La Ciudad Graffiti

Nos están robando el horizonte

Experimentación con IA a partir de imágenes de obras artísticas y las visuales alusivas a la construcción de edificios en la zona de Las Palmas de Medellín. Imagen cortesía: Josty. 2025.
¿Ustedes también han notado en las últimas semanas cómo en Medellín nos están robando el horizonte? Como escritor de graffiti me he venido preguntando seriamente por el ascenso aparentemente silencioso de ese edificio que se levanta cada día más en ladera oriental, sobrepasando el borde de la montaña en la zona de Palmas.

¿Cuál es el sentido de estar peleando entre nosotros por muros cada tanto, y quedarnos pasivos cuando nos roban hasta el paisaje? En mis años como escritor de graffiti una de las cosas que este mismo hacer me ha enseñado de mil maneras es que el Graffiti es una pregunta por la ciudad, por lo que siendo de todos a veces no es de nadie.

Y entonces ¿el paisaje qué? ¿no nos importa porque no es un muro para satisfacer nuestro ego y aspiraciones? El paisaje y el hábitat son derechos fundamentales para nosotros como escritores, artistas, ciudadanos y seres humanos, pero no nos atrevemos a levantar la mirada del nivel del suelo. Qué chimba que podamos pelear por nuestros derechos como nos paramos por un spot, que no seamos espectadores pasivos de un boom inmobiliario -porque nos da muritos pa pintar-, compradores compulsivos que dependen de una multinacional que nos haga las pinturas, y seres que viven de espaldas a su mundo como esa gente que anda muy feliz trabajando como si nada con el matagatos ese que quiere ser dizque presidente (o mercader del poder).

El graffiti es una voz poderosísima, ustedes lo saben; ellos también. Por eso tratan de usurparla, de callarla, si no es con unas Lukas, será con el garrote, así como quieren usurpar el paisaje. Mientras la ciudad, la naturaleza y el placer del goce estético ¿para quiénes son? Nos dicen que tenemos que renunciar a una parte del paisaje, de nuestro Horizonte, para que los más ricos puedan tener una vista privilegiada, esos mismos poderosos que dicen proteger no sé qué tradiciones antioqueñas pero son los primeros que salen a vender hasta el paisaje que han romantizado al extremo de convertirlo en una comedia rosa, insípida y traqueta.

Luego vendrán por más, ya saben lo que decía Gabo de lo que va a pasar con el culo de los pobres cuando la caca tenga algún valor, a ese poder de siempre no le importaría hipotecarnos de por vida, vean que vivimos en una ciudad cada vez más privada, y el graffiti andando con veleidades superficiales, actuando como agente esencial de la gentrificación sin mediar reflexión, divorciado de la historia y sin vocación de poder aparte de la que le impongan los mecanismos institucionales.

Josty

Cocina y comida

Del Oído al Paladar: Cuando Guapi y el Pacífico suenan en el barrio y La Ladera

Hay encuentros que desafían la geografía. El jueves 30 de octubre de 2025, la Sala Mi Barrio del Parque Biblioteca La Ladera en Medellín se transformó en un territorio del Pacífico colombiano. Del fogón al piano, del manglar a la montaña, los saberes y sabores de Guapi viajaron hasta las comunidades de los barrios de Medellín y la biblioteca La Ladera para demostrar que la cultura no conoce fronteras cuando se comparte con generosidad y convicción.

Más de 45 personas se congregaron esa tarde para el cierre de SonoGustoso, un proyecto que durante meses documentó la riqueza culinaria de Guapi a través de las voces de sus mujeres sabedoras. Entre los asistentes había 15 jóvenes curiosos, 10 adultos en plenitud de la vida, 20 adultos mayores con sus propias memorias y perspectivas del Pacífico, y 3 o 4 niños que descubrían por primera vez los sabores y sonidos de un territorio lejano pero cercano en su esencia.

Cuando el Pacífico suena a piano: el primer toque

El evento comenzó de la manera más apropiada posible: con música. Antes de las palabras, antes de las explicaciones, antes de cualquier concepto, estaba el sonido puro del Pacífico traducido a piano y voz.

Yao & Crissbeth abrieron la tarde con su propuesta "Pacífico a piano y voz": una intervención que podría parecer contradictoria (el piano no es instrumento tradicional del Pacífico) pero que resultó profundamente coherente. Los ritmos afropacíficos traducidos a teclas de piano, guasá y caja mantuvieron su alma intacta. La voz de Crissbeth se elevó con la fuerza de los cantos ancestrales, los arrullos que mecen la vida, los alabaos que despiden a los muertos, las coplas de los viejos que cuentan historias de amor y dan enseñanzas de las resistencias.

Este primer toque fue fundamental: preparó los corazones antes que las mentes. Los adultos mayores comenzaron a moverse en sus sillas, varios reconociendo melodías que conocían desde niños. Los jóvenes, inicialmente en sus celulares, fueron dejándolos de lado para aplaudir e integrarse en los coros. Los niños, inquietos, se movieron con los sonidos.

La música creó el ambiente perfecto: un territorio emocional compartido desde donde comenzar el viaje hacia Guapi.

La palabra del director: contexto y compromiso

Después de que la música preparara el terreno, llegó el momento de las palabras. La socialización por parte del director del proyecto Sebastián Alarcón "Boom Pollo" contextualizó todo lo que estaba por venir. Explicó los orígenes de SonoGustoso, sus objetivos, su metodología de trabajo con la Fundación Chiyangua, el tiempo en que hizo el viaje y el proceso de la producción de la mano de este estímulo para habitantes de la comuna 8.

Pero más allá de los aspectos técnicos, el director compartió la filosofía detrás del proyecto: el reconocimiento de que los saberes culinarios tradicionales son patrimonio cultural inmaterial invaluable, que las voces de las mujeres sabedoras merecen ser amplificadas, que la fundación Chiyangua y la cocina del Pacífico tiene mucho que enseñarnos sobre soberanía alimentaria, sostenibilidad, biodiversidad y resistencia cultural.

Habló de las azoteas como espacios de autonomía, de los fogones como altares de abundancia, de las recetas como documentos. Habló con pasión y emoción de un sonidista que le cuesta dirigirse a los demás, explicando el proceso de documentación sonora, la importancia de crear repositorios accesibles, el valor de proyectos que ponen en diálogo territorios aparentemente distantes como Guapi y Medellín.

Los asistentes escucharon con atención. Para muchos, era la primera vez que oían hablar de la cocina tradicional no como folklore pintoresco sino como conocimiento local, práctica política y acto de resistencia. Las caras reflejaban sorpresa, reconocimiento, algunos asentimientos de quienes ya intuían estas conexiones.

Un viaje sonoro colectivo: escuchando juntos

Luego vino el corazón del evento: la escucha colectiva del último episodio del podcast. Escuchar juntos es un acto político: es reconocer que hay historias que merecen atención colectiva, voces que deben amplificarse, saberes que necesitan circular más allá de sus territorios de origen, acciones que nos desconecten de los móviles y pantallas superando juntas y juntos una sociedad distraída.

En la sala, el silencio respetuoso se llenó con las voces de Teófila Betancurt, Marcelina Solís y otras matronas hablando del futuro de la cocina guapireña. Resonaron las reflexiones sobre la transmisión de saberes de las mujeres de la Fundación Chiyangua.

Los 20 adultos mayores presentes reconocían en esas voces ecos de sus propias madres y abuelas. Varios de ellos son migrantes que llegaron a Medellín décadas atrás, y en cada relato parecía encontraban fragmentos de su propia historia, sabores que creían olvidados, técnicas que pensaban perdidas. Algunas lágrimas discretas rodaron por mejillas curtidas.

Los 15 jóvenes se mostraron especialmente cautivados. Para muchos de ellos, criados en contextos urbanos alejados de las cocinas tradicionales, escuchar a una persona joven como el director hablar y luego escuchar su manera de valorar estas formas identitarias y culturales por medio de narrativas digitales, despertó interés y sorpresa.

Ruby: cuando el saber se hace vianda

Pero el momento que verdaderamente ancló toda la experiencia en lo tangible fue la presencia de Ruby, la matrona sabedora guardiana de la cocina, habitante de Medellín, oriunda de Timbiqui, municipio hermano del Guapi. Fue el momento de conectar con una sabedora en vivo, en carne y hueso, con sus propias manos e historias.

Ruby habló de las viandas y degustaciones que permitieron a los asistentes pasar literalmente del oído al paladar. Lo que había sido sonido y palabra se convirtió en aroma, textura, sabor. Lo abstracto se volvió completamente concreto, degustando un envuelto de maíz sobado con manteca de cerdo y leche de coco, acompañado de queso costeño y una porción de dulce pacífico. Para tomar: agua de panela con canela, clavos, anís estrella y hierbas de la azotea (huerta).

Mientras Ruby hablaba de su oficio, de cómo aprendió a cocinar de su abuela, de los secretos de ciertos platos, de la importancia de respetar los tiempos y los ingredientes. Y les asistentes pudieron ver en vivo lo que habían escuchado en los episodios: el conocimiento profundo y la generosidad de quien cocina para compartir.
Las degustaciones fueron momentos de revelación. Los adultos que quizá habían llegado con cierto escepticismo ("¿qué tan especial puede ser un plato tradicional?") descubrieron complejidades de sabor que no esperaban. Los niños probaron ingredientes nuevos, algunos con desconfianza inicial que se transformó en sorpresa placentera.

Ruby respondió preguntas, compartió anécdotas, explicó técnicas. Pero sobre todo, personificó todo lo que el proyecto SonoGustoso había estado documentando: el conocimiento vivo, la transmisión generosa de saberes, la dignidad del oficio culinario, la capacidad de crear comunidad alrededor de la comida. Y para cerrar el espacio nos cantó unos versos de una canción asociada con las cocinas y las comidas. Ese momento resumió el poder del proyecto: reconectar memorias dispersas, crear puentes entre experiencias que parecían aisladas.

El conversatorio de cierre demostró que el conocimiento no fluye en una sola dirección: de Guapi a Medellín, de las sabedoras a los aprendices, de las cocineras a los comensales. Fluye en múltiples direcciones cuando se crea un espacio genuino de intercambio. Ruby aprendió de las experiencias de los asistentes presentes, todos nos deleitamos con las músicas del agua del Pacífico, el director recibió retroalimentación valiosa sobre el proyecto, les asistentes se educaron mutuamente.

Del oído al paladar: un viaje completo

La estructura del evento no fue casualidad. Siguió la lógica natural de cómo los humanos aprendemos y nos conectamos con nuevas realidades culturales:

Primero, la música: el lenguaje universal que no requiere traducción, que llega directo a las emociones, que prepara el terreno.

Segundo, el contexto: las palabras que explican, que sitúan, que dan marcos de comprensión.

Tercero, las voces: los testimonios directos de quienes viven esos saberes, la documentación sonora que preserva memorias por medio de narrativas digitales, para el cado el docupodcast.

Cuarto, la encarnación: Ruby trayendo todo eso al presente inmediato, haciendo que lo documentado se vuelva experiencia viva.

Quinto, la degustación: el espacio donde todos aportan, donde el conocimiento se construye colectivamente en la celebración de compartir la comida.

Este recorrido llevó a los asistentes del oído al paladar, del concepto a la experiencia, de Guapi a La Ladera sin salir de la sala pero viajando completamente.

Más de 45 personas, una comunidad temporal

La diversidad de asistentes fue uno de los mayores logros del evento. 15 jóvenes que representan el futuro y la renovación. 20 adultos mayores que traen la experiencia. 10 adultos en plenitud de vida que pueden tender puentes entre generaciones. 3 o 4 niños que apenas comienzan a construir sus referentes culturales.

Esta mezcla generacional convirtió la Sala Mi Barrio en una comunidad temporal pero real, donde todos tenían algo que aportar y algo que aprender. Fue, en pequeña escala, lo que la cocina tradicional genera cuando funciona bien: comunidad.

Historias de conciencia, cocina y comida


El título del evento cobró pleno sentido. "SonoGustoso: Conciencia, cocina y comida guapireña". La conciencia se construyó a lo largo de toda la tarde: desde la música que despertó la sensibilidad, pasando por la contextualización que abrió la comprensión, los testimonios que generaron empatía, hasta Ruby que personificó la dignidad del oficio culinario.

La cocina se presentó en múltiples formas: como sonido en los podcasts e intervenciones sonoras, como imagen en los cantos, como proceso en vivo con Ruby, como concepto en el conversatorio.

La comida dejó de ser abstracción para convertirse en experiencia concreta: las viandas y degustaciones que Ruby preparó cerraron el círculo, demostrando que todo ese viaje teórico y emocional tiene una materialidad deliciosa, nutritiva, real.

Un cierre que abre caminos

El evento de socialización de SonoGustoso fue formalmente un cierre: la culminación de un proyecto de documentación que duró meses y produjo cinco episodios de podcast.

Pero todo cierre genuino es también apertura. Las más de 45 personas que salieron de La Ladera esa tarde llevaron consigo algo nuevo: conocimientos sobre cocina guapireña que las mujeres de la Fundación Chiyangua y Ruby habían compartido generosamente, reflexiones sobre patrimonio cultural, música que les quedó sonando en la cabeza, sabores reales en el paladar que confirmaban todo lo que habían escuchado, ganas de aprender más, curiosidad por conocer Guapi.

La energía que se genera cuando la cultura se comparte genuinamente es inagotable. Y esa tarde en La Ladera se demostró que los saberes tradicionales más que reliquias del pasado son herramientas para el presente y semillas para el futuro. Que la cocina del Pacífico tiene mucho que enseñarnos sobre sostenibilidad, comunidad, identidad y resistencia. Que vale la pena escuchar las voces de las sabedoras, ver el trabajo de sus manos, probar el resultado de su conocimiento, sentir la música de su territorio.

SonoGustoso es un proyecto de Sebatián Alarcón "Boom Pollo", Víctor Hugo Jiménez Durango y la Fundación Chiyangua que documenta los saberes y sabores de Guapi, Cauca. Todos los episodios del podcast, están disponibles para quien quiera emprender su propio viaje del oído al paladar, del fogón al piano, de Guapi hasta donde sea que estés leyendo estas palabras, a través de YouTube, búscanos.

https://www.fundacionchiyangua.org

https://www.youtube.com/@fundacionchiyangua5585 

La Ciudad Graffiti

El graffiti en la encrucijada ¿Cooptación?

Letras y frailejones. Obra de Ghetto. Parque de la conservación. Galería Guayabal. Fotografía cortesía Agencia APP. 2025.

En Medellín estamos viviendo un momento que merece ser leído con cuidado.

El graffiti lettering, históricamente marginado o tratado como vandalismo, por fin está entrando al gran formato y a espacios públicos y privados a través de la institución. No es un detalle menor que escritores estén pintando culatas completas de edificios, con letras gigantes y estilos propios. Eso, sin duda, representa una conquista simbólica: el graffiti deja de ser tolerado en la esquina para ser visible en el skyline.

Pero, al mismo tiempo —y esa es la contradicción que no podemos evitar nombrar—, en espacios como el Parque de la Conservación el graffiti entra con una condición: estar ahí, sí, pero bajo un marco previamente definido. Se le permite aparecer, pero no ejercer su potencia plena. Se acepta el lettering, pero usado como barrera, como “cordón de seguridad visual” para que el resto del espacio siga siendo exactamente igual a lo que ya era: una gráfica amable, animalista, sin riesgo conceptual y estéticamente idéntica a la de hace cinco o seis años. Es decir: se avanza en presencia, pero no necesariamente en sentido.

Ocelote Albina. Obra de Chos. Parque de la conservación. Galería Guayabal. Fotografía cortesía Agencia APP. 2025.

Lo que se llama “obra concertada” funciona, en parte, como legitimación y, en parte, como control. Se incluye al artista y al escritor, pero dentro de un diseño ya decidido. Hay participación, pero condicionada. Se amplía la nómina, pero no el campo de posibilidades estéticas. El graffiti no fue invitado a transformar el espacio: fue invitado a blindarlo.

Y basta contrastar con otro caso: el proyecto de Gaseosas Lux. Ahí no hubo “manual de zoología visual”. No hubo instrucciones temáticas ni curadurías de baja intensidad que camuflan dirección. Hubo libertad real. ¿Resultado? Una masterpiece que no busca encajar en una narrativa institucional, sino ampliar el lenguaje del artista y del escritor.

Universo Graffiti. Pieza maestra en la fachada de la planta de Gaseosas Luz. Galería Guayabal. Fotografía Víctor Jiménez. 2025.
Eso plantea una pregunta incómoda ¿Por qué un proyecto privado permitió más libertad creativa que uno público?

No es un asunto de presupuestos. Es un asunto de confianza. Cuando la institucionalidad le teme al arte y al graffiti, los encierra en un guion. Cuando se les permite ser lo que son, aparece el riesgo, la diferencia, la obra viva.

No se trata de negar los avances: que el graffiti esté en gran formato es histórico. Que haya escritores jóvenes pintando a escalas de alta y mediana medida es una victoria de años de disputa. Pero sería ingenuo confundir presencia con autonomía.

Más de 5 animales. Obra de Cereso Monkey. Parque de la conservación. Galería Guayabal. Fotografía cortesía Agencia APP. 2025.
La verdadera discusión no es si ahora nos dejan pintar. La discusión es en qué condiciones, con qué límites, para decir qué y con qué lenguaje. El punto no es destruir lo que existe. El punto es evitar que lo existente se presente como la única forma posible de hacer arte urbano y graffiti en Medellín.

Porque cuando lo público solo acepta lo decorativo y lo privado permite lo experimental, algo está invertido. Y cuando el mural institucional se parece a sí mismo desde hace seis años, pero el nivel técnico de los artistas y escritores sí evoluciona, el estancamiento no está en el arte: está en la curaduría.

El desafío que viene no es entrar a los muros: ya estamos ahí. El desafío es que esos muros no sean solo superficies aprobadas, sino territorios de sentido.
Letras y coral. Obra de Barto Scribba. Parque de la conservación. Galería Guayabal. Fotografía Barto. 2025.

Si el arte urbano y el graffiti no pueden cuestionar, incomodar, desbordar o innovar, entonces solo cambia el tamaño del muro, no el lugar del artista y del escritor.

José Monroy

La Ciudad Graffiti

 A favor o en contra del arte urbano. Análisis de “Las cuchas tienen razón”

Las Cuchas Tienen Razón. Acción directa de denuncia y resistencia visual. Segundo bloque. Deprimido de la Glorieta del puente El Mico. Barrio Caribe. Fotografía cortesía de Andrés Marín Arango, propiedad de Víctor Jiménez. Enero de 2025
La Escombrera es conocida como un lugar estratégico para nombrar el conflicto armado en la ciudad de Medellín: las operaciones militares1 durante 2001-2002 (Comuna 13 y corregimientos aledaños), el control paramilitar2, la convivencia entre actores armados y el Estado. La Escombrera es una montaña que sirvió como lugar para depositar los desechos de los barrios de la zona occidental de la ciudad, para convertirse iniciando los 2000 en una fosa común por parte de los paramilitares y diferentes actores violentos en la ciudad.

Ahora, el 18 de diciembre de 2024 se hallan dos estructuras óseas luego de remover 36.450 metros cúbicos de tierra3. Ese momento, entre las emociones que pudo generar a las personas buscadoras (y toda la sociedad que sabe y siente este dolor), hubo espacio para el respiro: poder recuperar los cuerpos. No obstante, aproximadamente un mes después del hallazgo de las víctimas, incluyendo a la misma sociedad urbanita, se encontraron con un nuevo silenciamiento: el silenciamiento a través de la censura. El mural “Las cuchas tienen razón” elaborado por colectivos de artistas urbanos el 12 de enero de 2025, como homenaje a las buscadoras y expresión de la memoria, fue borrado por funcionarios de la Alcaldía de Medellín en las horas de la mañana del 13 de enero.

Las Cuchas Tienen Razón. Acción directa de denuncia y resistencia visual. Primer bloque. Deprimido de la Glorieta del puente El Mico. Barrio Caribe. Fotografía Víctor Jiménez. Enero de 2025.
La acción de borrar el mural no sólo pretendía neutralizar una denuncia sensible sobre las desapariciones forzadas ocurridas durante las operaciones militares del 2002, sino también reafirmar un discurso oficial de orden y limpieza que busca minimizar el conflicto histórico.

En el marco de esta nueva conflictividad que abraza las relaciones y sentidos de lo político en el país, los diarios y demás medios de comunicación empezaron a notificar a las poblaciones sobre la disputa que ahora se reflejaba en el plano de lo material-simbólico: el mural como expresión de arte y de lo político. En este sentido, este trabajo busca a partir de la pregunta ¿Cuáles son las discusiones y los sentidos de lo político acerca del cubrimiento de los murales “Las cuchas tienen razón”, en las noticias realizadas por El Colombiano y El Espectador, durante los meses de enero, febrero y marzo de 2025?, abordar un análisis del contenido de los diarios desde una perspectiva crítica del análisis del discurso y de los estudios visuales.

¿Quién dio la orden? Acciones de protesta y resistencia visual ante las ejecuciones extrajudiciales y en solidaridad con las mujeres y madres buscadoras. Deprimido del puente El Mico. Barrio Caribe. Fotografía: Víctor Jiménez. Enero de 2025.
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1 Una estrategia de “pacificación” de la ciudad y contrainsurgente. En el 2002 es ordenada una de las operaciones más nombradas: Operación Orión, esta es ordenada por el entonces presidente Alvaro Uribe Vélez y la ministra de defensa Marta Lucía Ramírez. En dicha acción quedaron 200 personas heridas y 16 muertos, cuatro de ellos militares; “según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en ese operativo, 105 personas fueron desaparecidas, 17 fueron asesinadas por la fuerza pública, 71 perdieron la vida en manos de los paramilitares y 80 civiles terminaron heridos”. (Builes Aristizábal y Zapata Bedoya, 2023).

2 Específicamente Bloque Cacique Nutibara.

3 Este hallazgo es parte de la fase 5 de intervención forense al predio La Escombrera, por un equipo de profesionales de la UBPD y el Grupo de Apoyo Técnico Forense (GATEF) de la JEP. La búsqueda de personas desaparecidas por parte de la JEP se da en el marco del Caso 08, «Crímenes cometidos por la fuerza pública, agentes del Estado en asociación con grupos paramilitares, o terceros civiles en el conflicto armado».

Para conocer el escrito realizado por Vanessa Forero y Viviana Ospina Restrepo, fruto de las consultas, los conversatorios y sus posturas, dar clic aquí