, asesinado por un
policía en Bogotá el 19 de agosto de 2011.
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