Medellín sede del Foro Urbano Mundial. Foto Henry Agudelo. Septiembre 2012. |
Darío Ruiz Gómez
El propósito de Albert Speer el
arquitecto de Hitler fue muy preciso: arrasar las arquitecturas que conforman a
través del tiempo el palimpsesto urbano para construir la nueva arquitectura,
los nuevos escenarios de la sociedad aria. El maligno talento de Speer
determinó los espacios propicios para los desfiles de las multitudes sometidas
bajo la presencia de los símbolos nazis. Arrasar fue, también, curiosamente,
aquello que alentó los bombardeos sobre trece ciudades alemanas por parte de la
aviación Aliada, tal como lo recuerda en un texto magistral, “Sobre la historia
natural de la destrucción”, G. W Sebald uno de los grandes escritores
contemporáneos. El caso de Dresde arrasada por los bombardeos británicos supuso
la muerte de 40. 000 habitantes. Fue en este punto, iniciada la Paz, donde, en el
comienzo de una nueva vida no han dejado de plantearse dilemas morales como el
del olvido y el perdón, el del silenciamiento de la tragedia para eludir
responsables directos. Y, como corolario de esto, el problema de las víctimas.
Recordemos la insania con que las
FARC durante las conversaciones de Paz del Caguán, se dedicó a destruir
poblaciones enteras en un alarde diabólico de capacidad destructora,
fusilamientos de población civil, cilindros de gas repletos de metralla,
irrespeto al espacio sagrado de las iglesias. Nadie llegó a imaginar que la
economía sometida a las leyes propias de los nuevos capitales se iría a
convertir en las últimas décadas en una fuerza arrasadora tan insana como la
que esos ejemplos ilustran. En este caso el consumismo ha supuesto el
arrasamiento urbano, no para construir una nueva ciudad, para propiciar nuevas
espacialidades sino para sustituir los espacios cívicos con simulacros
escenificados, para destruir el barrio y convertirlo en lugares de aislamiento
e insolidaridad, para destruir la belleza de las arquitecturas de las antiguas
aristocracias y sustituirlas por el mal gusto de los nuevos ricos.
La demostración del poder de este
tipo de capital que aquí se llamó “subterráneo”, se puso de presente con la
presencia de los grandes capitales del narcotráfico en el comienzo de la
especulación inmobiliaria hacia los años 80 y el arrasamiento de la malla
urbana, de las arquitecturas vigentes para colocar a cambio una arquitectura
anodina, curiosamente firmada por prestigiosas empresas de la construcción, por
Alberts Speer de ínfima categoría estética. Este proceso de arrasamiento se
detuvo, momentáneamente, con el asesinato de Lara Bonilla. Ya para estas fechas
la Oficina de Planeación había desaparecido en sus funciones regularizadoras de
estos cambios inesperados y dañinos y el suelo urbano comenzó a ser manipulado
a su antojo por la nueva especulación.
Pero si observamos hoy la
geografía colombiana, el arrasamiento del paisaje histórico, del perfil de las
arquitecturas tradicionales, se produce, con la impostación de las manidas
torres de vivienda, de lujosas unidades residenciales de fin de semana de
estilos nórdicos, mexicanos. Creo que quedarse en el simple análisis de lo que
significa, el concepto deformado de densificación, es quedarse en la superficie
del problema olvidando que el verdadero fondo de estos desmanes lo constituye
la presencia de capitales cuyos propietarios son tan efímeros como lo indica su
origen inestable, la precariedad social de cada hornada de nuevos ricos que
produce.
Rescatar de los politiqueros el concepto necesario y urgente de
Planeación, con profesionales idóneos, conocedores de los nuevos usos, de las
nuevas problemáticas urbanas, del significado real de las territorialidades a
reconocer, la creación de un pensamiento crítico de estos desmanes y defensor
de un crecimiento bajo parámetros para los cual es más importante la
rehabilitación de sectores deprimidos, la resemantización de los barrios
tradicionales, que, estas construcciones inhumanas que destruyen la ciudad
verdadera, se constituye en la única respuesta posible para que sea propicia
una nueva cultura ciudadana dentro de la pluralidad y el respeto a los demás.