Reconocer la importancia de los archivos
fotográficos como acervo documental y bien patrimonial, ha sido el punto de
partida del estímulo a la creación que se convirtió en esta publicación. Después de un ejercicio de selección minucioso,
acompañado de un tratamiento simple, buscamos capturar un pasado histórico
cercano. Asimismo, acudimos a esos archivos familiares, personales y de
colectivos que han conservado -o recuperado- estas imágenes como elemento de
memoria de los procesos de la vida local y la historia barrial; y, finalmente,
hemos presentado las fotografías que nos hemos topado en la investigación y
realización del documental Vivencias del
barrio. Memorias y familias de Alfonso López, Boyacá y Castilla. 1950 – 1980.
En este ejercicio visual, reconstruimos la historia de la comuna 5 de
Medellín. La que en un momento fue propiedad de la familia Cock y lugar de
paseo de familias adineradas de Medellín a El Castillo, pasó, luego, a ser
espacio de habitación y convivencia de una comunidad migrante del campo, que
conformó la masa obrera de la ciudad. Por lo tanto, Castilla la grande es un
área generadora de historias, recuerdos y memorias para quienes fueron pioneros
de su territorialización y se establecieron como moradores, extendiendo su
progenie por más de cinco generaciones de hijos y nietos que, en su mayoría,
aún habitan estos barrios.
La fotografía, precisa y, a la vez, poética, simbólica y documental, da cuenta de la parte y del todo, sin tener que explicar necesariamente con palabras cada argumento, porque en cada mirada, en cada imagen congelada, hay un mundo en el cual se despliegan nuestras visualidades. El interés está siempre en dejarnos acariciar y sobrecoger por ellas, dejarnos afectar, compartir recuerdos de vida, hacer de la memoria un fundamento de nuestra humanidad; una experiencia estética de memoria presente y viva para intervenir nuestro futuro.
Así, llegamos hasta las personas y a ese microcosmos de intimidades que son
sus hogares, para compartir espacios intergeneracionales, en los cuales pasamos
de los álbumes a las conversaciones, a esos relatos que reivindican la oralidad
como modo de transmisión de historias, en los cuales los abuelos, esos adultos
sabios de nuestras comunidades, fueron dibujando con sus palabras un pasado de
luchas para la conquista definitiva de su territorio, de nuestro territorio, a
partir de esas imágenes congeladas que emocionan y transportan a otros tiempos,
a otras vidas.
La memoria es resistencia y el barrio es resistencia e
inspiración porque, pese a los destinos de las urbes contemporáneas que los
condenan a desaparecer, a través de la historia, las imágenes, los afectos, las luchas, las
remembranzas, vivimos, de nuevo ese espacio que se sigue construyendo en
conjunto.
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