Crónicas Urbanas

Bajo un esplendoroso cielo de verano

El sol había huido. La noche solemne ocupaba ya su lugar. Los niños se separaron, yéndose cada cual, sin saberlo, según las circunstancias y el azar, a madurar su destino, a escandalizar a sus prójimos y a gravitar hacia la gloria o el deshonor. (Charles Baudelaire, Las vocaciones)

Señor Rendón. Archivo privado.
En la casa del fundador de la funeraria Rendón, - José De Las Santos Rendón y su esposa María Gabriela Rave-, las comidas siempre se sirvieron en su tiempo, las palabras adecuadas se dijeron en el momento preciso, en la superficie de los objetos jamás se acumuló el polvo, ningún pensamiento llegó a la mente sin meditación, y ni la más mínima de imperfección en los modales ofendió el gusto de las visitas.

Eran entonces días luminosos que irradiaban frescuras en las paredes, en los muebles y en los objetos. Las costuras siempre debidamente dobladas sobre la Singer. Bifloras, besos y novios reventando a colores en el patio; ese mismo patio en el que años más tarde, vendrían a correr los nietos, reafirmando, con sus juegos infantiles, la continuidad de la estirpe Rendón.

Uno de esos inquietos nietos era Guillermo Ángel Rendón, hoy escritor y profesor universitario- más conocido como Memo Ángel-, quien recuerda la forma en que su abuelo, José De Los Santos Rendón, concibió la casa: la fachada de la casa que construyó mi abuelo, hace parte de unos diseños que trajo el maestro Pedro Nél Gómez de Le Corbusier, y aquí los deformaron resultando un rarísimo eclecticismo”.

Fachada Casa Rendón - Barrio Prado. Fotografía Juan Fernando Hernández.
El profesor Guillermo Ángel recapitula su pasado infantil, al interior de la casa de sus abuelos, en el barrio Prado, donde sus tías al igual que su madre, cruzaron una a una, el día de la boda, el umbral de la puerta de la calle, rumbo al altar. Igualmente dibuja en sus palabras, momentos de una infancia candorosa al lado de sus amigos, “la barra de Belalcázar”. Horas de la niñez en el barrio, entre los sótanos de las casas donde, al lado de sus amigos, invocaban espíritus y lucubraban cuentos de terror. La mirada apacible de la vecina polaca quien le regaló su primera máquina de escribir.  

Aura Rendón. Foto Rodríguez. Archivo privado
Su memoria olfativa percibe incluso el olor del campo, que se respiraba en las casas los domingos, cuando su familia y los vecinos regresaban de sus fincas; son las frutas recién cortadas, la tierra de capote para las matas, los lácteos y comidas campesinas. Rememora rostros con la huella del sol en las mejillas doradas, como rastros felices de un fin de semana.

Mister Antioquia, Arturo Rendón.
                                                                                                                                                                                                Marta Ángel, su hermana, comenta: en mi familia hubo muchos artistas, especialmente pintores y escritores; acto seguido enseña la foto de una hermosa dama; se trata de su tía materna, la pintora Aura Rendón, quien también ejerció como profesora: mi tía Aura y mi madre eran hermanas inseparables, Cuando murió mi mamá, mi tía Aura dijo que se iba detrás de ella, y efectivamente a los pocos meses muere mi tía. 

Hacen parte también de estos tesoros fotográficos la imagen de sus abuelos en el patio de la casa, el matrimonio de su tía Maruja Rendón con el joven Miguel Monroy. Mister Antioquia, Arturo Rendón, al lado de su hermana Eugenia, posando igualmente en el patio de la casa.

Maruja Rendón con el joven Miguel Monroy
Esa misma puerta, en la que se despidieron los hombres y las mujeres Rendón Rave el día de su matrimonio. Puerta que despidió también los despojos mortales de María Gabriela y José Rendón. Con el tiempo sus hijos venderían la casa.

Hoy, la casa que con tanto amor construyó para su familia José De Los Santos Rendón, es un inquilinato como otros en el barrio Prado, los chicos de la pueril barra de Belalcázar se fueron igualmente uno a uno en busca de su albor o sus tinieblas.

Ahora cada inquilino cocina en su habitación, en fogón de petróleo o gas; ingiere sus alimentos en el tiempo que desea; se volvieron mudas las palabras adecuadas, La ceniza del olvido se instaló en los rincones; los modales se tornaron gestos de indiferencia. Donde antes existía un baño de inmersión, hoy se encuentra unas escalas que conducen a un laberíntico segundo piso, en el que se construyeron nuevos cuartos de alquiler.

Interior Casa Rendón, hoy inquilinato. Fotografía: Juan Fernando Hernández.
Un ángel guardián, con una de sus alas rotas y sin una de las manos, cuida un pequeño niño que levanta sus brazos y al cual le falta un pie. Ángel y niño otrora adornaron el baño de inmersión. Ya sin pileta, reposan sobre uno de los muros del segundo patio de la casa. Sus siluetas renegridas y deterioradas, se perfilan bajo un esplendoroso cielo de verano.

 Ángel y niño. Fotografía: Juan Fernando Hernández.
(Para los niños – que fueron los hermanitos-, Ángel Rendón: Guillermo, Marta, Jaime y Francisco)
Juan Fernando Hernández
Juferh@yahoo.com