Ciudades construidas, ciudadanías decretadas: los discursos de la planeación urbana y la producción del ciudadano
Por: María Mercedes Gómez Gómez
Recorte de prensa, 1972. “Tremendo impacto de la Tercera Bienal de Arte Coltejer” |
Tanto para Lefebvre como
para Félix Duque, el ejercicio del poder sobre los espacios implica una violencia
y una imposición del discurso que se legitima en torno al conocimiento. Saber y
política aseguran que se sostenga una “práctica espacial brutal y autoritaria”
(Duque, 2001: 47). Precisamente, cuando Félix Duque en Arte Público y
Espacio Político, menciona que el hombre pro-duce
mundo, lo hace refiriéndose, específicamente, a la manera cómo lo ordena, lo
estructura y lo jerarquiza. Sin duda, la construcción de las espacialidades
apunta a un primer acercamiento con la técnica, al dominio del saber hacer que
se traduce en artificios en tanto escapan de la jurisdicción de la naturaleza y
que le permiten al hombre, finalmente, “abrirse espacios” (2001:17); entendiendo que la técnica misma está atrapada en
un ejercicio de poder delimitado como “un conjunto de mecanismos y
procedimientos cuyo papel o función y tema, aún cuando no lo logren, consisten
precisamente en asegurar el poder” (Foucault, 2004: 16). A la comprensión del
espacio euclidiano como experiencia objetiva, se le superponen imaginarios, discursos
y dispositivos que visibilizan múltiples experiencias en relación con su
producción, articulando el poder a prácticas espaciales específicas.
En este horizonte comprensivo, las ciudades modernas
no paran de crecer; a ellas, cada tanto llegan fuertes oleadas migratorias que
obligan a extender permanentemente las fronteras, pese al intento del hombre
por controlar y racionalizar el uso del espacio, para eliminar el caos que
puede y debe evitarse, amparados en la razón que, desde el siglo XVIII, con el
movimiento de la Ilustración, indicaba que esa capacidad humana permitiría
disciplinar la sociedad y encaminarla a la eterna persecución del progreso;
diseñar, planear, visionar son verbos que indicaban cómo debían proyectar las
ciudades para conservar los valores de la modernidad; entre ellos, hacer de
éstas el lugar de la civilización a
través de la exaltación de la cultura y la urbanidad como discurso fundamental
para regular el comportamiento del ciudadano, mediado por una serie de
instituciones que mantendrían un orden preestablecido en torno a sus
construcciones del deber ser en la
ciudad.
Portada de la Revista Progreso |
Se pretende
identificar, entonces, en esta ponencia y a la luz de una perspectiva
socioespacial, a partir de la planeación de la ciudad en el siglo XX, tres momentos
fundamentales: el primero, dónde la ciudad y la ciudadanía están atravesadas por el discurso de la construcción de la Nación y la
planeación de la ciudad es jalonada por la necesidad de llevar a Medellín de la
mano del progreso, para dar el paso de una villa provinciana a una ciudad
moderna a través de la lógica predominante de una institución -privada- como la
Sociedad de Mejoras Públicas; el segundo momento, nos señala un camino hacia la
institucionalización de la planificación urbana como política estatal a partir
de la contratación del desarrollo del Plan Piloto y de la creación de la
Oficina del Plano Regulador, más tarde, Departamento de Planeación y cómo se
despliega sobre la ciudad una intención de regulación urbana que ya es del
orden de lo público y obedece a la comprensión de una ciudad funcionalista; y
finalmente, un tercer momento, definido por la institucionalización del discurso
de la cultura ciudadana como eje
articulador de la vivencia en la ciudad y el espacio público como escenario ideal para la interacción de los
habitantes, donde a través de la introyección de ciertos valores en el
individuo, se busca generar una capacidad de regulación de su comportamiento
para estructurar una sana convivencia.
Para conocer la tesis completa de la maestría en Estudios Socio-Espaciales de la autora, dar clic aquí