La Ciudad Graffiti

Arte urbano pictórico en Medellín: Libertad creativa

Universo graffiti. Producción conjunta. En la imagen obras de Blese, Jomag y Shamo. Galería Guayabal (Gaseosas Lux). Fotografía: Víctor Jiménez. 2025.
Medellín ha mantenido un arraigo marcado en el arte costumbrista, que privilegia la representación de imágenes ¨bellas¨ como fin último de la producción artística. Esa herencia visual ha nutrido el trabajo en los muros de la ciudad y ha favorecido su visibilidad. Sin embargo, resulta preocupante que esa lógica se presente como la única vía en los proyectos públicos; el arte urbano puede y debe ser también una herramienta de pensamiento crítico y de pluralidad estética.

Es importante destacar los grandes esfuerzos desde los distintos ámbitos por el fortalecimiento de la practica artística y las buenas intenciones con las que la mayoría ha trabajado en estos proyectos. Pero también es necesario replantear algunos puntos sugerentes a la libertad creativa, ya que ha sido una de las banderas que se promueven. En las recientes convocatorias y proyectos se observa una tendencia a priorizar objetivos, agendas y narrativas institucionales de ciudad que responden a políticas mas amplias que al mismo que hacer artístico.

Esta lógica produce algunos efectos preocupantes. Lo primero es que transforma el arte urbano pictórico al precarizar el trabajo creativo, limitar las narrativas emergentes y reducir el potencial transformador del arte urbano pictórico, enfocándolo únicamente en un producto para el consumo turístico, decorativo y propagandístico. Además, impone marcos curatoriales y administrativos que homogenizan estilos y prácticas. Así mismo, otorgan a funcionarios públicos con conocimientos en otras disciplinas y sin formación artística el poder de evaluar y validar las propuestas, incluso cuando estas se encuentran dentro de estos mismos marcos curatoriales pasando por encima de la autonomía del propio artista.

La precariedad habitual de las prácticas artísticas en nuestros contextos nos obliga a aceptar los proyectos pese a los desacuerdos que tenemos. De todas formas, creo que la crítica y el análisis profundo, con garantías y disposición, pueden fortalecer los procesos desde todas las partes involucradas. Por ello planteo algunas acciones concretas:
  • Mesas amplias en donde se expanda el conocimiento sobre el arte actual, sin sesgos previamente construidos ni jerarquías preestablecidas sobre lo que es válido en el arte.
  • Una curaduría y coordinación artística comprendidas como un acompañamiento y potenciación de procesos, y no como una “policía estética” que limite o condicione la multiplicidad de las propuestas artísticas.
  • Apertura a nuevos lenguajes contemporáneos, promovidos desde la formación académica e institucional, que incluyan voces de otras disciplinas y dinámicas artísticas.
En conclusión, proteger la libertad creativa no implica estar en contra de las tradiciones, sobre todo cuando estas hacen parte de las búsquedas genuinas de los artistas. Significa, más bien, abrir el campo de posibilidades, permitir que convivan múltiples sensibilidades y reconocer que la diversidad estética también construye identidad. La libertad creativa no destruye lo que existe, sino que lo amplía; No ignora la historia, la enriquece con nuevas formas de mirar y crear.

Jomag Ariza