Plano Regulador. Archivo Histórico de Medellín. |
Giandomenico Amendola, La ciudad postmoderna, p.234.
PRESENTACIÓN:
Desde el final de la segunda guerra mundial el declive en las orientaciones de las
políticas progresistas descalificó la flecha del historicismo moderno, objetivo
y lineal, según el cual considerábamos el impulso inagotable del tiempo como fundamento
de la acción civilizadora de Occidente. Con Hiroshima y Nagasaki aprendimos
cruelmente que el progreso técnico no está necesariamente asociado a bienestar
humano sino también a muerte, intimidación y desolación[1]. La promesa moderna, reforzada en la época clásica y en la ilustración, de un mejoramiento incesante de las condiciones humanas de vida a través de las conquistas de una razón dominadora, no tiene actualmente vigencia. La razón de las luces y las luces de la razón (Jean Starobinski, Los emblemas de la razón, 1988: 95), el progreso industrial, la extensión colonizadora de los imaginarios europeos son hoy en día severamente criticados.
La reivindicación de grupos humanos con coeficientes de existencia propios, es decir, no sumisos a los valores morales, culturales y políticos occidentales es cada día más fuerte. Sin embargo, a pesar de tantas críticas, independencias y procesos de resistencia, la complejidad del proceso de modernización Occidental en relación a la configuración de la vida social en espacios urbanos dominantes, continúa siendo expansiva. Es decir, si bien la flecha del tiempo progresista no orienta nuestros modos de ser contemporáneos el espacio citadino en el cual esa flecha nació tiene una vigencia inusitada. Las lógicas del tiempo están sumergidas y son sucedáneas de los estratos espaciales. Las superficies urbanas del planeta indican los usos y las funciones de las zonas no urbanizadas. Todos somos tributarios de lo urbano. La Urbs, territorio de sujetos móviles y políticas cambiantes y no la polis idealizada de lo estable, determina la producción de subjetividades contemporáneas[2]. Ciudad maldita y contaminadora; ciudad de consumos y placeres; ciudad educadora[3]; ciudad de trancones y tiempo perdido; ciudad de miserias y de robos; ciudad de transportes y de parques; ciudad verde y ecológica; la telépolis y sus mediaciones.
La Medellín que posa |
Las máscaras múltiples de la ciudad la fabrican como territorio activo de la desterritorialización y la reterritorilización subjetiva contemporánea. Representar la ciudad sin las presencias móviles de los sujetos que la territorializan desterritorializándose constantemente es una farsa (Territorio, desterritorialización y reterritorialización: un abordaje teórico desde la perspectiva de Deleuze y Guattari, María Teresa Herner, Instituto de Geografía-Facultad de Ciencias Humanas UNLPam, 2009: pp.168-169).
La ciudad obediente, sumisa y ordenada es cada segundo modificada por la verdadera ciudad móvil, accidentada, ruidosa, engañosa y contaminada. Las urbes son heterogéneas e impredecibles, son espacios habitados por diferentes territorios ciudadanos que viven de forma segmentada los distintos rincones de la ciudad.
Ahora bien, las calles, las carreteras, los cables, el metro, los aeropuertos coordinan la extensión de las trasmisiones y la expansión desmesurada del espacio urbano hasta la saturación planetaria. Las ciudades adquieren una inercia propia de expansión. Devoran los territorios vecinos y los transforman acomodándolos a sus múltiples lógicas y formas. Las políticas no planean los procesos de expansión pero sí los de intensificación del territorio. Dicho de otra manera, la extensión ya no es expansiva sino intensiva. La modificación de las dimensiones de la urbe se realiza en sus tradicionales enclaves y no en la lejana periferia. La participación de imágenes, pantallas, dispositivos publicitarios también actúa en beneficio de estos ordenamientos intensivos contemporáneos.
Vamos a estudiar aquí las condiciones históricas que han hecho posible la construcción de esos procesos urbanos desde el discurso del progreso en los planes de gobierno, en los planes de desarrollo privados y del planes de ordenamiento territorial propuestos desde la prensa y las revistas. Dichas condiciones de posibilidad las ubicamos en la orientaciones biopolíticas de los gobiernos modernos los cuales han utilizado el discurso del progreso en el contexto del liberalismo económico para configurar un territorio de prácticas de urbanización que han convertido la ciudad de Medellín en un fructuoso negocio capitalista que ha provocado la organización social contemporánea con sus diferentes formas de segregación espacial.
Galería Fotos de Medellín |
Para conocer la bibliografía de la investigación, hacer clic aquí
[1] Michel Serres, ha dedicado parte de su obra filosófica a demostrar y mostrar el paso que hemos dado en el mundo contemporáneo al considerar como motor de la civilización a Hermes (la comunicación y el intercambio) y no a Prometeo (el fuego, la conquista y la dominación).
[2]
Manuel Delgado Ruiz, Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles, Anagrama, Barcelona, 2007, 275p. La distinción entre Urbs y Polis es
fundamental en toda la argumentación de Delgado, en este libro.
[3]
Jurado
Jurado, Juan Carlos. “Problemas y tendencias contemporáneas de la vida familiar
y urbana en Medellín”, en: Universidad de Medellín. No 74, 2002, 7–28. Este es
un estudio muy bien realizado sobre los problemas más graves de la Medellín
contempránea.
[4]
Verónica Perfetti, “Tres proyectos para un deseo: la ilusión de una
ciudad”, en: Historia de Medellín,
dos tomos, (editor): Jorge Orlando Melo, Medellín, Compañía Suramericana de
Seguros, 1996, T. I, pp. 85-104. En este artículo, la autora identifica tres
momentos claves en la historia de Medellín. Nosotros coincidimos con los tres
que ella plantea pero abrimos una discontinuidad a partir de la constitución
del 91, la cual le da un estatuto nuevo a la planeación como instrumento de
gobierno ya que toda acción gubernamental debe partir de un plan que es
sometido a vigilancia de los entes de control nuevos creados por esta nueva
constitución.