¿De dónde
viene eso de que tenemos necesidad de pensar por oposiciones bipolares? Algunos,
a partir de Platón y Aristóteles, pretenden que eso procede de la oposición
entre la izquierda y la derecha; otros dirán que es la
diferencia de los sexos la que comanda el binarismo de nuestro pensamiento. La
figura de Cyborg tiene el interés de proponer un enfoque neodialéctico de las
dicotomías. El propio término “cyborg” es una palabra-valija, compuesta de dos
partes: cibernética y orgánico, irreconciliables, imposibles de fusionar, y sin
embargo irrevocablemente asociadas la una con la otra, en una unidad coja.
Se considera a menudo a un individuo viviente con
un estimulador cardíaco o con una bomba de insulina como “Cyborg”. El
dispositivo le permite vivir acallando su dolor o paliando sus insuficiencias
del organismo. Pero al mismo tiempo, la inserción de la máquina en el cuerpo
marca una intrusión por medio de la cual el cuerpo es como anexado a un régimen
de regulación que lo rebasa; parece renunciar a una parte de su autonomía para
entrar en un régimen de dependencia de la técnica.
Repensar Cybor en Organorg, es decir que los
humanos han integrado desde hace tiempos técnicas en ellos, en sus gafas, en
sus vestidos, en sus palabras, que nunca han sido naturales, en bruto, que
nunca han estado por fuera de la técnica. En suma, que Cyborg no es un objeto
futurista; que el compuesto de organismo y de máquina, o también de humano y de
técnico existe ya.
Dicho de otro modo, la maldición de Ícaro ha sido
levantada, la
violación infligida a RoboCop fue alejada,
y la angustia ligada a la intrusión del Bioport se ha desvanecido. Una vez sus
contornos han sido rediseñados (o debilitados) ya Cyborg sólo es en Organorg
sólo un nuevo nombre para designar la instrumentación o el recurso a las
herramientas, teniendo como cláusula adicional un cierto tipo de inserción de
la herramienta en el organismo, no por un injerto sino por una composición
individuada.
Organorg es
el resultado de una larga tradición de instrumentos y de toda una cultura de
objetos que podemos reinterpretar como medios de mejorar sus actuaciones y de
completar sus facultades. Organorg (organismo con instrumentos exteriores
integrados) aparece ciertamente como un nuevo compuesto fuertemente
individuado, pero este individuo nuevo se encuentra provisto de un conjunto de
dispositivos (los cinco sentidos orgánicos o diferentes instrumentos
perceptivos que le proveen diversos datos de los que podría hacer uso: visión
infrarroja, percepción ultrasonido, etc.) que contribuyen todos a su
conservación como individuo. El individuo exige, para realizar su objetivo
(sobrevivir) que se opere un triaje normativo en su medio, una valorización de
su entorno.
Entonces
¿hasta dónde se puede mantener la distinción Cyborg/Organorg? Como ocurre con
toda pareja, la distinción se mantiene y al mismo tiempo se marchita. Si se los
quiere acercar, habremos de recordar que Cyborg (tal como lo concibieron
Clynes/Kline) tiene pretensiones extremadamente modestas. Si les creemos, es un
simple dispositivo que no modifica lo humano más allá de lo que lo haría leer
un libro o conducir una bicicleta. En particular, la identidad sexual de Cyborg
no está alterada: él-la sigue siendo hombre o mujer. Sin embargo, forzoso es
constatar que pasando del laboratorio experimental a la filosofía y a la
ficción, Cyborg ha escapado de alguna manera de sus creadores; necesariamente,
las creaturas se ensalvajan.
Pienso pues que lo biológico y lo político
deben ser desconectados. Sostengo incluso que el sexo debe
desaparecer de nuestras cédulas de ciudadanía, o de nuestra inscripción a la
seguridad social, como marcador de identidades en los documentos
administrativos. No comprendo por qué se me pregunta que precise si
soy un hombre o una mujer en el momento de tomar un avión. Pues en
este punto pienso que la sociedad es todavía demasiado fijada en la idea de
identidades estables que hay que preservar, mientras que una sociedad democrática
debe permitir que se expresen toda suerte de identidades y de historias
individuales. Y para eso, no tiene por qué reglamentar y regimentar
los sexos de las personas, apoyándose en ninguna base natural.
El libro
de Thierry
Hoquet es una consagración a la figura socrática de Cyborg para
cuestionar las dicotomías que recorren hasta nuestros días la tradición
filosófica. La que nos interesa en la actualidad es la del femenino y del
masculino, y la manera como ella funciona como apropiación de la cultura por
parte de lo masculino.
Para conocer la traducción realizada
por Luis Alfonso Paláu C del segundo capítulo, Cyborg y organología general puedes descargarlo haciendo clic aquí.
Para conocer la traducción por Luis
Alfonso Paláu C de la entrevista que le hicieron en Cahiers
philosophiques, puedes descargarla haciendo clic aquí.
< “2.12.
Allegra Geller o el imposible bioport.
Cyborg se detuvo mucho tiempo ante esta frontera; ¿cómo conectar lo
orgánico con lo electrónico, el carbono con el silicio? El cerebro es un medio acuoso o húmedo cuya
comunicación funciona por la circulación de iones; el chip de silicio es un
dominio regido por una circulación electrónica.
Entre los dos sistemas, no hay verdadera comunicación o cableado real
posible. En el mejor de los casos, se
podría pues meterlos en contacto separándolos por una finísima capa, para
permitirle al chip que mida la actividad eléctrica de la célula, espie lo que
pasa, sus transistores captan señales.
¿Cómo asegurar el cableado o la conexión, interfaz, pasar de una
inteligencia aislada a una inteligencia distribuida, o de una mónada a un
enjambre zumbador? En eXistenZ, los
juegos están directamente conectados en el stuff de la que juega. Para hacerlo debe pues estar provista de un
“bioport”, la toma o el canal donde se inserta un cordón de apariencia
umbilical y llamado “ombicuerda”, que liga su organismo a una consola
video-orgánica llamado “biopodo”. Aquí
mismo, infra, p. 160>.